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Palabras que dicen

Elocuentes. Hablan por sí mismas. Palabras que son develaciones. Comprometidas. Transparentes.
 

Sabado, 12 de agosto de 2023 a las 16:49

No son vanas. Si bien se fueron tomando de titulares de toda índole, el tiempo nos demuestra que intuyeron hasta hacerse realidad en lo mínimo. Aprendí el amor y la curiosidad por ellas, tal vez por dedicar mi vida a la Publicidad.
Donde cada una abre la mente para construir otras historias, pero que sin embargo por su importancia es como si giraran la llave y nos marquen el camino hacia otras de igual magnitud.
Siempre me he detenido en cada frase, marcándolas porque desde el vamos me decían, que los argentinos no tomamos en cuenta cuánta verdad anticipatoria revisten cada una.
Específicamente aquellas que marcan dolorosamente nuestras equivocaciones, y que por tozudez, capricho, o el famoso verticalismo fanático donde se cumplen, mal que nos pesen, los mayores yerros políticos de la historia. 
Leerlas es sorprendernos por tanto desvarío establecido, que no lo creo porque no se puede ser tan suicida donde ponemos permanente en peligro nuestra propia integridad.
La más sobresaliente porque se debe estar alucinado, para reafirmar en uno de sus tantos mensajes el Presidente Fernández, dijo: “La Argentina sabe convivir con la inflación”. 
La “popular” le  respondería seguramente: “Ni mamado, es posible la convivencia.”
El periodista investigador, Alejandro Alconada Mon, no puede ser más preciso, para definir de alguna manera nuestra aparente normalidad: “Le sumamos más anormalidad a nuestra normal anormalidad.”
Como vemos son ellos quienes gobiernan. Son ellos mismos quienes generan declaraciones que suman más complicaciones de llegada.
Tal cual el programa televisivo, “La noticia rebelde”, que de los años 1986 a 1989 integró a su elenco a Carlos Abrevaya, Raúl Becerra, Adolfo Castelo, Jorge Guinsburg y Nicolás Repetto, cuyo slogan de promoción decía: ”Un aporte más a la confusión general.” Por el contrario, cada aclaración que hoy se hace, se embarra mucho más.
Es como dice el Evangelio: “Las palabras mueven, los ejemplos arrastran.” Pero todo lo contrario porque las palabras y los ejemplos que ensayan nuestros dirigentes, dejan tanto que desear.
Pero es cierto, mueven y arrastran. Son las que nos han arrastrado hasta aquí. Y, verdaderamente, son de pavor. Tal vez, Francella se acerca mucho más a la verdad diaria: “Nuestra forma de vivir es dramática.”
Sin embargo, uno se pone a pensar cuánto hemos perdido de nuestros principios y valores. El Periodista español del Diario “El País”, Juan Cruz, por el contrario nos elogia refiriendo a la alta cultura que nos definía:
“Argentina es el país mejor escrito del mundo.” Con nombres ennobleciendo esa aseveración consolidada por un Borges, Cortázar, Sábato, y tantos otros que dieron "tela” para que nuestra cultura no pierda brillo.
Pero nuestra torpeza puede más, porque siempre lo hacemos en actitud de tribuna. No de la coherencia y del sentido común.
Lo reconoció Rossi hace un tiempo, cuando expresó: “Cometimos muchos errores. Con Sergio, con Axel, vamos a repensar una Argentina nueva.”
Aquí lo que vale es el reconocimiento, lo del futuro de “repensar una Argentina nueva”, suena más a discurso electoral: mucho de énfasis tan poco de consistencia. Recordando, que eso se hace y se hizo durante 4 prolongados años.

Nos falta decir palabras que digan. No vacías de discursos. Palabras rellenas de verdades. Sincerarnos. Asumirlas para así volver a creer.


Es fácil prometer sobre las cenizas. El dramatismo está dado por el tiempo ya fenecido. No estamos jugando a “la embopa,” ni gozamos de la excepción de un “pido” salvador para recomenzar de nuevo.
Los “ningunes” en la Argentina baten records, porque todos quedan cortos a la hora de comparaciones, porque para todas las cosas siempre batimos el límite de lo permitido.
El Periodista y escritor argentino, Martín Caparrós, dijo como forma de explicar la falta total de credibilidad, como aporte virtuoso muy de moda: “En Argentina ningún grupo ni ningún líder despiertan confianza.”
Perder la confianza es haber extraviado pero más que por descuido, por falta de principios que hacen a una persona. A un país. 
Es borrarnos por poco serios. Perder entidad. A propósito de esa falta de confianza, Moisés Naim fue claro: “Sorprende cómo enormes grupos humanos entregan su destino a mentirosos.”
La decepción. El desencanto. Son las consecuencias de esa constante en que las palabras y los hechos que ellas desencadenan, promuevan el descreimiento hasta el simple hecho de concurrir a votar.
Los tipos derechos e irreprochables como el Dr. René Favaloro, decía “palabras que dicen”. Con contenido, dignas de imitarse: “Todos somos culpables, pero si hubiera que repartir responsabilidades las mayores caerían sobre las clases dirigentes. Si resurgiera San Martín, caparía a lo paisano varias generaciones de mandantes.” Implacable y certero. Su sentencia sintetiza el mal de las cosas.
Me gustaría terminar con palabras dichas por la sabia, Mafalda, creación genial del argentino Joaquín Lavado, el popular Quino: “En la vida hay personas que no dejan de sorprender…y hay otras que no dejan de decepcionar.”
“A mí me gustan las personas que dicen lo que piensan. Pero por encima de todo me gustan las personas que hacen lo que dicen.”
Nos falta decir palabras que digan. No vacías de discursos. Palabras rellenas de verdades. Sincerarnos. Asumirlas para así volver a creer.

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