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Para Piñón, la cultura es el cimiento de la civilización que sustenta a un país

Una de las principales figuras de las letras latinoamericanas contemporáneas participará de la Feria Provincial del Libro. Antes, desde su casa en Río de Janeiro, dialogó con El Litoral. 

Por Ramón Alfredo Blanco

Especial para El Litoral

Nélida Piñón es una mujer fascinante. Nacida en Río de Janeiro, en el seno de una familia gallega, desde pequeña tuvo conciencia de dos situaciones que la marcarían de por vida: era hija de dos culturas, y que sería escritora.

A la literatura dedicó su vida con pasión. Y a la “majestad de la lengua portuguesa”, a la que nunca renunció. 

“La noción del origen fue fundamental en mi existencia. Yo percibí, niña aun, que era hija de dos culturas y que, por lo tanto, me beneficiaba de las dos y sería castigada por una concepción estrecha del mundo. En mi caso, esas dos culturas, la brasileña y la española, se unieron y me proyectaron en el mundo”, nos reconoce en la entrevista.

La apertura al mundo le fue dada por sus padres, Carmen y Lino. Fue su padre quien le abrió una cuenta en la librería para que pudiera elegir los libros con total libertad. Las aventuras del alemán Karl May le dieron alas, y a los ocho años se proclamó escritora. “Yo quería ser Simbad, el marino, y navegar los siete mares”. Estaba convencida de que el autor vivía las historias que escribía y así se prometió no dormir más de dos noches seguidas bajo el mismo techo.

Hoy es una académica, escritora e intelectual iberoamericana consagrada, con más de veinte obras publicadas en casi treinta países. Galardonada con los premios literarios más importantes del mundo, como el Juan Rulfo y el Príncipe de Asturias; es detentora de condecoraciones oficiales, de títulos Honoris Causa, y miembro de instituciones de relevancia como la Academia Brasileña de Letras, donde llegó a ser la primera mujer en el mundo en presidir una Academia Nacional de Letras. 

En la décima edición de la Feria Provincial del Libro, adaptada a los tiempos actuales, será la encargada del cierre, el próximo 18 de julio. Antes la entrevistamos desde su casa, en Río de Janeiro, donde está recluida. 

—Nélida, ¿cómo está y cómo está viviendo esta cuarentena?

—Estoy bien, ya terminé mi nueva novela “Un día llegaré a Sagres”, y estoy avanzando en otro libro sobre Gravetinho (Astillita, su perrito, que murió hace dos años): “Gravetinho, el Emperador”. Estoy bien, obediente, con buen humor, con coraje como todos y esperanzada de que esto termine pronto. Esta vez el sufrimiento humano es universal, sin distinciones. Creo que está siendo una gran enseñanza para mucha gente. 

—Brasil transita una época particularmente turbulenta, ¿no es cierto? Y si nos referimos a la cultura y el Estado, con el reciente paso de Regina Duarte por la Secretaría de Cultura, realmente es alarmante.

—Hay una incompatibilidad muy grande entre quien piensa y el Estado, que tiene sus intereses y puede sacrificar a quien sea en nombre de esos intereses. El Estado no es amigo del pensamiento, de la creación literaria. Lo que debemos hacer es fomentar nuestra defensa y fortificar nuestro espíritu. El país se sustenta en la civilización y la cultura es el cimiento de la civilización. Es necesario que Brasilia, que la presidencia, entienda que el Brasil ya avanzó mucho en su historia para retroceder.

—Recientemente murió Rubem Fonseca, uno de los grandes autores del continente y muy amigo suyo. ¿Cómo lo recuerda?

—Un amigo muy respetuoso con una sólida formación moral, en el mejor sentido. Recuerdo que el día de la elección en que era candidata a la Academia Brasileña de Letras yo estaba en mi casa, en Barra, y tocan el timbre y era Rubem Fonseca, que llegó sin avisar. La elección era a las 16 y él llegó al mediodía y me dijo: “yo no voy al cóctel, pero sé que vas a ganar y vine a hacerte compañía”. Viajamos mucho juntos, pasamos una temporada en Cuba, creo que fuimos jurados. Fue una amistad muy grande y tenemos que celebrar a este gran brasileño y recordarlo siempre. 

—Nélida, su último libro publicado es “Una furtiva lágrima”, que era una especie de diario de la muerte y, felizmente, fue un diario a la vida. 

—Pensé en escribir un diario breve, un resumen de mis últimos días, según la sentencia del oncólogo que, antes incluso de las últimas pruebas, fue concluyente. Me quedaban entre seis meses y un año. Regresé a casa dispuesta a prepararme. Casi tres años después, ya estoy bien. He resistido, vivo, pienso. Imagino y, sobre todo, escribo. Hete aquí los misterios de la vida. 

Me despido con alegría recordando nuestra próxima cita virtual, para el cierre de la 10ª Feria Provincial del Libro. Del otro lado, Nélida celebra: “Con mucho gusto estaré con ustedes sobre las bendiciones de tu tierra”.

 

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