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/Ellitoral.com.ar/ Destinos

Buenos Aires, siempre Buenos Aires

Capital Federal es un buen lugar para conocer o redescubrir. Una gran ciudad en movimiento constante. Y después de un 2019 récord en cuanto a visitantes nacionales y extranjeros, ahora volvió al ruedo para tratar de morigerar, a través del turismo, algunos de los efectos de la crisis económica provocados por la pandemia. Buenos Aires abre sus puertas al resto del país, mientras espera al mundo, y con todos los protocolos vuelve a darnos la bienvenida. 

Buenos Aires siempre Buenos Aires. Buenos Aires siempre sorprende. Siempre está cambiando. Siempre tiene algo nuevo para mostrar o algo nuevo que ser. Pero si además ese “siempre” se vio interrumpido, pongamos por un año, pongamos que por efecto de una pandemia, la sorpresa puede ser aún mayor. Es lo que pasó, por caso, con un grupo de periodistas de distintos puntos del país, incluido uno de El Litoral, que visitó Buenos Aires después de un largo tiempo de aislamiento social, preventivo y obligatorio.

Ver, recorrer, sentir

Es la misma y a la vez otra Buenos Aires la que emerge en el ocaso del mes de febrero y que muestra su mejor cara y abre fuerte sus brazos para dar de nuevo una bienvenida constante, esa que en marzo de 2020 fue interrumpida por la crisis sanitaria.

¿Cuál es esa Buenos Aires? ¿Cuál la que llama a los visitantes de todo el país mientras espera que las fronteras se habiliten también para los turistas del mundo? Es una ciudad que sufrió, como todo el mundo, los efectos de la peste; que cambió su modo de vida, como todos en Argentina y en el planeta, al ritmo de las cuarentenas, distanciamientos y nuevas normalidades, pero que no se quedó en la queja y avanzó, como siempre, buscando alternativas para poner en marcha el motor de la economía que en este 2021, pretende enredarse al renacer generalizado que surge como aprendizaje de la peor crisis en siglos.

La Buenos Aires de hoy es una que busca mejorar lo que fue: una ciudad de visitantes nacionales y extranjeros, ciudad de teatros y congresos, ciudad universitaria y comercial, gastronómica, cultural. El centro de la economía nacional. El centro administrativo y también el escenario más recurrido para los protagonistas y libretistas de la Historia.

La de hoy es una ciudad que busca recuperar su capacidad de trabajo, por ejemplo, en el sector de los hoteles, rama de la economía que sufrió de lleno el parate impuesto por el covid 19. Miles de hoteles que en 2019 trabajaron al 60, 70 u 80% de su capacidad promedio, en un año récord de turistas extranjeros, y que desde marzo del 2020 bajaron a cero. Algunos cerraron. Otros licenciaron a su personal. Otros colaboraron con el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para alojar nacionales repatriados en los primeros momentos de la cuarentena; para alojar casos sospechosos o, como ocurrió al final, para aislar contagiados de covid y que no tenían, en sus propios domicilios, posibilidades de aislamiento seguro.

Esos hoteles, como el Deco Recoleta Hotel (Suipacha 1359), hoy trabaja mirando al turismo nacional, con precios cuidados y ofertas para el modelo que tiene hoy el incipiente turismo de la era de las vacunas: uno que prefiere las estadías cortas de trabajo o de visitas para ir, lentamente, recomponiendo los vínculos, muchos de ellos familiares, que se cortaron con la pandemia. Pero también los vínculos laborales o de negocios, los vínculos culturales o de mero esparcimiento.

Este coqueto hotel del barrio de Recoleta fue parte del operativo covid montado en la ciudad por el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta, y un ejemplo concreto de adaptación y de trabajo en equipo con los voluntarios que participaron del operativo. Sumando esfuerzos, por varios meses, el hotel fue un refugio para repatriados primero y luego para pacientes leves que ocuparon sus habitaciones bajo protocolos parecidos a los de un centro de salud.

Recuperar al sector es hoy uno de los ejes en los que trabaja el Gobierno de la Ciudad, entre otras cosas fortaleciendo las acciones y flexibilizando las posibilidades de acceso seguro a la ciudad, con la mira puesta en los pasajeros del país que de a poco vuelven a moverse y que tienen a Buenos Aires como punto de destino.

El turismo es una pata clave. Gonzalo Robredo, presidente del Ente de Turismo de la Ciudad, sostuvo durante un encuentro con este diario que la idea es fortalecer acciones para dinamizar el turismo nacional, atraerlo hacía Buenos Aires, mientras se abren las fronteras y se autorizan los ingresos desde cualquier parte del mundo.

Para eso, empezaron por protocolizar la seguridad sanitaria. Cada persona que ingresa a la ciudad recibe un hisopado que paga la obra social, en caso de que esa persona disponga de una, o lo costea el Estado porteño, y en minutos cada visitante recibe información y asesoramiento para moverse conforme los resultados del test sean positivos o negativos. 

En la ciudad hay un andamiaje tecnológico subyacente que hace de la experiencia una experiencia de primer nivel con estándares de calidad muy altos, muy dinámicos, que constituye, hoy en día, un valor en sí mismo.

¿Un nuevo centro?

La ciudad también trabaja en planes para la reconversión de los edificios de oficinas, la mayoría de ellos emplazados en el microcentro, que sufrieron el cambio abrupto en las formas de trabajo como producto de la pandemia. Previendo que la nueva normalidad mantendrá a los trabajadores mucho más tiempo en sus casas, la Ciudad planifica volver a darle utilidad y vida a ese patrimonio arquitectónico-inmobiliario, generando un proceso de reconversión de las oficinas a viviendas pequeñas, unipersonales por ejemplo. Sería una forma de dinamizar también al sector inmobiliario que fue también muy castigado.

Y justamente, si hablamos del sector inmobiliario, una de las cuestiones a destacar en la nueva Buenos Aires tiene que ver con los varios procesos de urbanización que lleva adelante el Gobierno de la Ciudad. Uno de ellos, notorio por varios aspectos, entre otros por su grado de avance y efecto positivo multidimensional, tiene que ver con la urbanización en el barrio Rodrigo Bueno: una villa de alrededor de 3 mil personas edificada hace años en la zona de Puerto Madero Sur con familias de inmigrantes paraguayos y peruanos en su mayoría y que ahora están siendo reubicados, en el mismo sector, en las 600 viviendas que el Estado construyó para mejorarles definitivamente la calidad de vida, para ayudarlos a generarse un futuro formal que entre otras cosas, deviene del hecho de tener una dirección postal en la que afincar sus servicios, e incluso sus impuestos.

Hay allí un trabajo de varios niveles que lleva años, por lo menos un lustro, pero que se materializa con las nuevas viviendas y la reubicación de las familias que exhiben complejidades variables, pero también se impone el rol del Estado en tanto facilitador de oportunidades. De ello hablaron Agustín Moldavsky, gerente de promoción sociolaboral del Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat y Cristina Iovari, subcoordinadora social del equipo del barrio Rodrigo Bueno, del Instituto de Vivienda de la Ciudad. Son los que sostienen el eje de una política de integración sociourbana y el vínculo con las personas que juega un rol clave para desarrollar políticas de este calibre, que requiere inversión pero también un conocimiento profundo de las necesidades de las familias, para poder integrarlas al punto de convertir la expertise de algunos de los miembros de esa comunidad en un nuevo punto de atractivo productivo-gastronómico de ese sector cotizado de la ciudad de Buenos Aires. 

¿De qué se trata? De que los vecinos o visitantes de la ciudad, además de recorrer Puerto Madero, de pasear por ejemplo por la zona de la reserva ecológica que también se emplaza allí, puede terminar el recorrido, que incluye a Las Nereidas de Lola Mora, en la urbanización del barrio Rodrigo Bueno y conocer, tal vez, a 14 mujeres del barrio que aprendieron a trabajar la tierra y que hoy autogestionan su propio vivero orgánico, o Vivera Orgánica, como ellas le dicen: un proyecto autosustentable con el que rompieron los límites barriales para salir a comercializar su producción de plantas y hortalizas. O disfrutar ahí nomás, pegadito, del nuevo Patio Gastronómico Rodrigo Bueno, donde conviven cocineros del barrio con emprendimientos privados que ofrecen comida peruana, paraguaya, parrilla y dulces típicos. El ceviche es su plato más referenciado: dicen que es uno de los mejores de la ciudad, pero también hay sopa paraguaya, chipá guazú, chicharrón de pescado, rabas y postres varios.

La seguridad está garantizada y ese es un punto central a la hora de una recomendación, aunque la idea es que ese tip retraiga su vigor ante la evidencia de que el lugar es igual a cualquier otro de la ciudad: una forma razonada de desmontar, en el mismo acto, los prejuicios que muchas veces brotan ante el otro, en este caso ante un otro extranjero.

No es un dato menor, además, el hecho de potenciar ese paseo, pues constituye la muestra menor de una idea general, mucho más grande y abarcativa, que se baraja desde hace tiempo en Buenos Aires y que versa sobre la importancia de su polo gastronómico que es cada vez mayor, más variado, profesionalizado, de altísima calidad y sobre todo descentralizado.

Comer, tomar, vivir

Comer en la Ciudad es una experiencia siempre sorprendente. Hay de todo y para todos, pero más allá de ello, de los polos, de las ferias y de los circuitos gastronómicos que hoy exceden a los puntos geográficos más tradicionales del turismo porteño, se planea para el corto-mediano plazo un esquema de intercambio con las provincias para montar en la Ciudad una gran plaza federal sobre la base de los productos típicos que ofrece la Argentina. Es una idea en etapa de evaluación, pero de eso habla Héctor Gatto, subsecretario de Bienestar Ciudadano del Gobierno de la Ciudad, responsable entre otras cosas, de dotar de parámetros medibles de calidad la toma de decisiones a la hora de potenciar la economía a través de la comida.

En eso está Buenos Aires. Es una ciudad inabarcable, pero siempre abierta, siempre linda, siempre rica. Ahora también, una ciudad segura para recibirnos a todos, en los de siempre y en sus nuevos lugares. Una ciudad generadora de encuentro. Buen viaje. 

(EOL)

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