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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

El tsunami de Kicillof contra la autonomía de Valdés

Por Emilio Zola

Especial

Para El Litoral

La economía o la salud? ¿Qué está primero? Si la economía decae, la salud de la población se precariza. Si la salud decae, la economía entra en crisis por los padecimientos del recurso humano. En una pandemia, poner uno de estos factores por delante del otro es un dilema engañoso por cuanto estamos ante dos caras de una misma moneda.

La historia enseña. Revisar las experiencias que en el pasado empujaron al mundo al caos sirve para comprender que las posiciones rígidas en tiempos pestíferos, tanto en la antigüedad como en el presente, pueden conducir al sufrimiento a miles de personas con un simple decreto. 

La decisión presidencial de imponer restricciones a la movilidad de las personas sin discriminar por regiones, obviando el cuadro sanitario que se configura en cada provincia o incluso en cada ciudad, puede en cierto modo compararse con desesperación masiva que relata Boccacchio en sus crónicas de la peste negra, plasmadas en el Decamerón, según el cual ante la más mínima duda las madres abandonaban a sus hijos “como si no fueran suyos”.

En las postrimerías de la edad media, la peste bubónica mató al 40 por ciento de la población europea desde Constantinopla a los puertos de Marsella y Aragón. La propagación que comenzó en 1346, en el seno del antiguo imperio Bizantino, se cobró vidas por la acción directa de un agente infeccioso llamado Yersinia Pestis, transmitido por las ratas, pero también por motivos relacionados con la economía, que entró en colapso por la falta de mano de obra y por la paralización de las rutas comerciales que conectaban Asia con Occidente.

A los barcos procedentes del Mediterráneo directamente no los dejaban atracar. Hubo casos de naves incendiadas con sus tripulantes adentro, para eliminar lo que se consideraba un riesgo de contaminación instantánea. Sin embargo, de nada sirvieron esas medidas drásticas, pues las ratas estaban por todos lados y la enfermedad había llegado también por vías terrestres gracias a un vector que transportaba el bacilo asesino de salto en salto: la pulga.

La humanidad pudo librarse de la peste bubónica, pero pasaron 200 años para que las principales ciudades europeas recuperaran el número de habitantes que tenían al momento de la irrupción epidémica. La Edad Media finalizó como consecuencia de las transformaciones impulsadas por aquella catástrofe, que dio lugar al Renacimiento y a la Edad Moderna, cuyos adelantos científicos reemplazaron la superstición religiosa por un antropocentrismo vigente hasta el día de hoy.

El pulso vital que mueve a la especie humana desde entonces es el afán por mejorar la calidad de vida de las personas, objetivo que se ha logrado con creces. El hombre como centro de los esfuerzos intelectuales y biológicos ha desplazado en gran medida a los fundamentalismos dogmáticos, por lo que el objetivo de las decisiones gubernamentales apunta a proteger la vida desde posiciones más equilibradas, previa evaluación de causas y efectos.

En ese aspecto resulta comprensible que ante un recrudecimiento de la pandemia los gobiernos se esfuercen por proteger a la ciudadanía mediante acciones en las que el confinamiento se incluye dentro del abanico de opciones, aunque como último recurso y siempre que no reste balance a la noria de la economía. Con esa lógica, los países de mayor solvencia fiscal enfrentaron la segunda ola de covid-19 con nuevas cuarentenas de corta duración que permitieron aplanar la curva de contagios sin interrumpir la cadena de pagos.

En la Argentina, el plan de acción de la administración albertista consistió en un cierre tan prolongado que, si bien logró resultados de coyuntura en su momento aplaudidos, terminó por aumentar los índices de pobreza sin que la cifra de fallecidos haya sido menor a los índices de mortalidad registrados en otras naciones que prefirieron mantener las actividades comerciales y productivas en marcha por más tiempo. El balance nacional de la lucha antipandémica de 2020 demuestra que, aún con las restricciones adoptadas, los óbitos por millón de habitantes quedaron a la altura de los países más golpeados por la zoonosis quiróptera.

La diferencia entre el primer año de pandemia y este 2021 es que ya no hay consenso para el enclaustramiento voluntario. Los objetivos trazados en materia de vacunación quedaron en promesas y la autoridad de Alberto se diluyó al punto de que sus chances electorales en los comicios de medio término decrecen a medida que se acerca la fecha de definiciones, lo que encendió luces de alarma en distritos atados al mismo ancla como es el caso de la provincia de Buenos Aires.

Allí, hace pocos días, el gobernador Axel Kicillof emitió una inequívoca señal de incomodidad a pronosticar un “tsunami” de covid mientras abría fuego contra uno de sus colegas con mejor imagen, el correntino Gustavo Valdés. El bonaerense criticó a su par radical por haber suscripto un documento de Cambiemos por el cual se desaconsejaban las restricciones que pusieran en peligro las fuentes de sustento de trabajadores y pymes de los sectores más castigados por la paralización coercitiva del año pasado.

El punto que atacó Kicillof, mal asesorado por sus conmilitones vernáculos, fue que luego de firmar el pronunciamiento opositor Valdés resolvió el retorno a Fase 3 de la ciudad de La Cruz. Pero la supuesta incoherencia señalada por el exministro de Cristina Kirchner no es tal, sino todo lo contrario. Se trata del método aplicado por el mandatario correntino para contener el avance de la epizootia: el cierre zonificado, parcial y por lapsos acotados, sin caer en la discrecionalidad de medidas generalizadas que perjudicarían a poblaciones que no han experimentado el incremento de casos.

Es lo que sugirió Gustavo Valdés cuando explicó que, al menos en esta instancia, no acataría a pies juntillas las medidas presidenciales instauradas desde el viernes último. Lo que no vieron Kicillof ni los referentes locales del justicialismo es que Corrientes, a diferencia de provincia de Buenos Aires, puede respirar al ritmo de la nueva normalidad a pesar de la segunda ola porque posee una infraestructura sanitaria con musculatura suficiente para atender una eventual recidiva pandémica.

Con 1.000 camas disponibles de las cuales actualmente solo el 13 por ciento está en uso, el arsenal con el que se pertrechó Corrientes desde principios de 2020 incluye 300 plazas de terapia intensiva y otras 120 camas no UTI con suministro de oxígeno. A esto se suma el fortalecimiento del plantel de médicos y enfermeros, que actualmente supera el millar de agentes full time dedicados a tratar a los pacientes con Sars-Cov-2.

A la vez, continúa el seguimiento de la trazabilidad de contagios y la detección de positivos se optimizó hasta alcanzar un promedio de 3.000 hisopados diarios, lo que convierte a Corrientes en la provincia argentina que más testea. Eso sin contar el laboratorio espejo de PCR montado a nivel local para acelerar el proceso de diagnóstico y la aplicación de tecnología digital para monitorear casos sospechosos a través de telemedicina, en cooperación con la Unne.

Está claro que Corrientes entrará al invierno con una batería defensiva cuya virtud no solo reside en la inversión en insumos, equipamiento y recursos humanos, sino en la centralización de los tratamientos en el hospital de campaña, un nodo asistencial especializado en covid-19 que recibe a todos los infectados de la provincia. Los demás centros asistenciales públicos y privados quedan así liberados para tratar dolencias convencionales, enfermos crónicos y traumatizados.

La peste negra, al igual que otras plagas planetarias, no fue derrotada por los flagelantes que se encerraban a darse latigazos, sino gracias al desarrollo de la ciencia médica y a la pericia de los especialistas que se dedicaron a estudiar los puntos débiles de los cataclismos, hasta debilitarlos mediante inventos providenciales como las vacunas, que (por cierto) vienen llegando a cuentagotas. Intertanto, la estrategia correntina es hacerse fuerte en el campo de la sanidad, en un contexto de libertad controlada que no penalice a los que necesitan seguir trabajando. Por si no queda claro, ahí está el puente General Belgrano, emancipado para el tránsito vecinal.

 

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