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/Ellitoral.com.ar/ Edición Nacional

En el momento justo

Roberto Lavagna tiene en claro que va a ser casi imposible ganarle el año que viene las elecciones al kirchnerismo, y más aún si, como se especula, los comicios presidenciales son adelantados en varios meses, presumiblemente para marzo.

Pero está convencido, como otras veces se dijo en esta columna, que no hay obstáculo serio que se le anteponga para lograr convertirse en el principal referente de la oposición. Por eso ha decidido seguir el juego a sus críticos dentro del Gobierno, en especial a su sucesora, la ministra Felisa Micelli, consciente de que todo suma, y todo da réditos razonables en el nada despreciable marco de ciudadanos que no piensan igual que el Jefe del Estado.

O sea que si ellos hablan y lo fustigan, él responde, y lo hace incisivamente con el conocimiento que da saber muy bien de lo que se dice. Tiene un discurso que agrada al empresariado y a los votantes de las clases media y alta y a los que, por regla general, detestan el populismo, las concentraciones digitadas y los mal entendidos subsidios sociales que muchas veces premian injustamente a los que no tienen ganas de trabajar con los dineros de los que sí trabajan.

Pero Kirchner también sabe dónde golpear. Y sabe muy bien que las elecciones presidenciales se ganan o se pierden en las barriadas más pobres y marginales del populoso conurbano metropolitano, allí donde hay millones de almas cuyo sufragio sólo está condicionado a los beneficios inmediatos del día a día y que en no pocos casos se traducen en la entrega de un beneficio material, previo paso por la urna. No es un dato menor. Sólo la tercera sección electoral, vecina a la Capital Federal, congrega a más votantes de bajos recursos que la mitad de las provincias argentinas.

Vistas así las cosas, puede concluirse en que el Presidente y sus aliados obtendrán victorias significativas que garantizarán su continuidad a partir de los votos que surjan de los sectores más populares (que son mayoría) mientras que el potencial movimiento que podría llevar como cabeza a Roberto Lavagna, será fuerte en Capital Federal, una porción del Gran Buenos Aires y habrá que ver cómo se plantean las cosas en Córdoba y Santa Fe, los otras dos estados más poblados del país, pero también con significativos bolsones de desempleo y pobreza.

Lavagna tiene la oportunidad de aglutinar al disperso radicalismo, al ARI de Elisa Carrió y a sectores independientes, incluso de la izquierda. En ese plano tampoco es una cifra menor lo que pueda aportar la comunidad militar, suficiente para facilitar –por el sólo hecho de votar "en contra de quien nos golpea"– la llegada de entre diez y quince legisladores a la Cámara de Diputados de la Nación.

De ahí que el principal desafío que tendrá el oficialismo el año próximo no pasa necesariamente por la continuidad en el poder (que puede considerarse un hecho) sino por el número de bancas en el Parlamento. Por eso el trabajo hormiga del Presidente para procurar que los gobernadores de provincias aporten, sea como sea, la mayor cantidad de diputados posibles que permitan consolidar la mayoría legislativa y evitar perder el control estratégico en el manejo de las leyes.

El 25 de Mayo, en la Plaza, Kirchner pudo comprobar la disciplina del aparato de movilización de los mandatarios provinciales. Hay intención, con motivo del 20 de Junio, para que converjan sobre Rosario, en la ceremonia del Día de la Bandera, contingentes parecidos. Se ofrecen en las distintas reparticiones públicas micros y viáticos para quien quiera visitar por algunas horas la segunda ciudad del país.

Lavagna sabe que es imposible competir con los recursos del Estado a la hora de hacer proselitismo. Pero también es consciente que tan complicado como pelear desde abajo, es mantenerse arriba y soportar el natural desgaste de cualquier gestión. Si no quema sus cartuchos antes de tiempo, y si la ambigua tropa que lo sigue no se le dispersa víctima de sus permanentes contradicciones, el tiempo puede ser su aliado y esa es su mayor apuesta en el lugar y en el momento justo.

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