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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

El aula necesita propuestas creativas

Por Augusto Barcaglioni  (*) 

Doctor en Ciencias de la Educación, Premio Academia Nacional de Educación. Responsable del sitio www.cognitio.com.ar. 

Nota publicada en el diario La Nación.

Cuando un docente se resiste a cambiar, perpetúa con rigidez de pensamiento las prácticas obsoletas que no se condicen con los nuevos requerimientos de adaptabilidad e innovación exigidos por la expansión de los conocimientos. Por esta razón, el docente que enseña siempre el mismo contenido de la misma manera como si se tratara de alumnos con la misma idiosincrasia en realidad no enseña y afecta seriamente la calidad del aprendizaje.

Es así como ese docente repite año tras año temas vacíos mediante una praxis reiterativa que no amplía la mente ni resulta apta para quienes necesitan aprender. Así, el proceso pedagógico queda afectado por el inmovilismo de una visión estática y de un proceso rutinario llevado a cabo con contenidos sin vida ni frescura.

El talento de niños, adolescentes y jóvenes rechaza la violencia del aprendizaje uniforme y de la exigencia estéril de conocer lo mismo sin ejercitar la reflexión y la aplicación práctica. Por eso, los niños reclaman a sus docentes mayor idoneidad para promover capacidades y respuestas creativas a fin de enfrentar un mundo en constante expansión.

Si bien muchos educadores enseñan a pensar y ayudan a aplicar lo aprendido con flexibilidad y sin sobresaltos, rigidez ni violencias, existen docentes que provocan, mediante la memorización mecánica de contenidos estáticos, un estado de parálisis e inmovilidad de los procesos cognitivos superiores. Así, la inteligencia queda inmovilizada al punto de reflejar los movimientos rígidos de la forma de pensar del propio docente.

Utilizando una metáfora, diríamos que actúan, frente al reclamo social de una educación eficiente y adaptativa, como verdaderos “cirujanos con Parkinson”, dado que promueven movimientos mentales anárquicos incompatibles con un aprendizaje que confiera apertura y flexibilidad de pensamiento.

De esta manera, y continuando con la metáfora, operan y achican la mente de quien busca aprender y despliegan su acción iatrogénica en el tenebroso quirófano de una burocracia áulica propensa al aburrimiento y a la falta de estímulos.

En ese “quirófano”, el docente metodológicamente inexperto ejecuta cotidianamente su mala praxis, convirtiendo a sus alumnos en víctimas de una paulatina pérdida del entusiasmo. El descuido de este requerimiento conspira contra el aprendizaje constructivo y genera la pasividad del alumno, la ausencia de pensamiento crítico y de motivación para superarse

Todo ello conduce a una enseñanza burda y tosca, por lo que el docente termina por inmovilizar la inteligencia de quienes aprenden y a impedirles el acceso a nuevos conocimientos. Tal falencia, atribuible a la inexperiencia e inhabilidad, contribuye a intensificar los problemas de aprendizaje en lugar de resolverlos con destreza, rapidez y habilidad pedagógica.

Por eso, cada situación que hoy se observa como si fuera el eslabón repetitivo de una crisis interminable, debería ayudar a revertir la mediocridad del sistema de formación docente y la irresponsabilidad de quienes gestionan de manera inoperante una actividad que debería configurarse como centro de excelencia y de prestigio académico.

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