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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Los jóvenes son la clave

Los jóvenes de hoy llegan a la mayoría de edad en un mundo acosado por las crisis. Antes incluso de que la pandemia del covid-19 devastara vidas y medios de subsistencia en todo el mundo, los sistemas socioeconómicos del pasado ya habían puesto en riesgo la habitabilidad del planeta y socavado el camino hacia una vida sana, feliz y plena de demasiadas personas.

La misma prosperidad que hizo posible que avanzara el mundo y la democracia después de la Segunda Guerra Mundial está generando ahora la desigualdad, el conflicto social y el cambio climático a los que vemos hoy, además de una creciente brecha de riqueza generacional y deuda entre los jóvenes. Para los millennials, la crisis financiera del 2008 y la gran recesión que vendría después se tradujeron en un aumento notable del desempleo y de la deuda contraída por los estudiantes y en la falta de empleos atractivos. Ahora, con la generación Z, el covid-19 ha provocado cierres escolares, empeoramiento del desempleo y protestas masivas.

Los jóvenes tienen motivos para estar profundamente preocupados y enojados, puesto que consideran estos desafíos una traición a su futuro.

La próxima generación es la más importante y la más afectadas cuando se habla de nuestro futuro global, y les debemos más que esto. El año 2021 es el momento de empezar a pensar y actuar a largo plazo para que la paridad intergeneracional sea la norma y para diseñar una sociedad, una economía y una comunidad internacional al servicio de todas las personas.

Los jóvenes son, además, los mejor situados para liderar esta transformación. Durante los últimos 10 años de colaboración con la comunidad de Global Shapers del Foro Económico Mundial, una red de personas de entre 20 y 30 años que trabaja para abordar problemas en más de 450 ciudades del mundo, he podido comprobar de primera mano que son ellos quienes tienen las ideas más innovadoras y la energía necesaria para construir una sociedad del mañana mejor.

El año pasado, los Global Shapers organizaron debates sobre los problemas más acuciantes que afectan a la sociedad, los gobiernos y las empresas en 146 ciudades y llegaron a un público de más de 2 millones de personas. El resultado de este esfuerzo global multidisciplinario, “Laboratorios de Davos: Youth Recovery Plan”, representa tanto un duro recordatorio de la urgente necesidad de actuar como un compendio de ideas convincentes para crear un mundo más resiliente, sostenible e inclusivo.

Uno de los hilos conductores de los debates fue la falta de confianza de los jóvenes en los actuales sistemas políticos, económicos y sociales. Están hartos de la omnipresente corrupción y de liderazgos políticos rancios, así como de la constante amenaza a la seguridad física que provocan la vigilancia y la policía militarizada que actúa contra los activistas y las personas de color. De hecho, hay más jóvenes que confían en ser gobernados por un sistema de inteligencia artificial que por seres humanos.

Los jóvenes se están movilizando a favor de un impuesto mundial que grave la riqueza y contribuya a financiar redes de seguridad más eficaces y a atajar el alarmante aumento de la desigualdad en el reparto de la riqueza. Quieren que se invierta más en programas que permitan a los jóvenes progresistas protagonistas entrar en el gobierno y ocupar puestos de responsabilidad política.

Defienden una internet abierta y un plan de acceso digital de USD 2 billones que permita a todo el mundo estar en línea y evite los apagones de Internet. También proponen nuevas formas de reducir la difusión de información falsa y de combatir las peligrosas opiniones extremistas. Además, hablan sin reservas sobre la salud mental y piden que se invierta para prevenir y combatir la estigmatización que conlleva.

Para satisfacer las ambiciones y las expectativas de esta generación son esenciales la transparencia, la rendición de cuentas, la confianza y el enfoque del capitalismo de las partes interesadas. También debemos confiarles el poder de tomar la iniciativa para conseguir cambios trascendentes.

Para mí son una inspiración los incontables ejemplos de jóvenes que actúan juntos desde la diversidad para cuidar de sus comunidades. Ya sea prestando asistencia humanitaria a los refugiados, ayudando a los más afectados por la pandemia o impulsando a escala local medidas de lucha contra el cambio climático, su ejemplo es el modelo a seguir para construir la sociedad y la economía que necesitamos en el mundo pospandemia: más resilientes, inclusivas y sostenibles.

Vivimos juntos en una aldea global, por lo que solo conseguiremos crear el clima necesario para hacer del mundo un lugar pacífico y sostenible a través del diálogo, la comprensión y el respeto mutuos.

 

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