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El caso Ovni del Lago Argentino

Los  llamados encuentros cercanos de la fenomenología Ovni aumentaron en gran medida a partir del caso Roswell, ocurrido en 1947 en Estados Unidos, en que un extraño objeto volador se estrelló con sus tripulantes en un rancho de la zona. En Argentina, uno de los casos más impactantes en ese momento fue el ocurrido en el Lago Argentino en 1950.

Por Francisco Villagrán

villagranmail@gmail.com

Especial para El Litoral

La provincia de Santa Cruz, Argentina, en el sur del país, más precisamente en Lago Argentino, fue el escenario de un interesante encuentro cercano de los denominados del tercer tipo y uno de los primeros en esa década, cuando aún no había muchos reportes de avistajes y menos de contactos. El hecho ocurrió en las primeras horas de la tarde del 18 de marzo de 1950. Su protagonista fue el estanciero Wilfredo Arévalo, quien presenció el aterrizaje de un plato volador de cerca, mientras otra nave similar se mantenía suspendida en el espacio, a baja altura, como si estuviera cuidando o vigilando a la nave que había descendido.

Cuando Arévalo observó de lejos el descenso, decidió acercarse para ver mejor de qué se trataba eso, caminó hasta ubicarse a una cuadra más o menos de distancia de la nave, lugar desde el que percibió un intenso olor, muy fuerte, parecido al del combustible quemado, un detalle bastante común en este tipo de aproximaciones y encuentros. Otros testimonios hablan de un fuerte aroma sulfuroso, como de azufre. La nave en cuestión despedía un vapor azul, a través del cual Arévalo pudo ver que su superficie era de un material que definió como aluminio o acero, por su color. Sin duda se trataba de un metal.

Observó el estanciero que mientras estuvo estacionado, parte del disco seguía girando, explicó que era la parte superior y detalló que había una cabina que parecía de vidrio, transparente y en su interior pudo observar a cuatro hombres altos, bien formados físicamente, aparentemente como nosotros y vestidos con una especie de uniforme brilloso, similar al celofán. No sabe por qué no intentó acercarse más para ver mejor y poder observar el artefacto con mayor detenimiento, pero aseguró que no sentía miedo y sí una gran curiosidad y excitación, pero lo cierto es que no avanzó más de esos cien metros. Al darse cuenta de que los estaban observando, los tripulantes del objeto apuntaron un reflector de una luz muy densa y potente hacia Arévalo y entonces la nave despegó a gran velocidad, dejando un sector con el pasto quemado, lo que después fue confirmado por otros trabajadores de la estancia y algún investigador tuvo la oportunidad de acercarse hasta el lugar, de difícil acceso, y observar in situ las huellas y el pasto quemado que el extraño objeto había dejado. Lamentablemente no se pudieron encontrar otros rastros o más detalles de este episodio, que se transformó en uno de los casos más interesantes en los inicios de la fenomenología Ovni en nuestro país.

La isla de Lobos

Otro caso impactante, pero mucho más acá en el tiempo, sucedió en la isla de Lobos, Uruguay, el 28 de octubre de 1972. Los cinco hombres encargados de cuidar el faro de 61 metros de altura  ubicado en esa isla, recibieron una visita inesperada y por cierto asombrosa. Eran aproximadamente las 10 de la noche de esa fecha indicada, cuando el cabo Juan Fuentes dejó a sus compañeros para ir a inspeccionar los generadores de la base del faro. Apenas salió, notó que había un objeto cilíndrico aparentemente estacionado o suspendido en las proximidades. Fuentes volvió de inmediato a la guarnición a buscar una escopeta en su cuarto. Se dirigió entonces cautelosamente hacia el objeto y mientras lo hacía, observó luces de color blanco, amarillo y rojo, que iluminaban una figura humanoide. Enseguida el cabo se dio cuenta de que había otras dos figuras que descendían de lo que no dudó en catalogar como un plato volador. Era un tipo decidido y sin miedo y a unos escasos metros del objeto, levantó su arma y apuntó, listo para disparar. Pero los extraños seres se lo impidieron, Fuentes no sabe qué pasó, lo cierto es que se quedó como paralizado, no pudo apretar el gatillo. Los seres  volvieron entonces a ingresar al interior del Ovni, que comenzó a elevarse hasta que desapareció a gran velocidad.

Fuentes volvió al  lugar en que estaban sus compañeros, con la impresión en su cara y les dijo simple y sencillamente que había visto un plato volador. Sus compañeros eran hombres prácticos y algo descreídos, por lo que no se mostraron demasiado entusiasmados con su  historia. Más aún, ensayaron algunas bromas que abandonaron de inmediato al darse cuenta de que su compañero estaba con una fuerte impresión. La intención del cabo era contar el episodio a los medios, pero antes de hacerlo, se lo confió a un oficial suyo de más rango, quien sí lo tomó en serio y se lo transmitió a miembros del personal de la Embajada de los Estados Unidos. A raíz de esto tomó intervención el grupo investigador Ciovi, cuyos miembros, con ayuda profesional de médicos y psiquiatras, sometieron al testigo a una intensa sesión de tests psicológicos, que duraron unas nueve horas y confirmaron que sus afirmaciones eran creíbles.

Pero pese a los estudios, la realidad de lo sucedido y todos sus detalles permanecen aún en lo más profundo de la mente del cabo Fuentes, quien vio marcada su vida en un antes y un después de este hecho.

 Se dice que tuvo luego otros avistamientos y también contactos, pero se negó a relatarlos en detalles y mucho menos a someterse a nuevas sesiones de estudios. No quiso contar más nada relacionado al tema, ya que estuvo temeroso de que pueda sucederle algo a él o a su familia, a raíz de la advertencia que le hicieron los miembros del equipo investigador norteamericano, quienes le aconsejaron que no hable más de la temática con nadie, para evitar posibles problemas laborales y psicológicos. Lo que se dice una “apretada” de las autoridades. Lo habitual que se les hizo a los testigos importantes de encuentros Ovni.

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