Jueves 25de Abril de 2024CORRIENTES21°Pronóstico Extendido

Dolar Compra:$852,5

Dolar Venta:$892,5

Jueves 25de Abril de 2024CORRIENTES21°Pronóstico Extendido

Dolar Compra:$852,5

Dolar Venta:$892,5

/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Francisco Madariaga: criollo del universo

En esta primera entrega que será quincenal, nos aproximaremos a la obra del poeta de Concepción (aunque nacido Buenos Aires) que constituye uno de los puntos más altos de la poesía argentina y latinoamericana.

Por Rodrigo Galarza

Especial para El Litoral

El bebía la sangre de poetas anónimos, de hombres descalzos hechos para el coraje, gauchos gallardos y pendencieros que empuñan el mejor de los cuchillos: el silencio y la fidelidad a un orden bárbaro. Se llamaba Francisco Madariaga (1927-2000), poeta de los llanos y esteros correntinos. Cuentan que era un hombre que de caballo preñaba a las ánimas de la inspiración, y que alternaba su vida entre el asfalto y el estero. Así desarrolló en Buenos Aires su vida literaria pero con el corazón afincado en las llanuras de la provincia que albergó su niñez y adolescencia, y que marcaría para siempre el ardor de su poesía. Madariaga participó en las dos corrientes más importantes de la vanguardia argentina de los años cincuenta: la surrealista y la invencionista. 

A lo largo de más de una docena de libros de poesía, el poeta de Yaguareté Corá propone una voz en la  que confluyen líneas diversas, tonos varios y extraños: la gauchesca sui generis y el surrealismo, pero también el barroco americano o la herencia de Oliverio Girondo. 

Ajeno a la retórica, su discurso se sustenta a través de un alucinante caleidoscopio cuya constante transposición de imágenes funda la realidad dentro de unas coordenadas (espacio-tiempo) que cuando son nombradas dejan de “ser” para resurgir en un nuevo plano de intensificación lírica: “Sólo enredaste tu sangre un instante en mi corazón y sangraron tus manos/ oh esbelta de labios culpables de infinito”.

Desde sus poemas adolescentes, Madariaga emprendió la búsqueda de una palabra poética que tradujera y conciliara al mismo tiempo su mundo interior con lo deslumbrante que le resultaba el paisaje exterior: lagunas, palmeras, boas, pájaros, como soporte de mitos y leyendas, y en ellos la fuerza de un erotismo salvaje. Poco a poco irá llenando esos paisajes con sus habitantes, esa estirpe casi en extinción (en la actualidad) de gauchos ariscos, salteadores y bandoleros míticos, propio de una cultura nacida a partir del mestizaje europeo y guaraní. Cautivado por esa región de infinito plagada de misterios y abras de sueños, el lenguaje de Madariaga surge a borbotones por excesos incandescentes, que por momentos lo emparentan con el surrealismo, no como actitud adherente  hacia este movimiento sino como un estado natural que fluye de su propia identidad convulsa en cuanto a los ardores de la sangre.

La defensa del guacho a través de la mitificación de su carácter y del espacio en que habita, lo lleva a cabo apostando a una poesía totalmente ajena a la gauchesca clásica, lo que le permite esbozar auténticas y vigorosas estampas desprovistas de pintoresquismos fosilizantes. La evocación no se convierte aquí en un viaje al pasado sino en  un “tren casi fluvial” en constante partida y arribo, un tren cargado de colores y terrores que apunta a “entroncar las peticiones más profundas de la moderna poesía europea con su redescubierta raíz americana”, tal como señala la poeta y ensayista Graciela Maturo.

¿Te gustó la nota?

Ocurrió un error