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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

17 de marzo

Por Juan Carlos Raffo

Corría el año 1840... y llegaba a la ciudad de Corrientes el doctor Santiago Derqui para decidir cómo debía hacerse la guerra a Juan Manuel de Rosas. El cordobés Derqui, quien se terminó radicando más tarde en la provincia, era uno de los tantos argentinos que permanecía exiliado en Montevideo y que integraba la Comisión Argentina, institución desde la cual un enorme grupo de intelectuales argentinos ejercía su lucha contra el gobernador de Buenos Aires.

Santiago Derqui llegaba a Corrientes con instrucciones del presidente uruguayo, Fructuoso Rivera, quien también le había declarado la guerra a Rosas y necesitaba enviarle sugerencias sobre esta decisión al gobernador Pedro Ferré.

Rivera ofrecía 3.000 soldados del ejército que había caído derrotado en la batalla de Caganchas (29 de diciembre de 1839), para que se incorporaran al ejército que Corrientes puso en manos del general Juan Lavalle e incluso se ofrecía el general oriental a conducir todas las fuerzas.

El general Juan Lavalle, influido por algunos genios imprevisores, inquietos y aspirantes que nunca faltaron durante aquella desgraciada época de luto y sangre, desaprobó la negociación calificándola de contraria al honor nacional.

Lavalle, a quien Corrientes había puesto al frente de su 2º Ejército Libertador, confiaba demasiado en su patriotismo y no midió la magnitud de la empresa de derrocar a Juan Manuel de Rosas, error que costó sin duda el afianzamiento de su poder por otros 11 años más, transformándose esto en una cuestión de competencia entre los generales Lavalle y Rivera, que de no haber sido así, otra hubiese sido la suerte que debimos haber corrido, por ejemplo, en el desastre de Arroyo Grande el 6 de diciembre de 1842.

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