Dolarizar es una mala idea porque saca flexibilidad para todo: para manejar la política macroeconómica, fiscal, monetaria y cambiaria. Todos los países serios de la región que manejan bien sus macroeconomías y que tienen mayor estabilidad, como Chile, Perú, Brasil, México y Colombia, usan esa potestad que la dolarización te quita. Dicho lo cual, hay que aclarar que en el actual contexto, la Argentina no tiene esa posibilidad debido a lo mal manejada que está su macro. Tenemos las cuentas públicas muy desequilibradas y las políticas monetaria y cambiaria muy desordenadas, por lo que debiéramos tener esquemas parecidos a los de nuestros vecinos.
La dolarización generalmente se promociona como una medida extrema para evitar que el Banco Central financie al Tesoro y, de esa forma, eliminar rápido la inflación. ¿Puede funcionar? En principio sí puede, pero en el actual contexto se deberían tomar medidas para reformar el mercado de cambios, ordenar las cuentas públicas, mejorar el manejo de la política monetaria, corregir los precios relativos, actualizar las tarifas de los servicios públicos. La Argentina debe hacer todo eso igual, con independencia de que se adopte o no una dolarización. Entonces, dolarizar sería simplemente un error.
El riesgo más grande es que la dolarización funcione, se estabilice la macroeconomía y aparezca lo que se llama inflación residual: como los salarios y algunos precios están muy atrasados, eso genera inflación en dólares. Les pasó a Ecuador y tuvo 100% de inflación. En la Argentina generaría una economía muy cara en dólares, por lo que si ocurriese un shock externo, como una sequía, una devaluación en Brasil o una crisis internacional, nos dejaría en la misma situación que en la convertibilidad a fines de los 90. Esa es la principal razón por la que no es conveniente una dolarización.
En Argentina, la alta inflación hace que los movimientos del tipo de cambio sean muy desestabilizadores porque se pasan a precios y generan mucha desconfianza. Con estabilidad de precios, como en Chile y Perú, la gente ve que el tipo de cambio sube y después baja. Generalmente, sube cuando baja el precio del cobre y baja cuando aumenta. Entonces, en Chile el tipo de cambio tiene un promedio de entre 300 y 700 pesos chilenos. Sube y no pasa nada. Si hay un shock externo, por ejemplo una caída del precio del cobre, se ayuda a los sectores que exportan o que compiten con productos importados a que se adapten mejor. Si se genera alguna situación de estrés, el Banco Central puede vender reservas o dejar que el tipo de cambio se mueva. En una economía dolarizada los precios pueden subir pero es muy difícil que bajen. En la convertibilidad tuvimos una depresión larguísima de cuatro años y el nivel de precios apenas cayó, en algunos meses tuvimos una deflación. Es un proceso muy lento y doloroso y la flexibilidad cambiaria permite hacer frente a esos contextos. Claro, para poder hacer uso de la flexibilidad cambiaria hay que tener una economía estable porque de lo contrario no se puede mover el tipo de cambio.
Por último, para hacer la dolarización hay que cambiar los billetes y monedas y se necesitan resolver las Leliq y los pasivos en pesos del Banco Central. Circula una propuesta de Emilio Ocampo para armar un fideicomiso poniendo las letras intransferibles del Central. Creo que es wishful thinking (ilusiones); básicamente, reeditar el argumento de la lluvia de inversiones porque se necesita financiamiento internacional para rescatar esas letras intransferibles. Entonces, como no hay dólares, si se consiguen primero habrá que hacer todos los deberes antes mencionados y, otra vez, sería inútil, por no usar otra palabra, dolarizar. Si en el medio hay un “accidente macro”, sube mucho el dólar y se te licúan todos los pasivos monetarios, con los pesos ya vas a poder comprar casi nada de dólares, con lo cual dolarizar a un tipo de cambio extremadamente alto es practicable.
*Economista de la Fundación Fundar