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/Ellitoral.com.ar/ Edición Nacional

Un mes muy especial

A todos nos encantaría que Argentina logre en Alemania su tercer título mundial, pero nadie más interesado en ese potencial logro ecuménico que el propio presidente, Néstor Kirchner. Un regreso triunfal de nuestra Selección sería el trampolín perfecto para saltar en busca de la cada vez menos desmentida reelección.

Un mundial es un mundial, y no hay gobierno, totalitario o democrático que, en la historia reciente de nuestro país, no haya procurado obtener alguna ventaja de él.

Si no, basta sacar a la luz el poco conocido debate que provocó en 1978, entre los entonces miembros de la primera junta militar que manejó dictatorialmente los destinos del país, la coronación del seleccionado nacional en esa histórica noche invernal de junio, en la cual nadie durmió y todos estuvimos de fiesta.

Cuesta asimilarlo ahora. Pero en esa jornada de hace 28 años, Jorge Rafael Videla, Orlando Agosti y Emilio Massera fueron aclamados en el estadio de River Plate, como verdaderos héroes nacionales, junto a los futbolistas triunfantes. A la mañana siguiente, mientras la población continuaba ebria de alegría y no se hablaba de otra cosa, los encocorados comandantes comenzaron a discutir una fórmula esbozada por la Marina de Guerra, consistente en llamar a elecciones para el año próximo y marcar la apertura política, aprovechando el acontecimiento.

Massera quería ir más allá: propuso que cada fuerza publicara una nómina de los "muertos en combate" en la "guerra sucia" y que todo fuera sometido a un referéndum popular.

La Fuerza Aérea no opuso mayores reparos, pero la línea "dura" del Ejército torpedeó la iniciativa. Es que se sabía que Massera ya estaba prohijando un proyecto político que le permitiera aspirar a ser electo al frente de su naciente Partido para la Democracia Social.

Todo quedó en la nada. Claro que la historia es más larga y alguna vez ameritará contarla aquí.

Los militares no tuvieron otra ocasión para un festejo semejante. La Guerra de Malvinas terminó de sumergirlos en el ostracismo y la pronta eliminación del equipo nacional en el mundial de España coronó un año trágico y negro para la sociedad, sólo atenuado por las luces que prenunciaban la apertura democrática.

La alegría mundialista regresó con la coronación de nuestro plantel en México, en 1986 y ese formidable segundo gol de Maradona frente a Inglaterra, tras su discutido primer tanto en donde intervino "la mano de Dios". La Argentina respiraba aires de libertad y el triunfo sirvió a un eufórico Raúl Alfonsín para recibir a todo el plantel en la Casa de Gobierno. Todavía estaban lejos los nubarrones que marcarían, a partir del año entrante, el principio del fin de su administración.

Y ahí, al menos hasta hoy, todo se terminó. Carlos Menem, en sus largos diez años de mandato, no pudo saborear ninguna victoria, aunque sí el subcampeonato de Italia, pese a que fue el único jefe de Estado en la historia del país que gobernó durante dos mundiales seguidos. Tras la debacle económica de 2001-2002, Eduardo Duhalde tuvo que pilotear una crisis sin precedentes y soportar, como todo el resto del país, la frustración de otra eliminación en el torneo de Corea y Japón.

Habrá que confiar entonces en la buena estrella de Kirchner. Si los nuestros vuelven a casa con el título, o al menos el subcampeonato, habrá que darle crédito a su varita mágica que, según quienes lo adulan hasta la exageración, convierte en oro todo lo que toca.

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