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/Ellitoral.com.ar/ Especiales

Política, Prensa, Opinión Pública y la meta del bien común

Por Dr. Pedro G. Cassani Presidente de la Cámara de Diputados de Corrientes
Seis décadas de crecimiento, de sueños y promesas cumplidas –y otras tantas sin poderlas alcanzar aún– de ser testigo y protagonista a la vez, de muchos cambios culturales, siendo el más representativo quizás la revolución comunicacional, reflejada en la democratización de la información a través de internet.

Muchos hechos marcaron al país y a la provincia en este tiempo: una sangrienta dictadura militar, el regreso de la libertad con la esperanza del “nunca más”, intervenciones federales y más de una decena de gobiernos elegidos por la voluntad popular, construimos un majestuoso puente interprovincial, creamos lazos, nos fortalecimos como comunidad…

Como tal, hemos perdido y ganado…, también celebrado triunfos y llorado fracasos…

En cada caso, El Litoral supo acompañar a sus lectores, convirtiéndose en uno de los celosos custodios de todo aquello, que como pueblo, supimos lograr.

Es parte importante del grupo –junto con otros medios de prensa e instituciones– que vigilan el cumplimiento fiel de los valores deontológicos que nos caracteriza como argentinos, y correntinos.

Sin duda, el trabajo que realizan los medios de comunicación es clave para lograr una ciudadanía participativa y gobiernos abiertos y transparentes, lo cual reditúa en mejores oportunidades para todos; marcando, a la vez, “límites” a eventuales excesos, abusos o despropósitos que pudieran surgir entre los actores políticos y/o comunitarios.

Por eso, es importante hoy, coincidentemente con el Día Mundial de la Libertad de Prensa, reconocer que esa libertad no es un fin en sí mismo, sino un “medio” en beneficio de una sociedad libre y justa, sana, emprendedora, crítica y constructiva.

En ese aspecto, reafirmo mi compromiso público de continuar apoyando esta actividad, desde el lugar que me toque desempeñar; honrando y promoviendo el respeto por el periodismo serio y responsable, como base de una democracia sólida, basada en la obediencia a las leyes, y a los principios que nos legaron nuestros ancestros: el del trabajo fecundo y el amor por la Patria.

En sus 60 años, el diario El Litoral ostenta además de su ya reconocida pluralidad –que se evidencia al convertirse en mediador de opiniones–, su rol de testigo y protagonista indiscutido de muchas revoluciones, pudiendo airosamente adecuarse a cada nuevo esquema.

Radica allí el pilar de su verdadera trascendencia. 

A más de una década de la popularización de internet, leer un diario de papel sigue siendo placer de muchos –mal llamados por algunos: nostálgicos–, entre los que me incluyo, ya que, sabido es por todos, que una mayoría opta por un “mosaico de información” en función de las noticias que reciben vía redes sociales.

Empero, ello no impide –a mi opinión– que los medios (en todos sus formatos) mantengan su predilección ante la gente, ya que, –según los expertos–, recuperaron el lugar destacado en el ranking de las instituciones que despiertan mayor confianza, ayudados tal vez, por el fenómeno –tan grave como peligroso– de fake news (noticias falsas).

Sé de la crisis que atraviesan los diarios en su formato tradicional, y abogo por la rápida salida a esta problemática global.

Particularmente, espero seguir contando con ellos, ya que estoy convencido de que mucha gente opta por lo sensorial.

Muchas personas tenemos el ritual de la lectura, palpando la magia de letras sobre un escrito tangible, sin desmerecer lógicamente, la practicidad y necesaria inmediatez de los sitios web.

El mundo cambió a lo virtual, no lo discuto; pero la magia de los libros, y los diarios, siguen tan vigentes como en su nacimiento.

Es, esta misma transformación, la que nos tiene –tanto a dirigentes políticos como hombres y mujeres de prensa–, en una misma trinchera: la de ganar la atención humana, recurso escaso, por cierto.

Admito, en ese sentido, que es la prensa la que tiene una ventaja, un patrimonio invaluable y único: un sello, una trayectoria intachable en el rol de contar los acontecimientos, las novedades.

Pero en definitiva, no hay competencia. La actividad periodística se nutre de la política, y viceversa, teniendo como meta llegar a la opinión pública (en el caso de los políticos, lo admito: para convencerla de nuestras ideas, persuadirla).

No hay margen de error en el concepto de que “los mensajes que se distinguen son aquellos a los que el destinatario le asigna un valor. Este valor puede ser porque esa novedad la estaba esperando, o bien porque la fuente es confiable”. Lo segundo, según los entendidos, viene ganando.

Concluyendo: a la clase política y a los periodistas nos iguala el hecho de hablarle a un mismo colectivo “despolitizado”.

El mundo del “colectivo de los consumidores” nos interesa y nos mueve, obligándonos a la vez a reforzar el ingenio, manteniendo el fiel compromiso con la verdad.

El triángulo Políticos - Prensa - Ciudadanos se retroalimenta cumplimentando el rol de vigilantes unos de otros, evitando así, la demagogia en los primeros, fortaleciendo la prensa libre pero responsable, y creando ciudadanos comprometidos con el desarrollo de su comunidad. Al menos ese es el camino, al que estamos todos, obligados a desandar.

Prensa, Políticos y Ciudadanos tenemos el desafío de fortalecer vínculos, huyendo de la posibilidad de que “tanta comunicación, al fin de cuentas, nos deje incomunicados”.

En esa senda: felices primeros 60 años, diario El Litoral. 

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