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Poncho Verde: entre la leyenda y la realidad

Esta es una ciudad con muchas leyendas y mitos que se pierden en la noche de los tiempos, hechos reales que a veces se mezclan con la tradición y la leyenda, que quedan marcados a fuego y se transmiten de boca en boca en distintas generaciones. En este caso se trata de un curioso personaje que da el nombre a una de las avenidas más conocidas de Capital. 
Personaje. Poncho Verde, óleo de Octavio Gómez.

 A veces desconocemos el origen de los nombres y hechos de la ciudad, y por compartirlo cotidianamente se nos hace habitual repetir referencias sin saber cómo se originaron. Y uno de ellos es Poncho Verde.

Cuenta la historia que en el año 1810 se afincó en Corrientes un caballero apuesto, vigoroso y de condiciones valientes, de apellido Ponccio, proveniente de Misiones. Entreverado con las tribus, había dado libertad a más de trescientas familias, con haciendas y tierras, y decidió radicarse en esta región, en los suburbios de la ciudad de Corrientes en esa época, ya que la población se extendía sólo sobre la ribera del río Paraná, por avenida costanera hasta 3 de Abril y calle Mendoza. En lo que hoy es la entrada del parque Mitre, estaba la desembocadura del arroyo Manantiales que, serpenteante y torrentoso, iba a dar a un riacho que se integraba al Paraná, en medio de cañaverales y una tupida vegetación.

Cuentan que Ponccio era audaz, inteligente y astuto, y pronto se relacionó con las personalidades más importantes del Corrientes colonial, especialmente los militares, y como había llevado una dura vida en Misiones durante muchos años, en 1811 ya había adquirido jinetas en el Ejército, con el grado de sargento. Pero nadie es perfecto. A pesar de las muchas virtudes propias, Ponccio tenía pasión por el juego: era muy jugador y también se pasaba horas jugando al billar. A mediados del año 1812 regresaron los capitanes de la campaña con Manuel Belgrano, y contaron las hazañas del sargento Ponccio en combate, de su valor y coraje en las contiendas en las que había participado. El gobernador decidió entonces celebrar con grandes actos el 2º aniversario de la patria. Convocó a las tropas al solemne tedeum que se realizó en la Iglesia de la Cruz de los Milagros, se leyó la orden del Superior Gobierno de la Provincia, por la cual se lo ascendió al sargento Ponccio al grado de alférez de los Ejércitos de la Patria.

El sargento Ponccio, muy contento, celebró su ascenso pasando la noche jugando en el billar de Don Angello (hoy zona del barrio La Rosada); había ganado mucho dinero y bebió caña copiosamente, pero perdió en el juego y se enfureció, cortando el paño del billar con su facón, por lo que fue encarado duramente por el dueño, quien lo reprendió por su actitud. Allí se desató la tragedia: Ponccio no aceptó esto y con un certero puntazo en el pecho, dio muerte a don Angello, quien cayó al suelo en medio de un charco de sangre, ante el asombro y la sorpresa de todos los parroquianos. Metió la mano en su bolsillo y le tiró monedas de oro y plata, a manera de pago, no sin antes arrancar de un tirón el paño verde de la mesa de billar, que se lo colocó a manera de poncho, sobre los hombros. Luego de esto, escapó del lugar antes de que lleguen las autoridades.

El triste final

Así, se refugió en el bosque de una pequeña isla entre el arroyo Manantiales que desembocaba en las Baterías (hoy calle San Lorenzo) y el río Paraná (parque Mitre); tenía una mujer y tres niños. Mucho tiempo estuvo oculto en ese lugar impenetrable, aun para la milicia que lo buscaba intensamente, perdiendo absolutamente todo: su dinero, rango social y prestigio. Hizo hacer por su compañera, a manera de poncho, un agujero en el paño y se lo colocaba en el cuello. Más de una vez se deslizaba sigilosamente en busca de comida por la zona, por lo cual la gente comenzó a llamarlo “El loco del poncho verde”. Las autoridades sospecharon que el sujeto podría ser Ponccio y encomendaron al sargento Piris, junto con tres hombres, que siguiera sus pasos. Piris organizó una gran fiesta en una casa cercana, para atraerlo, en lo que hoy sería Santa Fe y 9 de Julio. Al rato vieron una figura que a tientas se acercaba en la oscuridad, atraído por el barullo. “Es Ponccio”, exclamó Piris a sus hombres.

Advirtiendo que era una emboscada, y como buen valiente, Ponccio enfrentó a su rival, esgrimiendo ambos grandes facones. Piris cayó muerto a los pies de Ponccio, luego de recibir trece puñaladas. A su vez, el ganador recibió una sola y certera puñalada que le atravesó el corazón. Se apoyó en un añoso tronco de espinillo y quiso incorporarse, pero todo fue inútil: cayó para siempre en ese lugar, en las proximidades de las actuales calles 9 de Julio y España.

Su fiel compañera, Marta, y sus tres hijos, clavaron en el lugar una tosca cruz de madera, que visitaban todos los días lunes, encendiéndole velas de cebo. Cuentan algunos vecinos de la zona que durante un tiempo se veía la imagen tambaleante, cubierta con un gran poncho verde que caía hasta el suelo. La aparición se vio durante algún tiempo en las cercanías del arroyo, en el lugar de su muerte. Quienes lo vieron se persignaban presurosamente, acotando que “es el alma de Poncho Verde que no tiene paz”. Hasta que se dejó de ver.

El arroyo Manantiales fue entubado en el año 1958 para dar paso a la construcción de una gran avenida; así, este hermoso lugar desapareció de la mirada de los correntinos para siempre, llevándose el enigma en torno a los hechos que allí ocurrieron. Hoy allí se levanta la avenida Gobernador Juan Pujol, pero todos la conocemos como Poncho Verde.

Todo es historia, leyenda y mito, por cuanto emana de eventos históricos reales sucedidos, aunque algunos historiadores no coinciden, y es leyenda porque tiene elementos aportados por la fantasía popular, trasmitidos de generación a generación. Además, forma parte del folclore regional, tanto es así que su historia fue hecha chamamé, registrado en Sadaic bajo el código 208.042, con música de Avelino Flores y letra de Isidro Luciano Prado. Desde ahora, con esta historia, uno sabrá de qué le están hablando cuando mencionen a Poncho Verde. (Fuente: revista “El Canillita”, historia de Mirtha Milella de Quijano).

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