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Amleto Viola, una historia

Amleto Viola. Retrato al óleo del compositor Amleto Viola, y reproducción del retrato realizado en el mural de la cúpula del Teatro Vera.

Por Diego A. Ortiz

y equipo docente del 

Seminario de Evaluación, Análisis y Crítica en Artes Combinadas, dictado en la Facultad de Artes, Diseño y Ciencias de la Cultura de la Unne.  

Especial para El Litoral

 

Pareciera ser siempre más sencillo ver la obra de pintores o escultores, e incluso de arquitectos que modelaron el casco histórico de Corrientes y cuyas obras persisten en el tiempo.

Recorremos las huellas de nuestro pasado a través de la visión, tratando de reconstruir parcialmente esa ciudad del ayer, con sus calles dormidas en la siesta de un viejo verano, como diría el inmortal Seoane Riera en sus versos hechos melodía al compás de un vals.

La música por otra parte, es justamente arte temporal, se evapora cuando el músico levanta los dedos del piano o el director baja la batuta con el último silencio, quedando solo el recuerdo de los sonidos en nuestra mente. ¿Qué sonidos marcan una época? ¿Cómo suena la música congelada en el tiempo, oculta en las calles correntinas de ese casco histórico lleno de testimonios por redescubrir?

En calle Córdoba 557 de nuestra ciudad, en una casa deshabitada y en obras, una placa es testimonio de que el solar fue residencia del compositor, poeta y educador italiano Amleto Alfredo Viola (1895-1971).

Desde muy joven destacó como oboísta, pianista, cornista y director de orquesta, realizando giras por Europa y Sudamérica, para en 1913 radicarse en Corrientes como maestro de conciertos y primer director de la orquesta sinfónica local, con presentaciones en el actual Teatro Vera.

Con la llegada de la elegante y señorial confitería “La Perla” (hoy confitería “Martha de Bianchetti”, 9 de Julio 1198), el público tenía otro lugar donde podía oír y aplaudir a este pianista y director. Y así ocurría.

Cada noche lo vitoreaban mientras él agitaba con pasión la batuta o arrancaba a los martillos del piano robustos trémolos. Testimonio de ello representan cientos de partituras manuscritas de música de salón, tangos y zarzuelas que aún sobreviven, donde todavía se aprecian los ágiles movimientos de la pluma del autor.

En 1916 fue designado organista de la iglesia catedral. Su relación con la música eclesiástica quedó plasmada en obras para canto, coro y piano como un “Ave María”, pieza litúrgica que bien podría representar el caso local de otras producciones sacras del repertorio académico universal (como las compuestas por Charles Gounod o la adaptación que se hiciera de la melodía realizada por Franz Schubert); como así también las “Siete palabras de Nuestro Señor en la Cruz”, para ser realizada en la Semana Santa de 1925, con él como organista ejecutante.

Destacó en la escena local por una extensa labor docente y social, siendo fundador de la filial Corrientes del Conservatorio Fracassi, de alcance nacional y que actualmente continúa en funcionamiento, dirigido por su nieta, la profesora Luisa Ester Viola.

Su labor como compositor está siendo rescatada de la bruma del tiempo por pianistas locales, alumnos de la institución y por familiares, contabilizando entre manuscritos y partituras impresas mas de 1.500 obras, divididas entre himnos para establecimientos escolares, nocturnos, valses y sinfonías, marchas militares y cantatas religiosas; así como también obras populares como tangos y chamamés, entre los que cabe mencionar “Huracán” y “Hotel de Turismo”, dedicados a las comisiones directivas de ambas instituciones en el marco de las celebraciones de sus respectivas inauguraciones.

Los nocturnos, obras musicales para piano breves de salón, se popularizaron como género musical en Europa a principios y a lo largo del siglo XIX de la mano de los compositores románticos como Frederic Chopin y Franz Lizst. Los nocturnos son vistos generalmente como piezas tranquilas, seguidamente expresivas y líricas, y ciertas veces un tanto oscuras, pero piezas con ese nombre han llevado a la mente de la gente diversos sentimientos: el segundo nocturno para orquesta de Debussy, Fêtes, por ejemplo, es vivaz y escrita para ser ejecutado a una velocidad notable.

Los nocturnos de Viola, sin embargo, continúan dicha línea a pesar de haber sido compuestos en épocas tan tardías como 1937-1947. Son piezas breves, dedicadas y compuestas generalmente en momentos trágicos de la vida de los dedicados, manteniendo en su estructura musical el uso de una atmósfera misteriosa y trágica, profundamente romántica, como la de la claridad de la luna reflejando el río Paraná al confluir en una noche oscura.

Destacan entre estas piezas dos obras rescatadas recientemente. El nocturno “Lucianito” (1937), escrito en sol menor y dedicado a la dama doña Eloisa Torrent de Vidal, esposa del gobernador de Corrientes Juan Ramón Vidal, encierra en su dedicatoria el trágico recuerdo del fallecimiento de su sobrino Luciano Torrent, ahogado en las profundas aguas del Paraná a corta edad. Es una pieza que rememora, tanto desde su melodía, como desde el acompañamiento, la evocación de una marcha fúnebre, a tono con el motivo de la dedicatoria, con motivos y ritmos que parecen ilustrar a través de las teclas de piano, el sonoro tañer de campanas de los servicios fúnebres de antaño.

El segundo nocturno (1947), que lleva por dedicatoria “a la memoria del malogrado joven estudiante señor Argentino J. Sabena como recuerdo profundo y perenne”, inicia con un arpegio en tonalidad de sol mayor, técnica instrumental inspirada en los movimientos del arpa, que da paso a una melancólica melodía donde ambas manos del pianista lucen un canto sonoro y trágico, pero cargada de contenida emoción al desarrollar los sucesivos temas. No están aún dilucidadas las causas precisas de esta composición, ni el destino del señor Sabena, pero el resultado logrado en esta composición es el de una pieza que desprende una atmósfera de fatalidad, pero de recogimiento y esperanza profunda.

Ambas composiciones, marcadas por la tragedia de familias ilustres de la comunidad correntina, representaban una continuidad del espíritu romántico de la época, en contrapartida con las tendencias de la vanguardia europeas del siglo XX.

Constituyen piezas cuyas características formales refuerzan el espíritu de una cultura dominante cuya referencia era la Europa romántica, la de Chopin o Mendelssohn, la de la música para piano y sinfónica como exaltación de los sentimientos, de la tragedia, pero también de una profunda pasión contenida.

En la multiplicidad de historias que pueblan los rincones de nuestra ciudad de mas de cuatrocientos años de agitada vida, existe una obra artística desconocida por el público, abandonada o simplemente en silencio. En el caso de la música académica local, resulta notable este silencio, este interludio. Pero un silencio que al interrumpirse constituye la oportunidad de conocer y de conocernos a través de la música.

Es quizás una curiosidad histórica o un azar caprichoso del destino, que a pesar de que su figura permaneció mucho tiempo exclusivamente en el recuerdo de familiares y amigos, Amleto permanezca inmortalizado en el mural de la cúpula del Teatro Vera, dirigiendo aquella primera agrupación estable de la orquesta sinfónica de Corrientes, siendo el ícono visual del aporte musical académico que el crisol de nuestra cuatro veces centenaria ciudad desarrollo desde finales del siglo XIX y gran parte del XX.

Existió una Corrientes romántica, con una música profunda e inspirada, traída en barcos por aquellos europeos que vinieron a “hacer patria”, en busca de un futuro promisorio. Sus obras, olvidadas o simplemente expectantes del regreso a la vida, aguardan las manos de los pianistas de nuestra generación, y en general de los apasionados de la música, para que los correntinos sintamos nuevamente el sonido misterioso, poético y lírico de sus artistas.

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