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La inflación argentina: inmune a la depresión y al coronavirus

Por Ezequiel Burgo

Publicado en clarin.com

La sensación de a ratos es que la economía argentina está sentada sobre un volcán. Y que los ríos de lava serán remarcaciones y aumentos de precios cuando los descongelamientos se generalicen. Ayer, la inflación que publicó el Indec (junio) pareció dar un aviso: fue 2,2% cuando muchos esperaban 1,8%. Pero, además, resultó más alta que mayo. La tasa general mostró una aceleración (el mes previo había dado 1,5%) y la medición denominada núcleo o core (el ritmo al que aumentan los valores de los bienes cuyos precios no son regulados por el Estado) también aumentó (2,3% vs 1,6% en mayo). Todo esto en un contexto donde la economía operó estancada según una medición de la Uade. ¿Por qué la inflación no cede si la demanda se desplomó?

Muchos dirán que es por la continua emisión de pesos para financiar el aumento del gasto público. Pero eso no es del todo exacto porque el impacto del aumento de la oferta monetaria opera con rezago. También hubo un aumento de la demanda de pesos por motivos reales y especulativos (en el primer semestre las tasas de interés pasivas, pese a que bajaron, le ganaron a la inflación) y eso quitó presión a los precios. Argentina ya ensayó la fórmula del crecimiento cero de la base monetaria y no anduvo: terminó con una inflación de 55%.

Los precios en Argentina no parecen ser sólo a prueba de monetarismo y coronavirus. El 2,2% de junio ocurrió con precios congelados, naftas sin moverse, caída en la velocidad de circulación del dinero, paritarias contenidas y tarifas sin aumentos. ¿Y entonces?

En la Argentina hay inercia. Si al dueño de un local de ropa le tocó justo ajustar los precios en junio después de no haberlo hecho desde diciembre, ¿qué hará? ¿esperar? No. Sube el costo más o menos lo que fue la inflación del período: 13,6%. La prioridad para un empresario en medio de una crisis -y sin acceso al crédito- es que cierren sus números para sostener el negocio. Un cliente se recupera.

De este modo, las personas y las empresas reaccionan en contextos así firmando acuerdos indexados (a algún índice) y, poco a poco, la inercia se extiende. Si la inflación aumenta, los contratos se acortan. Poco importa que la actividad caiga 20% anual en el segundo trimestre según una estimación de Fausto Spotorno para los precios entonces.

Pero existe otra razón por la cual persiste la inflación alta. En ocasiones los gobiernos pueden tener incentivos a mantenerla -o no bajarla rápidamente-, porque es la vía para obtener recursos por la emisión monetaria (más si no tienen acceso al mercado). Por ejemplo, si un país tiene un gasto en pesos del sector público alto, tal vez le convenga sostener una tasa de inflación elevada y así reducir su valor real en el tiempo. Licuándolo. Emmanuel Alvarez Agis, ex viceministro de Economía de Cristina Fernández y director de la consultora PxQ, dijo esta semana que “si la política económica administra las discusiones de una manera racional, estaremos ante la posibilidad de converger a una inflación de menos de 30% y, paulatinamente, buscar quebrar la barrera de 20%”.

La inflación este año será más baja que la de 2019. Pero en los próximos meses probablemente haya una aceleración producto de los descongelamientos (aun con el arreglo de la deuda). En seis meses la inflación fue 13,6%. Eco Go espera una cifra de 40% anual para diciembre. O sea faltan 27 p. p. para la segunda mitad. Por ahora la inflación argentina es inmune a todo. Antes y después del covid.

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