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Te llamo para despedirme

Las personas se valoran por otras virtudes de real valía, como el gesto de respeto sin dejar de ser cálidos.

Por Adalberto Balduino

Especial para El Litoral

Suena a partida. A último parlamento cuando la decisión está tomada y hay varios caminos esperando, aunque este en particular haya sido el último.

En realidad, “Te llamo para despedirme” fue su primer éxito como solista, como lo habían imaginado los productores de CBS Columbia al lanzarlo a un suceso que le significó toda la vida. El tema un acierto del autor multipremiado, Francis Smith, en el año 1969

Sergio Denis siempre me asombró porque era el anti ídolo en cuanto a su postura en la vida, como un ser normal, tremendamente humilde y sincero. Lo descubrí en el programa “Sábados Circulares de Mancera”, donde se presentaba vestido de soldado, ya que estaba haciendo la colimba. Y a la vez, me tocó hacerle notas para televisión cada vez que recalaba en Corrientes, confirmando frente a frente su gran humanidad.

Héctor Omar Hoffmann Fenzel nació en Coronel Suárez, provincia de Buenos Aires, hijo de un alemán de la zona del Volga, y de una argentina hija de españoles. Hizo sus primeras armas con Los Jockers y posteriormente con Los Bambis, para recalar muy joven en la dura actitud de solista como lo propusieron sus productores discográficos.

Todos conocen la brillante trayectoria de Sergio Denis, cuyo período con diferentes intensidades abarcó desde el año 1969 al 2019, pero en realidad no lo ignoro, ya que siempre me atrajo su gran profesionalismo en cada interpretación como en el acertado repertorio, pero mucho más que nada su increíble humanidad forjada en su humilde forma de ser.

Una de las últimas veces que estuvo en Corrientes, invitado por quien siempre lo traía, el “Flaco” Cosarinsky, asistí a una conferencia de prensa en el primer piso del Hotel Guaraní. Allí, tuve la oportunidad de dimensionarlo como persona. Respondía todas las preguntas. Allí fue que contó que toda la gente siempre le decía: “Sergio, ¿por qué sos así?”. Cómo así, se preguntaba él, iniciando una respuesta. Le aclaraban aún más. “Claro, así, tan simple”. Es que no puedo ni debo ser de otra forma, sigo las enseñanzas de mi familia, fue su respuesta. Y, la ampliaba: “Cómo voy a ser diferente a lo que realmente soy. Hijo de agricultores, de gente de trabajo, que sabe del sacrificio, pero también del respeto, de las urgencias y de la pobreza. En realidad, nunca había escuchado algo similar en estrellas fulgurantes como Sergio Denis. De una sinceridad transparente, y en un tono coloquial, amable, afectivo como si nos conociéramos de toda la vida.

Fue en esa misma conferencia de prensa, en que el “Flaco” Cosarinsky me hizo seña cómplice, y me dijo fijate lo que le preparamos a Sergio Denis. Paralelamente, el propio Sergio continuaba con la charla con periodistas y público en general, y le dedicó un momento al exaltar la gran amistad y el profundo afecto que le dispensaba a Juan Carlos Cosarinsky. Este, pícaro, con mucha “calle”, le dijo: “Sergio, te acordás del deseo que me contaste tener cada vez que visitás Corrientes. Sí, responde Denis, encontrarme con el autor de “Pueblero de allá ité” porque tampoco lo conozco, y poder cantar con él ese hermoso tema que no me lo sé de memoria. De pronto, como en un pase de magia, frente a él sin que se percatara, en la puerta de acceso al salón, aparece Pocho Roch con una guitarra y le dice: “Sergio, aquí estoy”. Bueno a partir de allí, se incorpora Sergio Denis y va a recibirlo para estrecharlo en un gran abrazo. No lo conocía personalmente, pero el río de lágrimas que inundaban sus ojos azules daban rienda suelta a una imagen que jamás la he olvidado. Y, como yapa, le dice Pocho: “Te traje copiada la letra para que la cantemos juntos.” En ese momento, todos llorábamos, y Sergio Denis, leyéndola, la cantó como si siempre lo hubiera hecho. Eso me marcó, tal es así que siempre me encargué frente a un micrófono o cámara referirme a él como un tipo fuera de serie que había tenido la oportunidad de conocer íntimamente.

Pero la historia no termina allí. En la próxima y última venida a Corrientes, Cosarinsky lo trajo para que actuara en el Club Córdoba. Como si fuera el argumento de una película, minutos antes de comenzar el recital, Cosarinsky recibe la fatal noticia de que acababa de morir el padre de Sergio Denis. Y con la amistad que tenían, le dice: suspendo el espectáculo y vos andá a verlo a tu padre por última vez. Y, Sergio Denis le dijo: “Los compromisos se cumplen. No puedo defraudar al público que ha venido a verme”. Actuó, y luego viajó. Cuando Juan Carlos me contó, no lo podía creer, y me dije, no sólo es un buen cantante, sino algo mucho mejor, es una excelente persona, que ha sabido hacer de su humildad un ser humano increíble.

En su momento, aprovechando que una de sus canciones tenía suave cadencia, o reminiscencia de un chamamé nostálgico y lento, esos dos grandes artistas, esposos ellos, Rosendo y Ofelia, le grabaron en ese clima parecido, uno de sus temas tal vez menos difundido, pero muy bien recepcionado porque habla de esa ausencia que la tarea diaria del padre marca y mucho más cuando ese trabajo es el artístico y por razones de contrato debe estar lejos de sus raíces, su hijo en especial, cobró forma y melodía que se fue ganando ese gran canal, que es el amor de lo propio. Verdaderos “chiquitos gigantes”, que a pesar de estar armando siempre la valija, ellos esperan, soportan, ese retorno que siempre está coronado de abrazos y besos.

La poesía de una dulzura exquisita, justamente Sergio Denis la tituló: “Gigante, chiquito”, que es una proclama por no perder esa soga que es el vínculo que ata a padre e hijos, y que expresa una espera añorada que será el mejor reencuentro.

Sergio Denis, con toda su gigantesca humanidad lo decía con la sumisión de una plegaria: “Amigo, querido / gigante, chiquito / cuánto amor, / cómo te quiero hijo mío. / Mírame siempre a los ojos /que en tus ojos me miro. / Amigo, querido/ travieso, bandido. / Yo soñé / y eras mi sueño, hijo mío. / Ayúdame / a entender la vida, / a querer ser bueno, / ayúdame./ A creerte siempre, / a escucharte siempre / a entender./ Ayúdame, / a pintar tu mundo / de un amor profundo, / ayúdame, / a llenar la casa / de luz, de esperanza, / ayúdame. / Amigo, querido, / tan tierno, tan mío, / tan feliz de que seamos amigos. / Llévame siempre en tu alma / que tu alma es mi abrigo. / Ayúdame / a entender la vida, / a querer ser bueno, / ayúdame”.

Existen personas especiales que son imprescindibles. Los irrepetibles. Los que no se cansan de ser creadores. Especialistas en la magia de cultivar amigos. De ser espontáneos y actuar como tales. Ser como se es. Respetando y con toda la humildad a flor de labio. Son los necesarios porque no abundan y su sola presencia es llama brillante que ilumina.

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