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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Argentina y el mundo pospandemia

Eugenio Diaz Bonilla

Publicado en clarin.com

Cómo será el mundo luego de la pandemia y qué puede hacer nuestro país para recuperar el desarrollo económico y social en ese contexto? Esta crisis va a pasar (millones de científicos están trabajando en los test, tratamientos y vacunas que permitirán funcionar al mundo). Pero el impacto de la pandemia y sus consecuencias seguirán, y deben analizarse en relación con tendencias globales preexistentes.

Voy a mencionar solo cuatro, con las posibles conclusiones para Argentina (dejo para otro momento el tema crucial de la recuperación social luego de la pandemia).

El primer punto es que la demanda de alimentos venía creciendo a tasas más lentas que en el pasado, con menor énfasis en la cantidad de calorías, y con una mayor orientación a la diversidad, calidad, inocuidad, salud y sostenibilidad ambiental.

En un mundo, en el que, al menos antes de la pandemia el número de obesos superaba al de desnutridos, van a seguir incrementándose las preocupaciones alimentarias ligadas a la salud.

Argentina está concentrando su producción en unos pocos productos primarios, sin mucha diferenciación en términos de calidad e impacto sobre la salud.

Nuestro país tiene una enorme capacidad humana y de recursos naturales para producir esa variedad y calidad, dinamizando no solo la pampa húmeda, sino también las economías regionales.

Para ello se necesita un marco macroeconómico con un tipo de cambio ajustado por la inflación que sea competitivo y estable (no sujeto a las tradicionales fijaciones y explosiones del tipo de cambio nominal), con retenciones calibradas para generar diversidad y valor agregado, e inversiones en ciudades intermedias, logística (especialmente trenes), riego, y ciencia y tecnología. La segunda tendencia es la transición energética, producto de un acelerado cambio tecnológico en fuentes renovables. El avance del gas y petróleo de esquisto cambió la ecuación energética mundial.

Pero en los últimos diez años una revolución tecnológica aun más radical (ligada a las preocupaciones por el cambio climático) está bajando el costo de la energía solar y eólica a rangos competitivos con la energía fósil. Esto, junto con la gran expansión de vehículos eléctricos, ponen claramente un límite al potencial de desarrollo de Vaca Muerta y los biocombustibles tradicionales.

La pandemia (mediante la restricción de movimientos y la mayor digitalización) ha alterado aún más la matriz energética de nuestras sociedades. Deberíamos acelerar la transición hacia fuentes no fósiles (incluyendo solar, eólica, hidráulica y nuclear) para las cuales Argentina tiene altas capacidades humanas y naturales, insertando nuestra industria en las cadenas de producción relacionadas con esa transición energética. La tercera tendencia es la ya mencionada digitalización global, que estaba avanzando antes de la pandemia y que se aceleró exponencialmente desde la misma. Nuestro país tiene sistemas anticuados de información y realización de trámites en bancos, administración pública, protección social, sistema impositivo, educación, y salud, que podrían hacerse mucho más baratos y eficientes con la digitalización.

Obviamente, se necesitan inversiones en infraestructura de comunicaciones, y mejores instituciones y gobernanza del manejo de datos privados. La cuarta tendencia es la desglobalización y la fractura de las cadenas productivas internacionales. En las últimas décadas, la incorporación a la economía mundial de países en desarrollo, especialmente asiáticos, y en particular China, significó, de acuerdo con el FMI, la cuadruplicación de la oferta laboral mundial.

Esto permitió sacar a millones de individuos de la pobreza en el mundo, pero también afectó el empleo de sectores importante de las clases medias de los países desarrollados, generando la actual revuelta contra la globalización.

El ascenso de China fue propiciado por gobiernos en EE. UU. y Europa con la expectativa de hacer de ese país un socio responsable del sistema internacional y la idea de que el avance de la clase media iba a democratizar su sistema político.

Argentina debe tratar de insertarse en la nueva división internacional del trabajo basándose en su capacidad de ciencia y tecnología (p. ej.: medicinas, equipos médicos, energías no renovables, autos eléctricos). Nuestro país ha vivido una tensión permanente entre expectativas y posibilidades, tensión que explota a mediados de los 70 (cuando empieza realmente nuestra decadencia) y que, aunque atenuada desde la democracia, aún no está resuelta. Esa tensión ha llevado a una gran volatilidad política y económica y al terrible aumento de la pobreza. Esta pandemia es una tragedia, pero también nos da una oportunidad para trabajar por la unión nacional, alineando adecuadamente el desarrollo, la macroeconomía y las instituciones ¿Seremos capaces?

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