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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

La muerte de un genio de la ciencia

El científico más popular del mundo desde Albert Einstein, un genio que desveló secretos del universo desde el confinamiento de su silla de ruedas y luchó contra una terrible enfermedad, murió a la edad de 76 años. 

Se trata de Stephen Hawking, quien hasta los últimos años continuó trabajando e investigando, sin perder su curiosidad y su humildad ante los misterios de la ciencia.

Nacido en Oxford, Reino Unido, el 8 de enero de 1942 en una familia intelectual, Stephen William amó la ciencia desde pequeño: “Tengo un objetivo simple. Yo quiero saber de dónde viene el Universo, cómo y por qué comenzó y cómo terminará”, dijo. Y nunca fue muy habilidoso en su infancia: “No era bueno en los juegos de pelota, y mi letra era la desesperación de mis maestros”.

Lamentablemente, el destino le tenía preparada una jugada cruel. A los 21 años le diagnosticaron una forma atípica de esclerosis lateral amiotrófica, una enfermedad conocida como ELA, que ataca a las neuronas motoras encargadas de controlar los movimientos voluntarios. 

Contra todo pronóstico, Hawking superó las predicciones que le daban entre dos y tres años de vida, aunque sufrió los devastadores efectos que progresivamente le dejaron paralizado y le permitieron comunicarse sólo a través de una computadora que interpreta sus gestos faciales.

“Traté de llevar una vida lo más normal posible, y no pensar en mi enfermedad o lamentar las cosas que me impiden hacer, que no son tantas”, escribió una vez el científico, que utilizaba una silla de ruedas “inteligente”.

Aunque se sintió “un poco shockeado”, nunca sintió lástima por sí mismo, y se convirtió en uno de los más longevos sobrevivientes del mundo de esta enfermedad de desgaste muscular. “La Humanidad es tan insignificante si la comparamos con el Universo, que el hecho de ser un minusválido no tiene mucha importancia cósmica”, sostuvo.

“A pesar de que he tenido la desgracia de sufrir una enfermedad de la neurona motora, fui muy afortunado en prácticamente todo lo demás”, reconoció en 2015 durante una entrevista. “Tuve la suerte de trabajar en física teórica, uno de los pocos campos en los que la discapacidad no era un obstáculo serio. Mi consejo para otras personas con discapacidades sería que se concentrasen en cosas que su minusvalía no les impida hacer bien, y que no se lamenten por aquellas con las que interfiere”.

En el interior de su cada vez más deteriorado cuerpo atesoraba una mente brillante, fascinada por la naturaleza del universo, cómo se formó y cómo podría terminar. “Mi objetivo es simple”, dijo en una ocasión. “Es entender completamente el universo, por qué es como es y por qué existe simplemente”. Muchos de sus trabajos se centraron en unir la relatividad (la naturaleza del espacio y del tiempo) y la teoría cuántica (la física de lo más pequeño) para explicar la creación y el funcionamiento del cosmos.

Su carrera en el mundo de la ciencia fue meteórica. Hawking puso a prueba las teorías de Newton en 2007, cuando a los 65 años de edad realizó un vuelo de gravedad cero en Estados Unidos, en lo que esperaba fuera sólo un primer paso antes del vuelo suborbital espacial que deseaba llegar a realizar. “Pienso que la raza humana no tiene futuro si no va al espacio”, insistió en los últimos años de su vida. “Creo que la vida en la Tierra está ante un riesgo cada vez mayor de ser destruida por un desastre, como una guerra nuclear repentina, un virus creado genéticamente u otros peligros”, dijo.

La salud del profesor comenzó a empeorar rápidamente en los últimos años. Demasiado enfermo para asistir a las celebraciones de su cumpleaños 70 en la Universidad de Cambridge, logró hacer llorar a los invitados cuando se leyó una versión grabada de su conferencia. “Sé curioso. Y por muy difícil que parezca la vida, siempre hay algo puedes hacerlo “, dijo. “Lo importante es que no te rindas”.

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