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Consumo vs. Exportación: una balanza que sólo puede equilibrar la productividad

Tras un nuevo salto en las exportaciones de carne vacuna exportada en mayo, vuelve a aparecer en escena la idea del ‘saldo consumible’, es decir el saldo de oferta que queda para el consumo interno una vez cubierta la exportación. En el caso del mes de mayo, con exportaciones trepando a las 84,5 mil toneladas de res con hueso, la oferta disponible para el mercado doméstico se redujo a 175 mil toneladas que, en su equivalente per cápita, implica un consumo promedio de 45,4 kilos anuales, el más bajo desde que se llevan registros para ese mes.

Claramente, detrás de este fenomenal salto se encuentra China que, pese a los temores del mercado en relación a su ritmo de recuperación y a su presión negociadora, ha comenzado a comprar enormes volúmenes de carne. Tan solo en el mes de mayo llevó desde Argentina unas 75 mil toneladas explicando el 89% del total embarcado. Con tal nivel de participación, la tendencia que marque China en cuanto a necesidad de abastecimiento, es hoy por hoy el horizonte sobre el cual debemos trabajar.

En este sentido, no cabe ninguna duda que más allá del Covid-19, el problema de fondo que enfrenta China sigue siendo el enorme descalce generado por la Peste Porcina. De acuerdo a las últimas proyecciones publicadas por el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA), para 2020 la producción local de carne de cerdo de China alcanzaría 36 millones de toneladas frente a los 54 millones logrados en 2018, previo a la irrupción de la peste. Es decir, el faltante de carne de cerdo que aún enfrenta China rondaría los 18 millones de toneladas. Desde entonces, las importaciones de carne de cerdo, vacuna y pollo solo lograron incrementarse en menos de 5 millones de toneladas, proyectándose para este año unos 7,9 millones, entre los tres tipos de carne.

Las importaciones de carne vacuna son estimadas por el organismo en 2,6 millones de toneladas para este año. Bajo este horizonte Argentina se posiciona frente a una enorme oportunidad de crecimiento en materia de exportaciones, siendo junto con Brasil los únicos países capaces de lograr un salto cuantitativo en producción.

Aumentar la producción es precisamente el mayor desafío que enfrenta Argentina si se propone tomar esta oportunidad sin caer en la histórica tensión del tándem exportación-consumo. Crecer en producción implica lograr mayor volumen de carne por animal en stock, es decir aumentar la productividad del rodeo nacional, actualmente situado en 54,5 millones de cabezas.

El punto clave aquí es no confundir productividad con extracción. Cada rodeo tiene su propia tasa de extracción de equilibrio esto es, el nivel de faena que admite un rodeo sin llegar a afectar el stock final. Como es sabido, esta tasa de equilibrio depende no solo de la tasa de destete lograda (terneros/vacas) sino también del porcentaje de vientres productivos en el rodeo total. En definitiva, de la capacidad de reposición de esa faena.

En nuestro país, con 23 millones de vacas en stock que representan el 42% del rodeo nacional y una tasa de destete pasando del 63% al 65% tras una fuerte liquidación de vientres improductivos durante el último ciclo, esa extracción de equilibrio si ubica en torno al 25% del stock. En períodos de mayor retención, donde el número de vientres tiende a aumentar su participación, aun manteniendo la tasa de destete, ese porcentaje de equilibrio tiende a crecer por mayor capacidad de reposición de terneros. Lo opuesto sucede en períodos de liquidación.

Precisamente el año pasado, tras registrarse una elevada faena de vacas con destino a China, el stock de esta categoría a fin año se redujo en unas 560 mil cabezas. Llamativamente el número de terneros registrados a esa fecha no se redujo, por el contrario, se incrementó en 110 mil cabezas logrando 14,96 millones de terneros. Esta particular relación podría explicarse por el tipo de vientres que llegaron a faena, en general vacas del llamado ‘descarte’, ya sea por edad o baja productividad.

Tal como mencionábamos en el Lote de Noticias de la semana pasada, la faena del primer semestre resultó muy elevada. Con 6,8 millones de cabezas, se posiciona en un 5,6% más que la de igual período del año pasado. Asumiendo que el comportamiento de la faena mantendrá su patrón ‘normal’, con un segundo semestre aún superior, es altamente probable que este año la tasa de extracción termine excediendo el nivel de equilibrio.

Es por ello que al momento de pensar en la necesidad de crecer en producción, el trabajo no debe limitarse a incrementar la faena. El otro aspecto clave sobre el cual se debe trabajar de manera consistente es en aumentar el peso medio de dicha faena. Actualmente, el peso medio de la res a gancho es de 224 kg, unos 25 a 30kg menos que Uruguay.

Si bien es cierto que la mayor proporción de vacas tipo conserva o manufactura que aun llegan a faena es alta y esto reduce el peso medio de la res, existe un gran desafío de la ganadería argentina por aumentar el peso de los novillos, novillitos y vaquillonas que se producen en nuestros campos.

Asumamos por un momento que nuestro peso medio de faena fuese hoy de unos 25kg más por animal a gancho. Sin alterar la tasa de extracción, esto es manteniendo una faena de 14 millones de cabezas, obtendríamos unas 350 mil toneladas más de producción de carne, pasando de 3.150 a 3.500 mil toneladas de producción anual. Con estas cifras el consumo doméstico estaría perfectamente abastecido con 2.300 mil toneladas -equivalente a unos 51 kg per cápita- quedando un ‘excedente’ exportable de 1.200 mil toneladas.

Paralelamente, aumentar el peso medio de la res tenderá a unificar la brecha existente entre el tipo de animal que abastecer uno y otro canal, brindando mayor flexibilidad para adaptarse a cambios inesperados en la demanda como los que hoy estamos transitando.

Romper con el tándem exportación-consumo es el gran desafío de la ganadería argentina en los próximos años y no puede dejar de abordarse sin poner un foco muy consiente en temas de productividad.

 

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