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Ser animal

Somos de la misma especie pero con la singularidad de tener raciocinio, que jamás lo utilizamos porque pensar en serio dejó de ser una urgente necesidad.

Por Adalberto Balduino

Especial para El Litoral

Es muchas veces poner a alguien las cosas en su lugar. Por otra, es admirar a esos seres a los cuales hemos acuciado con todos los males que el hombre promueve en su inquieto camino de andar. La polución en primer lugar. Los incendios indiscriminados que se tragan selvas, montes, transformándolos en campos de tierra yerma. En las bombas que cada guerra va percutiendo, ensayando efectos y consecuencias cada vez mayores. Aparentemente son cosas que se suceden coincidentes con el dicho popular: “No hay mal que por bien no venga.” Mencionaba en un reciente artículo, que la Agencia Espacial Europea ha comprobado en un “rastrillaje” a gran altura de la Tierra, conforme el recorrido del satélite Copernicus Sentinel-SP. Registrado en un término que va del 1° de enero al 11 de marzo de 2020 en que la ausencia del hombre, el descenso del tránsito, las grandes plantas alimentadas por combustibles fósiles detenidas transitoriamente, la contaminación del aire ha bajado ostensiblemente. Eso no solo ha permitido fotografiar a Europa con mayor precisión y detalles, sino que lo diáfano y límpida de la atmósfera renovada permite mayor visibilidad. Sumado a ello la no intervención humana, permite ver cómo los animales del bosque, ciervos, ardillas, canguros, monos, focas, etc., libremente cruzan calles y plazas en pueblos próximos a montes, cerros y montañas. Videos que algunos entusiastas desde sus “encierros” han hecho circular por las redes como una muestra cabal, de un nuevo mundo en ciernes, donde pasan a ocupar los predios que le han sido propios milenios antes. Es decir, como un regreso al mundo que fue.

El que los llevó al cine, fue el inefable Walter Elías Disney, más conocido por Walt Disney, que hizo de ellos, los animalitos, la fiesta de películas notables. En su haber surge como de una galera toda la variedad que el mundo aplaude. Fue caricaturista, productor, director, guionista en cine de animación de dibujos, autor de una pila de simpáticos bichitos tan humanos como el más: el ratón Mickey, el Pato Donald, el elefantito Dumbo, el Lobo Feroz; Pluto, el perro de Mickey; el osito Winnie Pooh; el oso Baloo del Libro de la Selva; Pepe Grillo, de Pinocho; Mufasa, hijo del Rey León Ahadi; Bambi el cervatillo y su amigo el conejo Tambor, Goofy, perro de caza humanizado, más conocido también por Dippy, y muchos más.  Llevar al estrellato a sus mascotas, le valió a su autor: Walt Disney, 22 premios Oscar y 59 nominaciones. Pero hay más de animales: Un documental de 10 minutos de la autoría de Paul Kenworthy, prácticamente lo enamoró a Walt Disney quien decidió apoyarlo y asociarlo a un gran proyecto, el cortometraje de 69 minutos en rubro documental: El Desierto Viviente, realizado en 1953 con un Oscar en su haber. Esta película tomada en pleno desierto, escudriñaba la vida plena que viven insectos y animales diversos en estas planicies de los Estados Unidos. Dado en sus inicios el éxito gráfico que poseía la figura del incipiente Ratón Mickey, Walt decidió encarar el mundo del movimiento que habían propuesto mucho antes en París Los Hermanos Lumiere, pioneros del cine. Con su hermano Roy Disney formaron la compañía Walt Disney Productions, la que más tarde y hoy se la conoce como The Walt Disney Company, llegando a ser la empresa más prominente de comunicación y entretenimientos. Sin dejar de nombrar los parques temáticos de atracciones instalados en los Estados Unidos como en varios países del mundo, que logran concentrar la atención de miles de turistas de todas las nacionalidades.

Hubo miles de películas basadas en animales como las clásicas de Tarzán, pero también la televisión que estaba en su esplendor produjo lo suyo. La CBS Columbia en 1966, en asociación con MGM Televisión, lanzó la popular serie Daktari que en suajili, lengua africana del este, quiere decir “doctor”. Todo ello porque se trataba de una reserva para protección de animales, que estaba a cargo el doctor Marsh Tracy con su amiga la Mona Judy al hombro. Al “Doctor” lo interpretaba el actor Marshall Tompson.

Un hombre que tomó en serio las especies marinas fue el oceanógrafo, oficial naval, explorador e investigador francés, Jacques-Yves Costeau; también por ser coinventor del equipo moderno de buceo, con total independencia de los cables y tubos de suministro de aire que se operan desde la superficie. Él ha sido amante de la población marina, cuyas exploraciones lo ejercía desde su buque El Calypso, facilitado por ser un gran fotógrafo y también cinematográfico subacuático. Ello le permitió producir sus famosos programas televisivos, El Mundo Submarino de Jacques Costeau, cuya difusión en todos los canales del mundo lo hizo una figura científica de renombre universal en la divulgación de sus películas documentales. Él también se preocupó por ese mundo marino, tan poblado de “animalitos” y muy específicamente, por defenderlos de la contaminación.

El mundo se ha de venir mejor, donde el hombre proteja su ambiente en la tierra donde vive. Que el aire renovado de tan puro, nos pique la nariz. Que todos abrazados celebremos el regreso de los animalitos, donde no existan agresiones y todos vivamos en paz. Uno sueña con algo mejor, pero nosotros debemos hacerlo, por lo menos respetar lo que poseemos: tierra, mares y ríos, montes, selvas y llanuras, océanos repletos de vida. Poluciones clausuradas, o bien controladas. Lograr otros combustibles que nos movilicen, o por lo menos y hasta tanto ser más mesurados, pensando siempre en la vida que es el lazo de unión entre los pueblos, ciudades, países, continentes. La tierra toda respirando, respirando.

No se me ocurre otro final que no sea a toda orquesta y casi como una película de Walt Disney de dibujos animados, a todo color y repleto de animalitos evocando brevemente la poesía de María Elena Walsh, que a pesar de hablar de una tortuga ella siempre tuvo un mensaje que cala hondo.

“Manuelita vivía en Pehuajó / pero un día se marchó. / Nadie supo bien por qué / a París ella se fue / un poquito caminando / y otro poquitito a pie. / Manuelita, Manuelita, / Manuelita dónde vas / con tu traje de malaquita / y tu paso tan audaz. / Manuelita una vez se enamoró / de un tortugo que pasó. / Dijo: ¿Qué podré yo hacer..? Vieja no me va a querer, / en Europa y con paciencia me podrán embellecer”. /  Y saltando de ese periplo que la transformaron en joven, la realidad de su última estrofa: “Tantos años tardó en cruzar el mar / que allí se volvió a arrugar / y por eso regresó vieja como se marchó / a buscar a su tortugo que la espera en Pehuajó.” / 

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