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Venezuela y el silencio del progre argentino

Por Diego Sehinkman

Nota publicada en el diario La Nación.

Obsesionadas históricamente por el cuidado estético, muchas de ellas aspirantes a Miss Universo, a las venezolanas se las critica porque se maquillan mucho. La generalización es injusta porque hay una que no se puede maquillar: la dictadura de Maduro. ¿Por qué entonces cierto progresismo argentino insiste en cubrirle el verdadero rostro a Venezuela?

En los últimos días se vio a mucho “progre” vernáculo enunciando la teoría de los dos demonios venezolanos: “el Estado reprimirá un poco, sí. Pero vean qué golpista es la oposición”. Con tal de que la Patria Grande no encoja son capaces de hacer contorsionismo argumental. ¿El truco puede fallar para estos escapistas “progres”, encerrados en ese baúl con candado que son las imágenes de los motoqueros paramilitares (Falcon verdes de dos ruedas) disparando a los opositores en las calles? No, el truco nunca les falla. Ellos escapan de las imágenes porque siempre argumentan frente a su auditorio y sobre todo frente a ellos mismos. Con muy poco esfuerzo les creen y se creen.

¿Por qué? La respuesta la da la neurociencia: el cerebro es perezoso y tomará todos los atajos y hará todas las trampas con tal de no cambiar el “mind frame” o marco mental. Dicho de otro modo: las personas intentan modificar lo menos posible el universo de ideas que los constituyó y que les conformó una identidad. Deconstruir una idea es deconstruirse. Demasiado trabajo. Si uno les pregunta qué más debería hacer Maduro para que lo consideren un dictador, responderán que Macri mandó a reprimir en PepsiCo. El que quiera girar en esa rotonda argumental con el “progre”, que lo haga. Advertencia: el juego termina cuando él te marea.

Salimos de la Patria Grande y nos metemos en la patria chica: Santa Cruz. En el show de anticipaciones catastróficas que lleva adelante Cristina, con hits tales como “vienen por tu jubilación”, se omitió una desgracia: “Van a dejar a tus hijos durante medio año sin clases”. ¿Algún kirchnerista cambia su voto porque Alicia todavía no logró que los chicos vuelvan de las vacaciones de verano? Respuesta: no. Ese votante “duro” desecha este dato para que no entre en colisión con una creencia reconfortante: que Cristina está para protegerlos. En efecto, la ex presidenta se ofrece como un subrogado materno. Macri, en cambio, se coloca en una posición diferente: se presenta como aquel que intenta crear las condiciones de contexto para que alguien se desarrolle. Aunque Cambiemos mantenga o incluso aumente la asistencia social, nunca será visto como un gobierno paternal. Y muchas personas necesitan, por su historia o estructura de personalidad, que los presidentes sean como sus padres o madres.

Por eso la elección se juega en el “votante blando”, ese 50 por ciento del electorado que no ama ni odia a Cristina y que mira el bolsillo. La recuperación económica está en marcha, pero no todavía para vastos sectores del conurbano. Para ese votante “el brote verde es el otro”. La industria creció un 6, 6 por ciento interanual y la producción de azúcar subió un 8 por ciento. ¿Alcanzará para endulzar?.

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