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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Emboscada

El llamado Programa Incremento Exportador ha logrado dos objetivos: fortalecer en lo inmediato las reservas del Banco Central, a un alto costo de endeudamiento en pesos, y mejorar los ingresos de los productores.

La política oficial de situar el valor del dólar a 200 dólares la tonelada como punto de referencia concluyó ayer con un éxito mayor del esperado en el Ministerio de Economía, pues se superó con creces la estimación de que se recaudarían unos 5000 millones de dólares en el mes.

Esta experiencia no pudo librarse de la tentación frecuente de este gobierno de jugar con cartas marcadas. En los garitos eso tiene un nombre y no precisamente bueno. Por decisión del Banco Central, no sabemos si para ningunear al ministro Sergio Massa, se encarecieron los créditos subsidiados para el campo por encima de otras tasas y se restringió el acceso al dólar MEP a quienes hubieran vendido soja bajo el paraguas del Programa Incremento Exportador. Días después, se liberó de esa prohibición a las personas físicas, pero quedaron atrapadas las firmas societarias, que representan alrededor del 80% de la producción nacional de soja.

Esto derivó, como es natural, en nuevas y graves dificultades financieras para quienes habían vendido a fin de saldar deudas en dólares.

Los 8123 millones de dólares absorbidos por el Bcra en septiembre superaron los resultados de los tres meses precedentes. A fines de agosto se había comercializado el 36,1% de la soja de 2021, o sea, 15,9 millones de toneladas sobre los 44 millones cosechadas en esa campaña. Lo natural habría sido contar para agosto con la mitad de la cosecha vendida y no solo el 36,1% mencionado.

Funcionó en todo esto la lógica comercial derivada de un retraso cambiario indisimulable. Es explicable que un alto número de productores, y en particular grandes firmas exportadoras, se hayan acogido al régimen que cerró ayer sus operaciones, por más que eso haya significado privar de una sanción al Gobierno y los ideólogos de entrecasa, que con frecuencia destratan al sector con mayor índice de productividad e innovación de la Argentina.

Al salir bien, en principio, de la prueba de este novedoso régimen de exportación temporal, es probable que el Gobierno se sienta en algún momento tentado en su aplicación a las producciones regionales. Sobre la lana, las frutas, el poroto, los limones, el tabaco, el vino, de forma de encontrar paliativos circunstanciales a un dólar irreconocible en cuanto al verdadero valor que debería tener en relación con el peso, y que es el valor reflejado, al fin y al cabo, en el mercado marginal.

Conocemos la situación crítica en que se encuentran los cultivos de invierno, tan castigados en la zona núcleo de nuestra pampa. Es fundada la estimación de que tal vez la cosecha de trigo no pase de 16 millones de toneladas, y de que tal vez sea aún menor. 

Nadie podrá negar, sin embargo, que, a pesar de los vaivenes de todo tipo que agitan al país, las exportaciones y subproductos correspondientes a la campaña de 2022 han sido hasta aquí de casi 40.000 millones de dólares.

En las actuales condiciones de orden general, eso es para agradecérselo más que nunca al campo.

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