Jueves 25de Abril de 2024CORRIENTES21°Pronóstico Extendido

Dolar Compra:$852,5

Dolar Venta:$892,5

Jueves 25de Abril de 2024CORRIENTES21°Pronóstico Extendido

Dolar Compra:$852,5

Dolar Venta:$892,5

/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Es necesario un giro de 180 grados

Durante la campaña electoral, el presidente Alberto Fernández decía que la gente iba a llenar una plaza, pero luego volvía a su casa y veía la heladera vacía; sin embargo, a poco tiempo creó la Mesa Contra el Hambre, convocando a figuras de diferentes sectores. Y a fines de 2019, previo a asumir, el Senado sancionó la Ley de Emergencia Alimentaria, con legisladores llorando por la gente que pasaba hambre, pero costando fortunas sus cargos en el Congreso.

También el presidente habló de bajar la tasa de interés de las Leliq del Banco Central para que con ese ahorro pagar los remedios a los jubilados, porque sentenció: “Entre los jubilados y los bancos, me quedo con los jubilados”.

Lo cierto es que el gobierno de Cambiemos dejó un stock de deuda entre Leliq y Pases de $1 billón y en diciembre de 2020 ese stock llegaba a $2,7 billones. Y pese a que criticaba a la gestión anterior porque consideraba que alimentaba “la timba financiera y del endeudamiento”, lo cual fue cierto, terminó aumentando 170 % la deuda del Bcra con los bancos. Se puede decir que multiplicó por 3 la timba financiera, al tiempo que licuó los ingresos a los jubilados con la suspensión de la fórmula de ajuste y aumentos discrecionales por decreto.

Ahora, comienzos de 2021, el Gobierno se muestra preocupado por el aumento de los precios de los alimentos, en particular el caso de la carne vacuna. Pero la realidad es que los alimentos no están caros, son los salarios reales que fueron pulverizados por la política monetaria expansiva del Banco Central para financiar el enorme déficit fiscal.

¿El Gobierno podrá dominar el desborde fiscal que tuvo en 2020? Si se quitan las rentas de la propiedad, el déficit fiscal representó 9,5 % del PBI. Los llamados gastos sociales representaron el 64,3 % del incremento de los gastos corrientes, es decir $1,7 billón de los cuales IFE y ATP representaron $460.000 millones. Suponiendo que este 2021 no se otorgan esos subsidios, el déficit fiscal bajaría 1,8 % del PBI.

Y aunque la economía se reactive solo por una cuestión estadística, la recaudación de impuestos no se espera que mejore tanto como para poder reducir notablemente el déficit fiscal. Pero además, hay que sumar el gasto cuasifiscal, cerca de 3 % del PBI, y los déficit de las provincias y del conjunto de los municipios.

De lo anterior se desprende que si se quiere bajar el déficit fiscal se deberían reducir las transferencias a las provincias que no corresponden por Coparticipación Federal que representaron el 8 % del aumento del gasto corriente en 2020 y los subsidios económicos que explicaron el 14 %. O sea, tendrían que endurecerse con los pedidos de los gobernadores y subir las tarifas de los servicios públicos en un año electoral.

En definitiva, no es que están subiendo los alimentos, sino que se está depreciando rápidamente el ya deteriorado peso argentino como consecuencia de la emisión monetaria que licúa los salarios, producto de un enorme déficit fiscal que es consecuencia del populismo que aumentó el gasto público.

Obviamente, el Gobierno culpará a la pandemia por el déficit fiscal, pero la realidad es que lo números fríos muestran que los IFE y los ATP no explican semejante desborde de las finanzas públicas en el primer año de gestión. El Gobierno tiene que entender que lo que se hizo durante las presidencias de Cristina Fernández de Kirchner no es repetible. Es más, heredó su propio problema que fue aumentar el gasto público consolidado en un 50 % y ahora lo tiene que afrontar sin financiamiento externo, sin moneda y sin crédito interno.

El kirchnerismo se encuentra frente al monstruo de gasto público que creó en la época del “viento de cola” de la economía mundial, con el problema que ahora no hay ni una brisa que los ayude a dominar semejante gasto. Y decirle a la gente que no hay más plata para repartir no está en el ADN del kirchnerismo, y menos en un año electoral.

Enorme desafío para un Gobierno que no genera confianza para poder crecer y no sabe hacer otra cosa que gastar lo que no tiene. En conclusión, ya no es que la heladera estará vacía. Directamente no habrá heladera si no ocurre un giro de 180 grados en la política económica y en el discurso político también, si es que la gente creyera ese cambio de discurso. 

Asegura Roberto Cachanosky, en una publicación de infobae.com.

¿Te gustó la nota?

Ocurrió un error