Por José Ceschi
¡Buen día! Es bueno rezar en familia. Cuando los corazones están bien dispuestos, surge naturalmente esa “onda” tan especial que ayuda a sentirse bien.
A veces, alguna plegaria contribuye a crear el clima necesario. Como ésta, que alguien me acercó fotocopiada:
“Señor, te pedimos por nuestra familia. Para que nos conozcamos siempre mejor en nuestras aspiraciones y nos comprendamos más en nuestras limitaciones.
Para que cada uno de nosotros sienta y viva las necesidades del otro.
Para que nadie se sienta ajeno a los momentos de cansancio, sinsabor y desánimo del otro.
Para que nuestras discusiones no nos dividan, sino que nos unan en la busca de la verdad y del bien.
Para que cada uno de nosotros, al construir la propia vida, no impida al otro vivir la suya.
Para que nuestras diferencias no excluyan a nadie de la familia, mas nos lleven a buscar la riqueza de la unidad.
Para que miremos a cada uno, Señor, con tus ojos y nos amemos con tu corazón.
Para que nuestra familia no se cierre a sí misma, sino que esté siempre disponible, abierta y sensible a los deseos de los otros.
Para que al final de todos los caminos, más allá de todas las búsquedas, al final de cada discusión y después de cada encuentro, nunca haya “vencidos” ni “vencedores”, sino solamente y siempre familia.
Y habrá comenzado el camino que termina en el cielo. Amén”.
Esta plegaria, cuyo autor desconozco, puede rezarse entre todos los miembros, y en forma personal. Confieso que a mí me ha servido incluso para rezarla en comunidad y por mi comunidad. Al fin y al cabo, toda verdadera comunidad tiene mucho de familia. Es más: Dios quiere que seamos familia. Para eso nos eligió como hijos. Para eso eligió ser nuestro Padre.
¡Hasta mañana!
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