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Cómo construir buenos recuerdos

Los que me conocen saben que me gustan mucho los libros y me encanta leer. Ahora mismo estoy leyendo el Itinerario agustiniano: 10.000 pensamientos de San Agustín. También leo Maneras de amar, que es un clásico sobre los tipos de apego. Y, además, estoy releyendo una obra sobre el llanto.  

Por Bernardo Stamateas

Colaboración Especial

Cuando era chico, todas las semanas, una vez por semana, íbamos con mis hermanos y con mi mamá a comprar revistas, a leer, a intercambiar. Todavía conservo algunas de aquel entonces como Porky y sus amigos, Periquita, El llanero solitario y La pequeña Lulú. Yo era muy chico, pero recuerdo que nosotros, los chicos, intercambiábamos revistas y mi mamá, sus libros y revistas.

Entonces, después, cuando llegábamos a casa, juntos, cada uno se ponía a leer. Allí nació mi hábito de la lectura que mantengo hasta el día de hoy. Cuando los padres generamos rituales familiares, por lo general, los hijos los mantienen en el tiempo. ¿Qué es un ritual familiar? Una tarea que hacemos en conjunto. Por supuesto, se trata de algo que nos gusta, que nos da placer, y repetimos sistemáticamente.

Aquí podemos incluir actividades como mirar una película comiendo pochoclos los días viernes; o comer los ravioles del domingo en la casa de los abuelos, o ir a la cancha los sábados, o cocinar juntos a mitad de semana. No importa qué actividad sea, lo importante es que sea placentera para toda la familia. Es decir, que todos la disfruten y aporten algo. ¿Qué genera el ritual familiar? Fundamentalmente un “recuerdo feliz”. ¡Tan importante para nuestra salud mental! Cuando uno crece, recupera o mantiene vivo ese recuerdo que le produce alegría, esperanza y bienestar y lo conecta con el placer de los vínculos. 

¿Conocés la historia del hijo pródigo? Es una famosa parábola bíblica que cuenta que un joven le pidió su parte de la herencia al padre, se fue de casa y la malgastó. Cuando, ya sin un peso, estaba trabajando en un chiquero, en lo peor de lo peor, recordó y dijo: “En la casa de mi papá, yo la pasaba bien”. Entonces tomó una decisión: “Voy a ir a pedirle perdón”. Y el relato continúa diciendo que volvió a casa, le pidió disculpas y el padre lo recibió con todo su amor y celebró su regreso. 

¿Qué rescató al hijo pródigo del chiquero? ¡Un buen recuerdo! Si sos mamá o papá, tené siempre presente que un buen recuerdo puede hacer que tus hijos le digan que no a lo que no es bueno para ellos, como la droga y el alcoholismo. Porque cada recuerdo afectivo posee la capacidad de generar una emoción extraordinaria; y, cada vez que él o ella lo reviva, volverá a conectar con la alegría de la vida. 

Padres e hijos, en cuanto de nosotros dependa, procuremos generar en nuestros seres amados esos recuerdos que nos permiten tener intimidad emocional y alegría y nos dejan valores trascendentes. Armemos rituales familiares que incluyan cualquier actividad que se repita en el tiempo y nos genere placer. Sin lugar a dudas, la mejor herencia que podemos dejarles a los nuestros.

 

Bernardo Stamateas

Instagram @berstamateas

facebook/bernardostamateas

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