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Por Adalberto Balduino

Especial para El Litoral

Siempre me han preguntado y me he preguntado: que soy tan diverso en la escritura de mis notas. En el origen de esa amplitud. Aclaro, no se debe a un acto soberbio del ego por tratar de demostrar ser erudito en todo. No, la causa es mucho más simple y tal vez más noble. Trato de implantar otro clima, menos derrotista, duro y terrible de la realidad que manejan la mayoría. Busco en lo posible en principio un idioma accesible, directo pero repleto de afecto, que es del camino para sentar sendas verdaderas de paz, esperanza, y del optimismo que hemos perdido por la consecuencia del hombre en su pérfido actuar.

Salto de un tema a otro y siempre recorriendo los dos extremos a través de la metáfora, el pasado con el presente en línea directa. Temas populares que otrora nos otorgara una mirada menos truculenta. La música, el cine, la trama cotidiana del entendimiento común, pero siempre dejando entre líneas: certeza, ubicación política sin ser politiquera, con un mensaje final que ate lo vertido en un abrazo querido y sentido. Cosas por amenas que fueran, pero con sentido común. Por ejemplo la asiduidad de ayer por la lectura de cosas muy simples como las historietas, de las que aprendíamos a leer jugando, a viajar, por ende sin deponer geografías, historias, que nos permitían una ubicación cierta del resto del mundo. El cine en toda su majestuosidad pero sin desechar las historias personales que trascendieron por mérito propio. El advenimiento de otros tiempos fue dejando de lado algo que redimo, la búsqueda de la excelencia desde la simplicidad del estudio, del trabajo, de las relaciones, como algo verdaderamente esencial en la vida.

Siempre me digo que la realidad de hoy es terriblemente aterradora, mucho más que la ficción. Porque se han abreviado los caminos, saltando de carriles para ganar tiempo, no importa cómo aunque sea haciendo trampas, pero olvidándonos de que las cosas deben cumplirse sin por ello transgredir todo lo estatuido, hasta lo más simple. El respeto, por ejemplo. Entonces matizo la realidad actual con la pasada en que todavía ser respetuoso era una virtud esencial en la vida de las personas. Tomo la poesía de un tema musical que aluda algo de esa columna vertebral que vibra y se expresa finalmente, que afirma y consolida a través de la obra de un texto de repercusión popular, cuya virtud mayor es que su accesibilidad permite memorar.

Volver a tener esperanzas es reafirmar la fe, cambiar de humor que este encierro forzoso exacerba hasta límites increíbles porque está en juego lo más preciado, que es la vida. Es decir que como retacitos que nuestras abuelas hacían con sobrantes de tela esas coloridas colchas, voy conformando los ejemplos y comparaciones tomando anécdotas, hechos que reafirman lo que quiero exaltar, pero aportando material documental.  Es casi como un “locro”, con la firmeza del todo se logra esa fuerza que genera una fortísima comida, cuyo caldo es cultivo de cosas superiores. Es decir, nada se desaprovecha si en ello están contenidos los elementos indispensables, que hacen de ese principio un reservorio de mis humildes pero honestas reflexiones. Amén, por decir con simplicidad esas cosas, son bien recibidas porque no se trata de esas noticias que contribuyen a nuestra depresión. No, por ello, tampoco las callo. Sino que se vierten buscando además un ritmo, una cadencia especial como una obra musical, en que todo esté en su justo tiempo a su debido momento. 

Muchas de las cosas que he vertido las conocí en mi largo peregrinar en los medios, en que los ritmos para cada uno de ellos es diferente, televisión, radio o escritura. También las personas que habitaron con sus respuestas mis preguntas, que tratan siempre de no buscar lo barato que la politiquería nos tiene acostumbrados. Y que con tanto repetirlas, se convierten en los “jingles” que de memoria y con los ojos cerrados los políticos tratan siempre de sacar ganancias sin decir absolutamente nada, construyendo de a poco los “fake news”, que son la nada misma.

Debemos volver a los principios, como uno simple: la amenidad. Ese clima particular donde el afecto trasciende y renace las miles de virtudes que poseemos, pero que sin embargo nos han “enseñado” a olvidarlas, y por lo tanto a perder el estilo de las buenas cosas que hemos ido dejando a la vera del camino.

Siempre, los amigos, los colegas, me preguntan a qué se debe esa búsqueda en que siempre estoy sumido y que es una constante en mí. Simplemente en lograr volver a encontrar a esas personas que supieron trascender por buscarlas, por practicarlas, por permitirse ese logro de excelencia que es vital, porque somos perfectibles. Es decir, obtener algo mejor y hasta mucho mejor. Es ese algo con sentido que persigo y busco afanosamente, en que el sentido común tiene real sentido. Es el camino de la lógica y no el verso que nos ha embrutecido, engañándonos al creernos hechos sin sentido como forma corriente de pensar. Por eso libro esa marcha de “buscarnos para encontrarnos”, como una forma de pensamiento que fortalezca el sentido común, sin escaparle a la realidad que muchas veces se deforma porque sin esfuerzo estamos mucho más cerca de la mediocridad, lo que involucra menor esfuerzo. Por eso esa apelación que conforma la obra de los poetas, como Armando Tejada Gómez que en su poesía “Los ríos del cielo” habla de la imaginación como hacer posible los sueños: “Sobre el viento de agosto / pasa un río. / Arriba de la tarde, / es un sonido verde / el infinito. / Hay que mirar el cielo / para verle / el velamen celeste, / el desafío / con que embiste eucaliptus; / el oleaje, / borracho de paisaje, / de mis pinos…” / En su obra “El libro de los abrazos”, el uruguayo Eduardo Galeano también vuela con la imaginación: “Pequeña muerte, llaman en Francia a la culminación del abrazo, que rompiéndonos nos junta y perdiéndonos nos encuentra y acabándonos empieza. Pequeña muerte, la llaman, pero grande, muy grande ha de ser, si matándonos nos nace.” En esa ida y venida que el mirar para atrás y delante nos conforta, es que su objetividad se amplía abarcando como el zoom de una cámara, en acercamiento que en detalles minúsculos, deja ver la realidad de otra manera, amplia, elocuente y clara. “Buscarnos para encontrarnos” es apelar a la búsqueda sin cesar que depara satisfacciones donde la certeza logra descollar, la esperanza crece, y la vida adquiere su dimensión real con todo lo bueno y la mano presta dispuesta a ir en ayuda. Me di cuenta de que la diversidad enriquece, porque abarca límites infinitos donde generalmente la sed de informar, comentar, no se dan el tiempo imprescindible, porque hacerlo es extenuante pero su lectura enriquecedora permite crecer el sentido común. Esa amplitud sin desborde de términos difíciles inútiles, sino con la simplicidad de lo cotidiano, le da mucho más aire, las certezas conviven y su lectura anima a emprender “el viaje” amable, cómodo y ciertamente con un motivo común: la esperanza como objetivo y forma de vida.

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