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/Ellitoral.com.ar/ Edición Nacional

La carrera electoral

Maquillada o no, y aunque se asegure lo contrario, la puja por quién gobernará los destinos de la Argentina a partir del año próximo ya ha comenzado. Es muy difícil que Néstor Kirchner, o al menos su esposa, no se presenten, y altamente improbable que el oficialismo pierda las elecciones de 2007. La idea de sus adversarios es, entonces, tratar de montar un espacio de disidencia que permita, desde el Parlamento, comenzar a construir una oposición responsable.

El mismo temperamento rige para las provincias, en especial aquellas cuyos mandatarios están haciendo lo posible y lo imposible por tratar de modificar las cartas magnas que les impiden ser reelectos. El Presidente los alentó a que peleen, sea como sea, por lograr esos objetivos. Algunos de ellos, temiendo dificultades judiciales, se apresuraron a voltear de un plumazo a sus antiguas cortes provinciales y armaron nuevos tribunales a su gusto y medida, privilegiando la amistad y subordinación al Ejecutivo, por sobre la experiencia académica y la idoneidad.

Pero todo vale. Si no, basta preguntárselo a Aníbal Ibarra, el destituido jefe del gobierno porteño quien, sin inmutarse, lanzó su nuevo partido político. "Nos creían muertos, y aquí estamos", dijo con desparpajo. Claro, los muertos son los casi 200 chicos que, producto de la corrupción de su administración, cayeron para siempre en la injustificable tragedia de Cromañón.

El mejor aliado de todo este sistema perverso es (como lo ha sido y probablemente lo será), la frágil memoria de la sociedad argentina, que permite olvidar rápidamente de un candidato lo que este dijo ayer, opuesto a lo que asegura hoy y distinto de lo que proclamará mañana. Eso ha permitido que en los últimos 30 años de la vida política argentina (para no ir más lejos) se sucedan paquidérmicas figuras, impresentables en cualquier país moderno y organizado (y aún mismo frente a nuestros vecinos) que resurgen como referentes o salvadores de la Patria.

El controvertido debate que dividió las aguas respecto de si el ahora rechazado diputado electo Luis Abelardo Patti podía asumir su banca o no, pese a haber sido votado por 400.000 sufragios, podría ser un buen punto de partida para que un mecanismo radiográfico similar, sobre los antecedentes personales de cualquier candidato, puedan ser sometidos a consulta pública tal cual se hace con el Consejo de la Magistratura para la designación de los magistrados.

Para aclararlo mejor. Sería ideal que todo candidato a ser aceptado para conformar una lista con miras a las próximas elecciones deba publicar sus antecedentes que reflejen qué es lo que dijo públicamente en los años anteriores, qué hizo, a qué partido estuvo afiliado, si fue o no procesado o imputado por sospechas de ejercicios irregulares en la función pública, ya fuere como simple concejal o funcionario municipal, en algún cargo provincial o bien dentro del Gobierno nacional sirviendo a tal o cual presidente. O sea ni más ni menos un completo "currículum" con lo bueno y lo malo de su pasado, para que cada potencial votante saque sus propias conclusiones. Es seguro que las cosas podrían mejorar sensiblemente.

Pero como se dijo al principio, la pelea electoral ha comenzado y esto es peligroso porque retrasa el funcionamiento operativo del país, que se subordina a la lucha política. En la historia argentina reciente, los presidentes que se olvidaron de sus gobernados y pusieron excluyentemente su empeño en seguir en sus cargos, no terminaron bien. La mejor manera de hacer campaña es trabajar por un país mejor, pero hacerlo en serio. Si las cosas se hacen bien, los votos vienen solos. Si hay que comprarlos, entonces todo se reduce a quien tenga más dinero para repartir... y eso hasta ahora, a la larga o a la corta como ya se ha dicho en esta columna, resultó fatal.

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