Por Juan Segundo Stegmann
Especial para El Litoral
Las llamas se despliegan hoy por Loreto. Y parecen no dar tregua. Llevan semanas los incendios quemando bosques, campos de pastizal, alambres, y dejando a su paso un paisaje desolador.
Aquí se vive un drama de una dimensión que no recuerdan haber visto. Son cientos de miles las hectáreas carbonizadas, fuegos de distintos tamaños recorren aún varias zonas del norte de la provincia dibujando una geografía amarillenta reseca y negro carbón. Pero la desazón que deja entre los vecinos va por dentro y produce una larga y amarga impotencia.
El viento es el que dispone hacia dónde viaja el horror. Y Dios dirá hasta cuándo.
Aquí, en esta mañana providencialmente quiso estar la Madre extendiendo sus manos benditas como queriendo frenar el fuego del infierno. Junto con la Milagrosa rezo por los cientos de voluntarios que a pico, pala, bolsa y mangueras improvisadas dan pelea.
Se me viene a la memoria tan presente la dulce Madre de esta tierra. Canta su oración: “Te coronaron con las estrellas, tuya es la luna, Madre de Sol, de ojitos negros y tez morena, correntinita, Madre de Dios. Azul el manto, como tu río, blanca mantilla de Ñanduti. Reina y Señora por cuatro siglos, María de Itatí”.
Esta Madre está impregnada en la sangre correntina. Es surco y tradición, musiquita alegre desde el camalotal, presente de norte a sur en cada rincón del litoral, desciende su espíritu por todas partes con plegarias escondidas, de ranchos monte adentro, entre manos de timbó acompañando por siglos las penas del poriahú.
María en su pequeñez y fortaleza, de pie, parece proteger los campos. Ella en su sentir apagará las llamas que queman.
Con el sentimiento y la plegaria ofrecida al Padre de la Vida, bajo un calor abrazador, seguí mi marcha en nuestra misión, llevando a la Madre al lugar donde la esperaban, ella reinará entre cientos de jóvenes en el colegio del pueblo de San Miguel y en el hospital de Berón de Astrada. Dos pueblitos autóctonos de la Argentina profunda.
Misión cumplida a mil doscientos kilómetros de casa, sembrando esperanza entre los hijos dispersos de nuestra querida Patria. Son semillas del corazón con alma de timbó.
Ella va, no se detiene, y adonde se posa traerá alegría y conversión y un nuevo reverdecer que con paciencia y suplica al igual que el alma hará florecer.
Morirá lo viejo, traerá madurez esta pérdida, purificará las historias y los corazones y la lluvia de abril traerá vida en abundancia. Jesús, hace nuevas las cosas.
El río lleva en su barrosa profundidad la calma y la espera del Dios creador para toda la eternidad.
Tierra de contrastes, donde la exuberancia y la sequedad estremecen.
Paz. Todos hermanados bajo este cielo azul bien correntino.