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El contenido inexpresable de la música y de la vida

Angélica llegó a Gante (Bélgica) un día frío de septiembre de 2017, cuando comenzaba el otoño en Europa, con el objetivo de estudiar en el conservatorio que, por suerte, quedaba a la vuelta de su nueva casa. El frío, pero sobre todo la nieve en la ciudad medieval la atrapó de inmediato, aunque no tenía tiempo para paseos porque las jornadas de estudio eran intensas en las aulas o en su casa. El nivel de exigencia es alto allí y no quería descuidos en algo que había soñado hacer durante mucho tiempo.

Por Carlos Lezcano

Especial para El Litoral

Angélica llegó a Gante en septiembre de 2017. Los días comenzaban temprano y muchas veces recién terminaba a las 22, cuando ya habían cerrado casi todos los negocios, aun los de alimentos, que son habitualmente los que atienden hasta más tarde. El trayecto de regreso a su casa era breve, muy agradable y lo disfrutaba cada vez. Así pasaron los meses entre su casa y el conservatorio, hasta diciembre, cuando el clima navideño inundó la ciudad y se instaló una feria cerca de su departamento que ofrecía por igual regalos pequeños o árboles naturales, mientras caía la nieve frente a sus ojos asombrados y la música sonaba en las calles del invierno belga. 

En realidad, esta historia comenzó en Buenos Aires hace años, cuando su hermana Mariela, música también, le dijo un día: “¿Por qué no estudiás clarinete histórico?”. Después compró su primer instrumento antiguo, empezó a averiguar dónde y cómo realizar el sueño que comenzó a materializarse cuando pudo viajar a Bélgica, donde se quedó un año. En 2018 se mudó a La Haya (Holanda), una ciudad a solo dos horas de viaje en tren; la idea era empezar un nuevo master en el Koninklijk Conservatorium enfocado en materias que están relacionadas específicamente con la música antigua. 

El conservatorio es uno de los más antiguos de Holanda, inaugurado en 1826, donde Angélica se especializó en clarinetes históricos que se tocaban en el siglo XVIII o principios del siglo XIX, y corno di bassetto, un pariente de clarinete.

En La Haya vive en un barrio de mayoría turca donde, sin embargo, todos hablan holandés, el noventa por ciento de las mujeres son musulmanas y llevan puesto la tradicional burka. Angélica tiene el pelo negro y no lleva pañuelo, y a veces, solo a veces, se siente observada porque claramente es una excepción en ese lugar de mujeres musulmanas respetuosas de las costumbres, pero es conciente también de que vive en un lugar donde la diferencia es respetada.

El barrio es tranquilo, sin robos, sin acosos callejeros, económico para estudiantes como ella y cerca del centro, a quince minutos en bicicleta, el transporte elegido por la mayoría de la gente. 

“Siempre ando en bici, con lluvia o nieve”, me cuenta, y recuerda que en Corrientes, cuando llovía, no podría salir porque vivía en un barrio que no tenía asfalto.

Ahora solo se trata de montarse a la bicicleta, ponerse un traje impermeable y marchar de su casa desde la calle Wouwermanstraat al conservatorio, algo común ya que en Holanda existe un poco más de 23 millones frente a una población de 17 millones de personas. Allí, el primer ministro Mark Rutte llega a los edificios del Binnenhof, el castillo gótico en el corazón de La Haya, sede del parlamento holandés, pedaleando como cualquier otro ciudadano, sin custodios.

Después de varios meses en La Haya, le encontró el sabor y el ritmo a esta ciudad costera del mar del Norte porque el ámbito profesional y cultural es propicio para seguir perfeccionándose a pesar del clima, el viento frío, donde decidió quedarse “por lo menos por un tiempo”.

Angélica, como sus cuatro hermanos, fue al Instituto de Música de Corrientes desde niña; a fines de los noventa terminó su bachillerato y después se recibió de maestra de música. Con una beca de la Fundación Antorchas realizó unas capacitaciones en Buenos Aires y se dio cuenta de que ese instrumento la acompañaría toda la vida, pero lo que aún no sabía es que la llevaría tan lejos.

En algún lugar de la memoria Angélica guarda el recuerdo de los días cuando caminaba las tres cuadras de tierra de la calle Benito Lynch en el barrio Anahí, de Corrientes, hasta la avenida Armenia para tomar el colectivo que la dejaba cerca del Instituto de Música. Sus padres, Eleuteria y Alejo, siempre acompañaron a sus hijos en la decisión de estudiar música y con esfuerzo compraron sus instrumentos, desde un piano al clarinete, tal vez porque por sus venas también corría sangre musical.

Escribir la entrevista es intentar captar la esencia de lo que me cuenta Angélica por WhatsApp durante varias semanas; es acercarme levemente a ese universo musical conmovedoramente inactual, entrañable. Es, en definitiva, escuchar a la distancia el sonido de un instrumento de otro tiempo.

Lo que sigue es una conversación acerca del instrumento, su sonido, la música y el contenido intangible que produce. 

Daniel Baremboim dice, en el libro “El sonido es vida. El poder de la música”, que es imposible hablar de la música; sin embargo, acepta el desafío de intentar lo imposible aunque sea una aventura condenada al fracaso, que “no solo es tolerable sino esperado”.

La nota busca contar algo de eso y “trazar algunas conexiones entre el contenido inexpresable de la música y el contenido inexpresable de la vida” (Baremboim). 

—¿Cuándo nace este instrumento histórico?

—Nace a mediados de 1700 como parte del periodo final del Barroco, y lo hace en familia, como las flautas dulces, en consort. Encontramos en esa época el chalumeau soprano, alto, tenor y bajo.

El chalumeau soprano es verdaderamente chiquito, mide unos 20 centímetros, en aspecto es muy parecido a la flauta dulce, posee dos llaves (el resto solo agujeros), y en la boquilla, una caña pequeña que se la ata con una cuerda. Esta manera de sostener la caña a la boquilla (con el cordal) se mantendrá durante todo el siglo XVIII y parte del XIX, durante el desarrollo del clarinete clásico. Un dato curioso es que los alemanes aún hoy continúan con esta tradición de usar un cordal para sostener la caña en la boquilla del clarinete; en el resto del mundo se usa una abrazadera (las hay en distintos materiales). Lo mismo pasa con el resto de los otros chalumeaux, que a medida que suenan más grave son más grandes.

Los constructores de vientos en esta época no se especializaban en la construcción de un solo instrumento, sino de todos los que podían construir; así es que podemos encontrar algunos realmente famosos en Alemania y Austria, que en plena experimentación, para mejorar aspectos o inventar un nuevo instrumento, el alemán Johann Christoph Denner, el creador del clarinete, llevó al chalumeau a un nivel más de experimentación: el chalumeau solo tiene la capacidad de sonar una octava en el registro grave. La necesidad de los compositores y, tal vez, el pedido de los instrumentistas, se ha hecho posible cuando Denner logra un nuevo instrumento con las mismas características del chalumeau pero con la capacidad de poder sonar también en el registro agudo, gracias a la expansión del tubo y el agregado de una campana. A este nuevo instrumento lo llamó clarinetto, que deriva del nombre de la trompeta (clarino) por su especial característica de sonar en el registro agudo. Este clarinetto barroco sedujo a compositores barrocos como Vivaldi en su Concerto para dos oboes, dos clarinetes en Do mayor, por nombrar un ejemplo.

—¿Cómo es la afinación del instrumento?

—Actualmente la afinación en general de los instrumentos de viento históricos está dividida en instrumentos barrocos que tocan en una afinación en 415 (chalumeau y clarinete barroco), los instrumentos clásicos en 430 (clarinetes clásicos y románticos tempranos), y los instrumentos de la segunda mitad del siglo XIX en general usan la afinación de 438-440 (clarinetes que ya se parecen a los actuales, de madera, en color negro).

La distintas afinaciones (muchas otras afinaciones más que las que nombré), históricamente hablando, están directamente relacionadas con las afinaciones que variaban de corte en corte. Más tempranamente, con la afinación que tenía el órgano y luego la afinación que los instrumentos de viento tenían (todos iguales dentro de una misma corte), por ejemplo en 432 o 390. En el caso de los instrumentos de cuerda, la afinación estaba sujeta a lo que los vientos tocaban porque, a diferencia de la cuerda, la afinación de los tubos nos es tan móvil. Volviendo a los clarinetes históricos, por cada afinación, para poder abordar el repertorio barroco, es ideal contar con al menos 4 chalumeaux, un clarinete barroco en Do y un clarinete barroco en Re, todos estos en afinación 415.

En cambio, para abordar repertorio del periodo clásico es necesario contar con clarinetes clásicos de 5 o 6 llaves en Do, La y Si bemol en 430.

Para seguir la línea de tiempo histórica, a finales del siglo XVIII hasta casi mediados del siglo XIX ya será necesario contar con clarinetes de entre 10 y 12 llaves en Do, La y Si bemol, también en afinación 430.

Antes mencioné al clarinete actual de madera de color negro, pero entonces, ¿cómo era el aspecto o de qué color eran o son estos clarinetes históricos? Tanto los clarinetes originales como las réplicas de hoy en día, se construyen en una madera muy liviana y flexible de color muy claro que se llama boj. En esta madera se construyen no solo los clarinetes, sino también los traversos y oboes.

—¿Cuándo el clarinete pasa a ser parte del staff de la orquesta?  

—El clarinete clásico es el que va a salvar toda la historia del repertorio orquestal del clarinete, ese clarinete de 5 o 6 llaves. Uno de los compositores famosos fue Johann Stamitz, que lo introdujo en la orquesta. De ahí en más, Mozart lo va a conocer y a incorporar a su repertorio tardío, sintiéndose un poco arrepentido de no haberlo conocido antes, como le dice en una carta a su padre Leopold.

—¿Qué te pasó cuando empezaste a estudiar el instrumento histórico?

—Uno entiende por qué estaba escrita la música como estaba escrita en ese momento, la madera con la que está construido este tipo de clarinete permite que uno pueda hacer muchos colores con el sonido cuando uno sopla; la boquilla también es de madera, hay notas que suenan más, otras que suenan menos, y se crea una amplia gama de sonoridad y colores.

El clarinete moderno es un instrumento con otro tipo de madera, los antiguos, en principio, se construían en ébano, después se construyeron de una madera africana; fuerte, dura, no es tan fácil de quebrar, tiene de 17 a 21 llaves y está perfeccionado, y logra que con un instrumento puedas tocar todas las tonalidades. La sonoridad del clarinete actual es más pareja ya que no hay “notas buenas y notas malas”. Este sería, en principio, el gran concepto del romanticismo en adelante. El instrumento llevado a la “perfección de sonar todo igual y parejo”. En la orquesta ya se seguirá con la tradición de tocar en pares (dos clarinetes, dos oboes, dos flautas, dos fagotes en la sección de viento madera) y la cantidad de clarinetes disminuye a solo dos tonalidades: el clarinete en Si bemol y el clarinete en La.

—¿Qué logra este tipo de instrumento que no logra el moderno?

—Una sonoridad distinta escuchada en un ambiente pequeño. Es un instrumento que no suena tan fuerte como el clarinete moderno, porque el mundo era diferente y porque no había tantos ruidos como hoy. Pensemos que no había electricidad o parlantes, o ruidos de autos, o cualquier tipo de ruido que hoy en día tenemos. Los instrumentos de esta época se utilizaban para tertulias, conciertos en salones, en la corte, y también al aire libre en sextetos u octetos de viento. Pero no hay que olvidar que para nosotros, hoy, con tanto ruido en el exterior, el instrumento suena menos que el instrumento actual, pero en el siglo XVIII era totalmente diferente.

—¿Qué se siente tocar en una orquesta de instrumentos históricos?

—La increíble sonoridad, los colores de los instrumentos, que es una de las cosas fundamentales y me fascina; las notas que se escuchan diferente, la afinación es más baja, no se tocan a 440 o 442, los instrumentos del período clásico  en la orquesta tocan en una frecuencia de afinación de 430, que para el oído humano la vibración es más baja; es increíblemente mucho más agradable escuchar esta frecuencia. Además, los otros instrumentos también tienen sus características; por ejemplo, las cuerdas (hablo de violín, viola, violonchelo y contrabajo) son de tripa, cambia muchísimo la cuerda de tripa en una sonoridad en familia de cuerdas; en combinación con estos instrumentos, es la combinación perfecta. El oboe también tiene, igual que el clarinete, de pocas llaves, está hecho de la misma madera; la flauta traversa también en madera, todo es muchísimo más cálido. 

Cuando uno estudia estilo, estudia qué significan las ligaduras y cómo se interpretan, qué significa tocar piano o tocar fuerte, los contrastes que tiene que haber, los diminuendos. Cuando uno toca un instrumento moderno no es lo mismo, simplemente porque no es lo mismo, las inflexiones y el fraseo, o cuando toda la orquesta lo hace, porque todos los instrumentos están adecuados a poder tocar de esta manera y todo suena maravilloso. 

Un instrumento moderno nunca va a poder llegar a poder sonar así, lamentablemente no porque está hecho para tocar otro tipo de música más moderna, del periodo romántico tardío en adelante, y la sonoridad que se busca ya es otra, de articulaciones, fraseos, inflexiones dinámicas, de un modo diferente. Los clarinetes modernos ya están adaptados a las necesidades de los compositores y músicos de esta época. 

—¿Cuáles son tus compositores preferidos?

—Mozart, pero hay un compositor de finales del XVIII que es Bernhard Henrik Crusell que me gusta. Es un compositor que hizo mucha música para concierto para clarinete solista y orquesta, y música de cámara. Johann Georg Heinrich Backofen es uno de mis favoritos. Es alemán, clarinetista y también tocaba el corno di bassetto. Es uno de los referentes en la escritura de conciertos y música de cámara para el corno di bassetto, además escribió un tratado, que si bien es muy breve, fue suficiente porque es lo único que nos queda. Nos quedan solamente dos tratados de corno di bassetto, uno es del inglés John Mahon (ambos tratados del 1800) y este compositor que fue además múltiple instrumentista, virtuoso del clarinete, del corno di bassetto, flauta traversa y arpa, es también uno de los referentes más importantes en el arpa histórica, porque ha escrito tratados para arpa y es el iniciador del arpa a pedal. El es uno de mis referentes en mi tesis de master en clarinete histórico.

—¿Planes para el futuro?  

—En total relación con mi tesis escrita y publicada en la website Research Catalogue, tengo el proyecto de hacer una grabación de la música de Backofen, dado que hay muy poca referencia de versiones en interpretación histórica. Está pensado para los meses de septiembre y octubre del 2020, quizás un poco antes. La idea, en principio, será grabar dos obras de este compositor: una es un Duo concertante con arpa y corno di bassetto, y la segunda obra es un Quinteto para dos violines, viola, violoncello y corno di bassetto. Son dos piezas muy bonitas.

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