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/Ellitoral.com.ar/ Especiales

Narrativas audiovisuales sin principio ni fin

Por Carlos Lezcano

Especial para El Litoral

El Proyecto Idis “propone un recorrido historiográfico del diseño de imagen y sonido, que permita revisar cómo influyen en esta disciplina los cambios que se producen con la digitalización de datos, imágenes y sonidos”, dice en su página web. Para comprender estos cambios, proponen “formular una historiografía que sea complementaria a las tradicionales historias de los medios, y que esté enfocada en las relaciones que se establecen entre el diseño de sistemas de representación visual y sonora, y los medios electrónicos y digitales”.

La página proyectoidis.com  contiene referencia a ideas, obras y proyectos de otras disciplinas y a hechos del contexto en general con los que es posible establecer relaciones históricas y conceptuales, y que plantean aportes significativos al establecimiento de las estructuras narrativas audiovisuales no lineales.

Los más de 2.300 datos publicados se clasifican en seis categorías: artistas, dispositivos, libros, obras, sitios y términos.

En la entrevista, Mariano Ramis, unos de los coordinadores, nos cuenta el proceso de creación de la página, el mentor del proyecto y sus contenidos.

 

—¿Qué es Proyecto Idis?

—En principio te tengo que contar que la persona que fundó el proyecto, Carlos Trilnick, falleció hace unas semanas, y para nosotros fue muy fuerte, un golpe fuertísimo, porque es nuestro mentor. Me formé en la carrera con él y empezamos a trabajar en el proyecto cuando empecé a ser ayudante de su cátedra, y ahora estoy en otro cargo, pero hace 15 años que trabajábamos juntos.

Estamos en la carrera de Diseño de  Imagen y Sonido en la Facultad de Arquitectura, donde surge el proyecto, que suele percibirse a sí misma como una carrera de cine. Nuestro proyecto originalmente intenta  generar una especie de glosario general de influencias del medio audiovisual, que no sean necesariamente cine, y eso se fue expandiendo a una página web y un montón de otras cosas, y ese es el origen, hablar de un montón de cosas que son imágenes y sonidos.

—¿Y quién era Carlos Trilnik?

—En las notas que han salido por su fallecimiento se hace referencia a él como un pionero del videoarte. El videoarte es una expresión artística que surgió a fines de la década del 60 junto con la aparición del video como medio tecnológico para captura de imágenes, que reemplaza y, como se suele decir, democratiza un poco la posibilidad de grabar películas. Porque, obviamente, antes tenías que contar con una cámara, con un rollo, con el revelado y demás, y un montón de cosas más bien complejas. Carlos fue una de las primeras personas en Argentina en empezar a trabajar en ese medio a principios de los 80, cuando él vuelve después de haber estado exiliado en Israel durante la dictadura. Después entró en la carrera y siempre fue un poco revolucionario ahí adentro, un poco contra la corriente  de la situación general en la carrera que se orientaba al cine, él empezó a marcar un poco otros territorios.

—El proyecto tiene un sitio disponible gratuito, ¿no?

—Tiene un sitio que es proyectoIDIS.org, ahí está la base de datos que originalmente era un Power Point que utilizaba Carlos en sus clases; obviamente esa información luego fue creciendo, por un montón de gente que colaboró, y ahora tiene más de 2.300 datos cargados.

—¿Cómo se organiza ese sitio?

—Tiene una serie de categorías, dispositivos, artistas, sitios, textos, obras y términos que organizan la información disponible. Pero la idea principal, en cuanto a la organización, es que sea aleatoria, es random. Cada vez que uno ingresa al sitio se encuentra con una portada que tiene distinta información, uno aprieta el F5 y cuando se actualiza el sitio te muestra las distintas cosas, porque la idea que tenemos es eso de la aleatoriedad como un valor útil en la educación. Es medio raro, pero hay una frase que comentábamos internamente en el grupo que trabaja en el proyecto, que es “el ocio que edifica”;  encontrar en un pasatiempo algo que te sirve para un hacer un proyecto después.

—Uno de los temas complicados debe ser curar eso, ¿no? Porque tiene un criterio editorial. ¿Cómo se hace?

—Claro, es importante el tema de la curaduría. Uno cuando está mirando videos en YouTube o escuchando Spotify, recibe sugerencias a partir de lo que viste o escuchaste antes, y esas sugerencias son modeladas por algoritmos de inteligencia artificial, que van generando un perfil a partir de tus movimientos previos.

En el caso de Idis esto no sucede así, porque las personas que armaron esos vínculos entre información somos nosotros, somos los autores. Entonces el recorrido tiene un aspecto curatorial, editorial también; nosotros inducimos a ciertas reflexiones en función de cómo vinculamos la información.

Suele suceder muchas veces que hay algo que se presenta en el siglo XXI como la última novedad, y que si uno traza un recorrido por el siglo XX y el siglo XIX y hasta el siglo XVIII encuentra similitudes asombrosas, hay una sospecha en la idea de lo “comercialmente nuevo” que siempre nos gusta desmenuzar. 

—Hay una especie de arqueología tanto de la imagen como del sonido.

—Sí, hay una disciplina que se llama Arqueología de Medios -no es una disciplina muy antigua-, que intenta ubicar a los medios, a los dispositivos que usamos -un walkman o la radio, o un escáner, una computadora- como epicentros desde donde reflexionar sobre las estructuras sociales, a partir de una tríada de estudio: tecnología, uso y formato. Por ejemplo, si un grupo de arqueólogos va a una excavación, encuentra utensilios y a partir de esos utensilios -una cuchara, un plato y cosas así- empieza a reconstruir el orden social de esas pequeñas cosas.

Con el Proyecto Idis nos metimos, entre otros, en ese problema.

—Hay un montón de artículos vinculados al origen del cine, o lo más novedoso del universo  audiovisual.

—Sí. Ahí hay otra cuestión que tiene que ver con lo que decías de la organización, que es una cuestión interna de la carrera, donde tratamos de forzar la idea de que imágenes y sonidos son más que cine. Se suele utilizar la forma de los árboles para dar forma a las estructuras genealógicas. El criterio de árbol genealógico, donde uno encuentra el tronco como la fuente de un montón de cosas que sucedieron después.

Nosotros fuimos por una estructura que es la de asterismo, distinta, inclusive, a la de las constelaciones, que es también frecuente; la estructura detrás del orden de la información es importante, porque implica la existencia de un discurso, de un punto común en el que creemos. En este caso, los asterismos te permiten ver los mismos puntos, las estrellas en el cielo y reconstruir vínculos entre esos puntos a medida de tu interés y tu deseo; son posibles las superposiciones, a diferencia de las constelaciones, que son mapas preestablecidos, que tiene miles de años y que requieren de consenso científico.

—Es una propuesta bastante horizontal, me parece.

—Sí, sí. Es una propuesta que induce a la subjetividad y a la propia mirada de quien entra; pero con esta conducción de nuestros hipervínculos que son más bien curatoriales y que tratan de organizar algunas cosas, obviamente, una vez que entrás te perdés un poco en los vínculos, generás tu propio recorrido.

—Uno puede entrar, por ejemplo, a algo de Georges Meliés y después pasar a John Cage, pero inmediatamente uno puede ir a Quad de Beckett u otra cosa totalmente diferente. 

—Sí. Es como estar construyendo desde la discontinuidad, esos recorridos que parecen no tener ninguna relación, pero sin embargo uno se da cuenta de que la vida se parece a eso, las cosas parecen cobrar sentido a fuerza de casualidades y no de causalidades. Las tres personas que venimos trabajando en el proyecto desde su origen somos Carlos, Gabriel Rud y yo; al mismo tiempo de una vida académica tenemos una vida artística, y la fusión entre ambos espacios y la percepción de un proyecto de investigación como un proyecto de arte, siempre nos gustó.

—Hay un interés particular en artistas latinoamericanos y muy especialmente en los argentinos.

—Sí, en su momento, cuando empezamos a hacer el sitio, había una referencia que era un sitio que se llama UBU web, que nos gustaba mucho. Sigue estando, pero no se ha actualizado desde hace unos años, creo. Lo que pensábamos era que exista un sitio en español para reseñar la obra de artistas latinoamericanos junto a artistas europeos o norteamericanos, generar continuidad.

Hay gente que crea cosas en las condiciones en las que vive, más aisladas, de algún modo precarias o periféricas, y todos tienen el mismo derecho de ser escuchados, apreciados, y pensábamos mucho en esa cuestión de una herramienta. De hecho, en el sitio, si uno ve un poco las visitas, son de México hasta Argentina, porque tal vez no existe otra página web que mencione específicamente a artistas latinoamericanos que se dediquen al arte tecnológico y esa clase de cosas.

—Leí también que entre los lectores están los propios artistas, que a veces están sorprendidos.

—Sí, claro, porque a veces se trata de gente que conocemos. Nos hemos incluido originalmente como parte para empezar a mover a través de todos nuestros contactos gente que se dedica a la experimentación con imágenes y sonidos. Y hemos empezado a agregar contactos, gente que ha pasado por la facultad que conocemos, y es algo que obviamente está en estado muy germinal. Tenemos ahora el hecho de que no está Carlos, y eso nos incentiva a seguir con más fuerzas y tratar de reseñar en cada provincia primero y después en cada país de Latinoamérica, crear vínculos que nos permitan obtener datos de artistas que están trabajando con medios y tecnologías en esos lugares; es uno de los objetivos.

—Contame una anécdota personal, algo que te haya pasado con estos años que trabajaste en el proyecto y algo que te haya sorprendido.

—Para mí es algo que inevitablemente organiza tu manera de pensar. Tener un proyecto de investigación primero, y ahora me toca ir sumando más gente al equipo; recientemente se incorporó al equipo Luciana Malavolta al equipo, también formada en la cátedra fundada por Carlos Trilnick, y Luis Campos. Trabajar en un proyecto de investigación es una manera de ser mejor docente, de estar mejor preparado, porque si uno está investigando constantemente, siempre tenés alguna cosa para contar y comentar en los talleres.

Hace no tanto tiempo fuimos a Bauhaus (Alemania) con el proyecto, a presentarlo allá; siempre se habla de Bauhaus en todas las escuelas de diseño como la meca, de la disciplina del diseño y la manera innovadora de educación y funcionamiento de los talleres, y ahí, muy cerca, en la Universidad Friedrich Schiller, que tiene más de 500 años, presentamos el proyecto ante estudiantes, y sucedió algo que es bastante gracioso. Nos dijeron “che, pero ustedes tienen los derechos de todas esas imágenes”, y nosotros les dijimos que obviamente no tenemos los derechos de nada, es algo que habla un poco de la rebeldía, nosotros lo hacemos, y si alguien se molesta, se bajan. 

En el ámbito académico, y más viniendo desde la educación pública y gratuita, uno se permite cosas que de otro modo serían imposibles. Lo que verdaderamente nos preocupa es que la información esté disponible, y eso trae algunas dificultades.

—Conocí el proyecto en la entrevista de Eduardo Villar a Trilnick en la revista Ñ y me llamó la atención el detalle del comienzo de esa nota. Hablaba de una breve melodía escrita en el culo de un personaje del Jardín de las Delicias y me parece que de eso debe estar lleno el sitio, ¿no?

—Claro, obviamente el humor es parte de la vida, digamos, y se filtra en el proyecto. Hay varios detalles, de hecho, hay una cosa de Los Simpsons, un post sobre el Niño Rata, que es la metáfora de una figura surgida en la redes, que a algún estudiante que realizó la pasantía en nuestro proyecto agregó, creyó que debía figurar en Idis, y nos pareció bien; algo de eso tiene que haber, esa clase de gestos.

—Hay libros también.

—Sí. En el mismo sentido de esto que te decía, tratamos de hacerlo hasta que alguien nos reta porque están en PDF y muchas veces los vinculamos hacia afuera del sitio. Hay libros disponibles, el texto digital completo, pero en otras oportunidades son libros que creemos que son nodales, que son importantes para el tema. Entonces, simplemente, los reseñamos; estará en cada quién decir voy por ese libro, o me lo compro. Más que nada porque si en el recorrido que venís haciendo de asterismo o de vínculos, te encontrás con un libro y decís “che, este libro quizás complemente la información  que vengo viendo”, y entonces está bueno reseñarlos. 

Y otra cosa: cuando arrancan las cursadas de los pasantes decimos que googlear no es sinónimo de investigar; googlear implica contactarse con personas, hacer el ejercicio de llamar a una embajada y consultar por un artista, leer un libro sobre lo último que salió sobre algo. Entonces es importante que estén esos libros como nodos de un asterismo también ahí.

—¿Podés contarnos qué tipo de visitas tienen?

—Hay un Google Analytics que te da toda la actividad, de hecho, a veces entro a ver qué está pasando, de dónde está mirando la gente, y lo que sucedió durante mucho tiempo -ahora está medio emparejándose- es que solía haber más visitas de México, de Colombia, que de Argentina.

Colombia particularmente sé que tiene una escena de artes electrónicas muy desarrollada, y México es un país muy grande y tiene mucha más población que Argentina, entonces tampoco me extraña tanto. En tercer lugar, Argentina. Las visitas mensuales han ido rondando 60.000 personas por mes, como tope; que para un proyecto que surge de una universidad es mucho; al comenzar con el sitio, 7 años atrás, nos sorprendíamos de tener 1.000 visitas mensuales.

—¿Cómo ves la escena argentina vinculada a estos proyectos o a estos temas?

—Muchas veces Buenos Aires genera pequeños núcleos que niegan a los otros, que es muy raro, aunque uno trate de que deje de suceder. Uno podría hablar de artistas que se dedican a tecnologías específicas, como la Inteligencia Artificial, la realidad virtual, interactividad, videojuegos, etc. Contamos con el inconveniente, quizás, de que en los espacios académicos, como tal vez sí sucede en el primer mundo, por ejemplo, estudiantes e investigadores reciben muchos equipos.

Conozco el caso bastante bien de la Ucla, en la que les caen por convenio equipos de última generación para que prueben, cascos de realidad virtual, lectores de ondas neuronales, etc. 

Entonces se generan proyectos testeando y modificando esas tecnologías. Para nosotros es un poco más complejo, porque hay que tener el dinero para acceder a eso, y bastante; así que solemos imaginarnos escenarios de aplicación aun sin contar con los medios necesarios. Pero creo que hay una escena nutrida y saludable, no sé si podría evaluar si es buenísima, pero conozco mucha gente que trabaja en medios tecnológicos y hace cosas brillantes y originales.

—En la Universidad del Nordeste hay un evento que se llama Play que está realizado por la Extensión Universitaria. Son nuevas propuestas de artistas visuales que generan un tipo de circulación de público totalmente diferente a lo que hemos visto, y lejos de ser un público que pasa, es un público que se queda en el espacio, lo ocupa, discute, participa… 

—Es que el video tiene esa característica, tiene otro tipo de temporalidad. Ni hablar del video digital; o sea, uno en la sala de cine tiene una situación específica de consumo de espectáculo y una duración de ese consumo. Uno está educado culturalmente para ese consumo. En cambio, el video es mucho más libre, uno puede hacer un video de un día de duración si quiere, y vos repasás un poco, volvés, lo ves más tarde y ves cómo avanzó eso. Y esa cosa que por ahí decís que sucede que son tan valiosas, me encantaría tener el dato de eso para sumarlos.

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