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¿Por qué nos cuesta innovar?

Por Bernardo Stamateas

Colaboración Especial 

Walt Disney, el maravilloso creador de otros mundos, dijo: “Si podés soñarlo, podés lograrlo”. Su idea encierra dos principios esenciales para ver nuestros sueños convertidos en realidad: 

Visión de futuro en el presente. 

Voluntad para llevar a cabo la visión. 

En una oportunidad el pequeño Disney dibujó flores con ojos y boca. Cuando la maestra vio eso, expresó: “Pero las flores no pueden ver ni hablar”, a lo que el niño contestó: “¡Mis flores sí!”. Esto nos demuestra que las ideas que parecen extrañas suelen molestar a la mayoría de la gente. Esa es la razón por la que los innovadores son tan combatidos. 

Ideas brillantes

Ante una idea fuera de lo común, estos son algunos de los típicos comentarios de la gente: “Eso es imposible”; “qué locura”; “nunca lo hicimos de esa manera”; “es muy difícil”… tal vez alguna vez tuviste una buena idea y escuchaste este tipo de frases. Nunca deberíamos dejar que los demás ahoguen nuestra creatividad y la posibilidad de innovar, sea cual sea el ámbito en el que nos movamos. 

Pero la voz negativa también puede surgir de nuestro interior. Por temor, por el qué dirán, por comodidad o por hacer caso a las opiniones ajenas. Lo cierto es que, cuando prestamos atención a esa voz, terminamos quedándonos con lo viejo conocido, antes de atrevernos a ir por lo nuevo que nos podría causar incomodidad. Una persona generadora de ideas que nunca se anima a concretar ninguna se estanca y jamás crece en la vida. Vive como en una especie de “piloto automático”.

Correr riesgos

Pero, ¿por qué nos cuesta animarnos a innovar, a poner en práctica nuevas ideas?

Por lo general, innovar es sinónimo de correr riesgos y no todo el mundo está preparado para hacerlo. Es allí donde aparece toda la programación mental que traemos de nuestro hogar. Algunas personas crecieron escuchando: “Tené cuidado”; “mejor no confíes demasiado en la gente”; “mejor quedate con lo seguro”; etc. Dicha forma de pensar y ver el mundo (inconsciente) nos conduce a dudar: “¿Y si no funciona?”…

Siempre aventurarnos a lo desconocido nos sacude, nos mueve de nuestra zona de confort y nos produce temor. Es perfectamente normal sentirse así frente a los cambios. Pero todos los exitosos, cuyas vidas admiramos, se atrevieron a poner un pie fuera del bote y caminar sobre el agua. Si queremos que una determinada situación en la que ya no nos sentimos cómodos cambie, tenemos que estar dispuestos a arriesgarnos.

Una idea que ha visto la luz requiere del ambiente propicio para crecer, desarrollarse y convertirse en realidad. Por ambiente propicio, queremos decir rodearnos de personas que alienten nuestra idea, que crean en nosotros y nos aporten opiniones valiosas para mejorarla y ponerla en práctica. También que nos levanten cuando caigamos o tengamos el deseo de abandonar.

Tiempo de cambios

Hoy en día los cambios se suceden a un ritmo vertiginoso y son permanentes. Aun así, muchos se resisten a cambiar y prefieren seguir con sus viejas ideas que ya no les resultan útiles. Una idea exitosa puede volverse obsoleta. Por eso, es tiempo de extender la mirada y ver las infinitas posibilidades que la vida nos ofrece para renovarnos y avanzar.

Animate a ser un innovador, a llevar a cabo tus ideas (aunque las tilden de “locas”), a hacer lo que nadie hizo antes. A pesar de los errores que puedas cometer, de los obstáculos y las dificultades que tengas que enfrentar, el proceso te permitirá aprender, crecer y obtener resultados extraordinarios. No te conformes con lo que lograste hasta ahora. ¡Movete y andá por más!

DESTACADO 

Una idea que ha visto la luz requiere del ambiente propicio para crecer, desarrollarse y convertirse en realidad.

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