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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

No gana nadie, perdemos todos

Lo absurdo es seguir con la eterna confrontación, esa que en los últimos 40 años generó un 30% de pobres. 

Por Julio Bárbaro 

Nota publicada en infobae.com

En mi primer almuerzo con Mauricio Macri le propuse un encuentro con Hugo Moyano. Con un poco de humor le dije: “Vos sos el jefe de los rubios, él, de los morochos; es un acercamiento necesario”. Tuvimos un par de almuerzos. Unos me dirán que el otro está denunciado, procesado, acusado, digo “el otro”, según quién me lo diga. Hace unos siete u ocho años de esto. Pocos sindicalistas se jugaban contra los Kirchner, ningún empresario, rescatemos a Clarín con su guerra propia, el resto, igual que la gran mayoría de los sindicalistas, agachados para no perder prebendas. Cuando estuvimos con Néstor, también lo fuimos a buscar a Hugo, también se había anotado en esa guerra, los otros ya habían pasado a compartir la clandestinidad con el empresariado, nacional o extranjero.

No defiendo a Moyano, tampoco creo que esto sea personal, va más allá de lo ético o de esa tontería de los servicios de informaciones de amenazar con faltas de ortografía. Esos no los cambian nunca, tenemos desde siempre los mismos alcahuetes en una sociedad de escasos sublevados. Digo escasos sublevados, ya que no tenemos alternativas políticas, opciones dignas de ser votadas.

Otra cosa son los actos, los cortes de calles y todo tipo de sublevaciones; ese espacio se une a la marginalidad mientras se aleja de las urnas. A más gritos, menos votos, pareciera que los conduce Jaime Durán Barba. Y la violencia, con raíz revolucionaria y resultados que favorecen la represión. Uno no entiende lo irracional, es demasiado lo que no llegamos a entender.

Este miércoles sobraron razones para quejarse, y otras para culpar a Moyano y acusarlo de salir en su propia defensa. Lo absurdo es seguir con la eterna confrontación, esa que en los últimos 40 años generó un 30% de pobres; esa que no van a resolver ni los inversores ni la libertad de mercado, ni mucho menos la destrucción de las regulaciones.

Cada bando tiene su libreto, se repiten y se reiteran, muletillas que aburren y abomban, y no cambian nada, absolutamente nada. Si alguno va preso, satisfacemos un odio, resolveremos un rencor, y todo sigue igual.

Volvimos al imperio de las denuncias en una sociedad necesitada de propuestas. Y de encuentros, a nadie le sirve que el Presidente demuestre poder, se cansaron de hacer lo mismo el nefasto turco Menem y Néstor y Cristina Kirchner. Necesitamos ideas, propuestas y acercamientos, pacificarnos, acercarnos, bajarnos de esta soberbia que nos permite hundirnos convencidos de que estamos salvando la patria.

No gana nadie, perdemos todos, y lo peor es que estamos cada vez más lejos de alcanzar el tren de la historia, ese que transitan países hermanos, ese que nos permitió tener menos de un 5% de pobreza, ese que nos cansamos de criticar hasta que debimos asumir que soñamos con recuperar.

Alguno tiene más razón que otro, alguno saldrá más lastimado que el otro, todos terminaremos con esa amarga sensación de fracaso que nos acompaña hace rato. Demasiado tiempo como para no intentar cambiar de actitud. La grieta, la confrontación, son la causa de nuestra decadencia. Y asusta la impotencia que nos impide asumirlo, primer paso para intentar superarla.

 

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