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El coronavirus y el cambio global

Por Jorge Milton Capitanich* 
La pandemia del covid-19 abarca ya a 180 países y afecta cerca de 600.000 personas en el mundo con diferentes curvas de crecimiento, que hacen pensar en una expansión hasta ahora impredecible de casos y de muertes.

Las características del virus y su mutación han puesto al descubierto que un mundo injusto y desigual, donde se invierte más en la especulación financiera que en cuidar, la salud de la humanidad tiene hoy un límite marcado. El neoliberalismo ha llegado a un límite. El planeta reclama más Estado para atender la demanda global de una pandemia en torno a la cual los líderes, que adoptaron medidas laxas y flexibles, se vieron desbordados por la realidad.

Finalmente, es el Estado el único que puede regular el comportamiento social y atender las demandas sanitarias esenciales. Hoy se reclama más Estado, no menos Estado.

El aislamiento obligatorio preventivo, el distanciamiento social y el licenciamiento para personas con factores de riesgo fueron decisiones claves para disminuir el crecimiento exponencial de la circulación viral.

Todas las medidas de prevención mediante los protocolos fijados por la Organización Mundial de la Salud han demostrado su eficacia. El éxito alcanzado por los países dependió de múltiples factores: tiempo de adopción de las medidas (medidas tempranas vs. medidas tardías), capacidad de utilizar reactivos para efectuar test de casos asintomáticos y establecer modelos y tendencias de circulación potencial, y cumplimiento de las medidas de aislamiento.

Ningún país puede tener la capacidad para soportar una catástrofe sanitaria con esta infraestructura disponible en números de camas, respiradores y recursos humanos calificados. El mundo reclama de manera contundente un modelo alternativo al neoliberalismo extractivo y especulativo.

La destrucción del planeta producto del calentamiento global, el hambre que azota a millones de seres humanos, las guaridas fiscales que sirven de refugio para el lavado de activos y la corrupción financiera, la carrera armamentista sin límites, la concentración del poder mundial y de la riqueza hacen de este mundo un lugar invivible. Esta pandemia nos debe hacer reflexionar respecto de lo que hicimos mal y lo que hicimos bien.

Algunas conclusiones:

1. Es inadmisible la desinversión del sistema sanitario producto de ajustes estructurales que sólo benefician a unos pocos.

2. El Estado es insustituible para coordinar políticas y estrategias para proteger a sus habitantes y ciudadanos.

3. La tendencia de la destrucción sistemática del planeta y la enfermedad de un modelo perverso que privilegia la especulación financiera y la riqueza por sobre los valores humanos tiene un límite.

4. Si no se produce un cambio estructural esta tendencia no soportará otra pandemia, lo cual nos debe permitir un nuevo modelo de organización para protegernos entre todos.

Ineludiblemente, cambiarán los paradigmas de las comunicaciones, de los viajes, de la educación digital a distancia, del teletrabajo, de la circulación de bienes y personas y de los controles sanitarios a escala planetaria. Nadie queda a salvo. Todos quedamos expuestos. Necesitamos más cooperación y no más destrucción. Más acción colectiva y menos individualismo.

El mundo hoy posee 327 billones de dólares de stock de activos financieros, 22 billones de dólares de ahorro global. Pero tiene casi 10 billones de dólares de depósitos en guaridas fiscales que no tributan en sus respectivos países. Existe una desigualdad pavorosa, inadmisible y esta pandemia pone al descubierto que ni siquiera los más poderosos pueden salvarse solos.

La economía se destruye y la única manera de salir adelante es impulsando la demanda agregada mediante la intervención del Estado. Ya se hizo en el año 2009 con la crisis financiera internacional. Se hace y se debe hacer ahora.

Estados Unidos invertirá 2 billones de dólares para estimular su economía, que equivale al 10% del PIB. España invertirá un paquete de estímulos equivalente al 15% del PIB. Italia lo mismo y el resto de los países afectados también. La República Argentina adopta medidas y estímulos para cubrir las demandas de los sectores afectados con una inversión del 2% del PIB, que aún resulta insuficiente y que dependerá de la capacidad y del tiempo de recuperación.

Estamos ante una situación extrema. Necesitamos un cambio de paradigma. Es aquí. Es ahora.

*El autor es gobernador de la provincia del Chaco.

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