Fácil acceso a las armas de fuego

Un nuevo tiroteo enlutó el miércoles a Estados Unidos: 17 personas murieron en una escuela de Florida, en una jornada de horror donde estudiantes aterrados evacuaron las instalaciones tras los disparos, mientras otros escondidos en las aulas pedían ayuda por mensajes de texto.

Esta matanza en el Día de San Valentín, una de las peores en el país en 25 años, ocurrió en la escuela secundaria Marjory Stoneman Douglas, en Parkland, una ciudad unos 80 kilómetros al Norte de Miami, luego de que un ex alumno de 19 años abriera fuego hacia el final del horario de clases, dijo la Policía.

“Es el mal en estado puro”, dijo el gobernador de Florida, Rick Scott, en una conferencia de prensa en Parkland.

El jefe de policía del condado de Broward, Scott Israel, dejó traslucir su importancia: “Si alguien quiere cometer realmente una matanza, no hay mucho que las fuerzas del orden puedan hacer”.

El sospechoso de la matanza, que está bajo custodia, fue identificado como Nikolas Cruz y había sido expulsado de la escuela por “razones disciplinarias”.

Una fuente de la Policía dijo a CBS News que el atacante activó una alarma de incendio antes de empezar a disparar.

En los últimos 50 años más de 300 personas murieron en una docena de tiroteos masivos en los Estados Unidos, el más reciente de ellos sucedido este miércoles en una escuela secundaria de Parkland, estado de Florida. Lo ubican entre los 10 tiroteos más mortíferos de la historia de Estados Unidos. 

El más reciente registrado, antes del ocurrido el miércoles, fue en octubre de 2017. En el que es considerado el peor tiroteo de la historia del país, al menos 58 personas murieron cuando un hombre disparó desde su habitación en el Mandalay Bay Hotel contra una multitud que disfrutaba de un concierto de música country en Las Vegas Strip. El hombre que fue identificado como Stephen Paddock, de 64 años, se suicidó tras cometer el hecho, según reportó la Policía.

En junio de 2016, Omar Mateen, de 29 años, mató a 49 personas en un club nocturno de Orlando visitado por muchos homosexuales. Unidades especiales lo matan al irrumpir en el lugar. El atacante, ciudadano estadounidense hijo de padres afganos, se había reconocido previamente como miembro de la milicia terrorista Estado Islámico (EI). Había obtenido sus dos armas, una pistola y un fusil, legalmente. Su viuda fue acusada en enero de 2017 de complicidad.

Seis meses antes, en diciembre de 2015, un hombre y una mujer asesinaron a 14 personas en un centro de discapacitados en San Bernardino, California. Poco después son abatidos por agentes policiales. Se trata de un ataque islamista. En diciembre de 2012, 27 personas murieron en Newtown (Connecticut), en el hasta entonces peor tiroteo ocurrido en una escuela estadounidense. 20 de los muertos eran niños. El atacante, un joven de 20 años, se suicidó.

En el último mes y medio, murieron en Estados Unidos 1.816 personas por violencia armada, según los datos divulgados por la Gun Violence Archive, lo que equivale a 40 muertes diarias. La cifra anual registrada en 2017 en el país norteamericano es alarmante: 15.590 personas murieron por armas de fuego en el país, sin contar los casos de suicidios. En la población estadounidense, de 321 millones de habitantes, están registradas 310 millones de armas. 

El tiroteo del miércoles, uno de los 18 registrados en los Estados Unidos desde el comienzo del año, vuelve a poner sobre el tapete la epidemia de violencia armada en el país y el fácil acceso a las armas de fuego, que dejan 33.000 muertes anuales.

Indudablemente, EE. UU. tiene sobrada experiencia -lamentaciones y muertes de por medio- por el uso de armas de fuego, una cuestión sin control y balance doloroso.