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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Un destructor de futuro

Nada puede hacer pensar en la Argentina actual que los únicos privilegiados sean los niños. Más de la mitad están sumidos en un laberinto de carencias de las que más duelen, graves penurias e incertidumbres presentes y futuras.

El informe sobre “El impacto de la pandemia en las familias con niños, niñas y adolescentes”, realizado en conjunto por la OIT en la Argentina, Unicef y el Ministerio de Trabajo de la Nación, revela que el 23 % de quienes tienen entre 13 y 17 años trabaja; esto es, un 7 % más respecto de noviembre de 2020.

Surge también del estudio que uno de cada dos niños, niñas y adolescentes comenzaron a trabajar durante el período de aislamiento social, preventivo y obligatorio (Aspo). El 68 % pertenece a hogares en que los ingresos laborales se vieron disminuidos respecto de 2019, dando cuenta del agravamiento del impacto que la falta de empleo trajo durante la crisis sanitaria.

La falta de trabajo digno y decente para los adultos a cargo de los hogares es la principal razón para el trabajo infantil. El 31 % de los jóvenes que trabaja pertenece a hogares donde, para la compra de alimentos, debe recurrirse a préstamos o al fiado en algún comercio.

El informe indica que, alejados de la escolaridad, las tareas domésticas y de cuidado en el hogar aumentaron al punto de que, para mayo de 2021, el 44 % de la población de 13 a 17 años las realizó, escalando ocho puntos porcentuales por encima de octubre de 2020. Uno de cada cinco niños y adolescentes dijo no haber realizado esas tareas antes de la pandemia.

El 9 % de los encuestados que tiene a cargo tareas de cuidado dejó de ir al colegio durante 2020 (el 2 % no asistía a ningún establecimiento educativo) y el 35 % no retornó en 2021. Entre los menores que no trabajan, el 5 % dejó de asistir a la escuela en 2020 y el 15 % no retornó durante 2021. Remontar tan dramáticas situaciones supone un desafío urgente.

Según el estudio, el 59 % de estos pequeños trabajadores viven en hogares alcanzados por algunas de las políticas implementadas por los gobiernos para contener el impacto de la crisis (AUH, IFE, Tarjeta Alimentar, apoyos alimentarios a través de viandas o bolsones, entre otras), confirmando que estas fueron necesarias como medida de emergencia, aunque esté claro que no resuelven la falta de empleo genuino para los adultos.

Con tantos chicos expuestos a la pobreza y a la malnutrición que deben salir a trabajar para intentar ganar su alimento, la Argentina tiene una deuda tan indelegable como impostergable. No habrá futuro posible para ellos si no retoman más temprano que tarde la senda educativa. Nada es más importante que reencauzarlos en el sistema y hacer todo lo que sea posible para retenerlos. Los consensos que nuestro país demanda deben contemplar a la educación como la mejor herramienta para garantizar la equidad y el desarrollo. Ninguna generación debe quedar en el camino. No hay tiempo que perder.

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