Malvinas, esa causa que nos señala el camino de la unión y las políticas de Estado

Por Pedro Braillard Poccard                                                          

Senador Nacional por Corrientes,

Juntos por el Cambio/Encuentro por Corrientes

Estamos a menos de dos años de que se cumplan cuatro décadas de la gesta de Malvinas. Una causa en la que la vecina provincia de Chaco y Corrientes tienen el honor de haber aportado más hombres y que, con matices, nos convoca a todos los argentinos sin distinciones. Algo inusual para un país lamentablemente escindido en muchos aspectos por puntos de vista con diferencias que parecen insalvables. Pero es justamente el consenso monolítico que existe sobre el reclamo de nuestras islas del Atlántico Sur el que logró, en la semana que concluyó, dos hechos que podemos catalogar de históricos por sus alcances y porque coronan una política de Estado que trascendió y unió en su objetivo a gobiernos nacionales de muy diferente signo político.

Hablamos de la votación en el Senado nacional para el establecimiento de la nueva demarcación del límite exterior de la plataforma argentina y de otra que avala la creación del Consejo Nacional de Asuntos Relativos a las Islas Malvinas. Ambas iniciativas contaron con un absoluto consenso, lo que habla de ese amplio respaldo alcanzado en un tema que inmediatamente aglutina voluntades de todo el país, pero lo que nos interesa resaltar especialmente en esta nota es también la importancia estratégica, política, económica, cultural y geopolítica que es inherente a las cuestiones tratadas.

La demarcación definitiva de la plataforma marítima trae consigo nada más ni nada menos que la incorporación a la soberanía de nuestro país de 1.700.000 kilómetros cuadrados de mar, subsuelo e islas del continente antártico. Estamos hablando de una de las regiones del planeta con más biodiversidad, calidad ambiental y recursos naturales (hidrocarburos y otros minerales) que serán claves para la sostenibilidad de la humanidad toda. La Argentina ha dado sobradas muestras de su espíritu de conservación criteriosa de esta riqueza, con lo cual da certezas al mundo de que semejante reserva queda en buenas manos.

Por otro lado, la consolidación de nuestra soberanía sobre una amplia porción de Océano que se proyecta hacia la Antártida, le confiere a nuestro país una mayor solidez en sus derechos sobre el continente blanco. La Argentina fue uno de los 12 miembros que firmó el Tratado Antártico el 1° de diciembre de 1959 y ha sostenido su presencia ininterrumpidamente allí desde hace más de un siglo. La nueva demarcación también es una continuidad de ese enorme trabajo y, del mismo modo, también llama a ampliarlo… Porque ahora deberá ejercerse soberanía efectiva sobre esa amplísima superficie y esto no será posible con los recursos disponibles actualmente.

Los nuevos límites oceánicos de la Argentina exigirán un poder de resguardo acorde. Se plantea ahora, entonces, la necesidad de dotar a las fuerzas de defensa nacional con los recursos necesarios, y más aún luego de la pérdida de los 44 héroes del ARA San Juan y de esa nave. Como expusimos, es un área de potencial económico y estratégico incalculable por lo que todo esfuerzo para afianzar nuestra presencia no será en vano. No sólo por un criterio rentístico sino por la honra que merecen las mujeres y hombres que dieron su vida y trabajaron por hacer efectiva nuestra presencia en el Mar Argentino y nuestros territorios insulares y antárticos.

Esta demarcación comenzó en 1997, en el gobierno del doctor Carlos Menem, con la creación de la Comisión del Límite Exterior de la Plataforma Continental (Copla). Su riguroso y elogiado trabajo científico multidisciplinario de este ente continuó con los gobiernos de los presidentes Fernando De la Rúa, Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner, Cristina Fernández y su conclusión se concretó durante la presidencia de Mauricio Macri. Es ahora un gobierno de otro sello político, el de Alberto Fernández, el que impulsa su estatus legal. De esto hablamos cuando anhelamos “políticas de Estado” para nuestro país. De esto hablamos cuando instamos a encontrar consensos básicos para bien de nuestra nación y nuestro pueblo que perduren más allá de la orientación política de los gobiernos de turno.

El de la demarcación de la plataforma marítima es un ejemplo que, como vimos, tiene una importancia enorme en múltiples aspectos. ¿Cuánto más se lograría replicando este ejemplo en decenas de temas que son urgentes desde hace décadas? Nos preguntamos (si se nos permite el contrasentido).

En el caso del Consejo Asesor para las Islas Malvinas su carácter, afortunadamente, es similar. Consenso, continuidad, seriedad y jerarquía técnica y amplia diversidad de representación son sus características. En estos casos tan sensibles, logramos como nación pasar de la declamación de “unidad” como una expresión de deseo errático, a un trabajo palpable, fructífero y que generó una satisfacción que no sabe de diferencias políticas o de pensamiento. Con toda humildad, creo que ese es el camino que ojalá se haya iniciado con estos primeros pasos.

Por último, quiero remarcar que las cuestiones de límites para nada están ausentes en la agenda legislativa nacional, que aún con las limitaciones impuestas por la pandemia, sigue muy activa. Y es por eso que insistiremos con el reclamo al Gobierno nacional para que a través de la Cancillería se realicen todas las gestiones que amerite la resolución del conflicto limítrofe con la hermana República del Paraguay en torno a las aguas de la Isla Apipé. Seguramente lograremos para esta cuestión la misma unidad de acción que expusimos en estas líneas.