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Acomodando las calchas

Fueron varias las visitas presidenciales a nuestra provincia y esperamos que se repitan, aumentadas y corregidas. Muchas cosas quedaron en el tintero y al momento de hacer el balance con el ánimo de correcciones futuras, surge con nitidez la necesidad de erradicar la violencia, la iracundia, el cinismo, el rencor. ¿Sirven de algo o no las visitas presidenciales? Depende de cómo se las mire. Para el futuro inmediato de nuestra provincia, el panorama es promisorio siempre que aprestemos nuestras armas para el gran desafío.

Por Carlos Gelmi

De la Redacción

Diario El Litoral

Ya perdimos las cuentas de las veces que el presidente Mauricio Macri anduvo por estos pagos, a veces en medio de la vorágine de la campaña electoral y otras por cuestiones de Estado. No importa, anduvo por acá haciendo todo lo contrario de sus antecesores, es decir, cumplir con su deber de estadista, que es brindar a sus gobernados un tratamiento igualitario, sin discriminaciones de ninguna especie. (Pero cuidado, que no se le pase la mano con su pasión por Corrientes porque quedaría tan reprochable como el desprecio de los anteriores…).

En algunos casos, en tanto y en cuanto la fugacidad de la visita lo permitieran, aplaudimos. En otras, nos quedó hasta ahora el vacío de la duda. ¿Qué vino a hacer? Pero ese aspecto de la cuestión no es lo que más interesa. Lo importante es que siempre el comportamiento de la gente ha sido ejemplar. Sin colores políticos, sin clases diferenciadas ni acarreadas, adherentes voluntarios y otros que aún en la duda van a sondear el ambiente. Un amplio abanico plural, que en otros lugares no se daba ni se está dando, lamentablemente, con el martilleo constante de la prédica de conocidos activistas…

Los tambores de la jungla se escuchan cada vez más carca, como solía decir Jorge Pablo Hemadi, el nunca bien recordado hombre de la radio, cuando entre palabras y pausas empezaba a vislumbrar movimientos extraños… Y pocas veces se equivocaba.

¿Nadie escucha nada en la calle, en los actos de cualquier índole, en las manifestaciones gremiales y políticas, en cualquier parte y en cualquier lugar? Ya nos están aturdiendo…

Volvamos a lo anterior

Yo, personalmente, no estoy de acuerdo con la práctica de estas visitas constantes porque dudo de sus resultados prácticos y considero un gasto exagerado en estos momentos de ajuste general. No obstante, reitero la aclaración: es una opinión personal que no tiene ningún peso sobre la mayoría, y lógicamente, se allana complaciente a la decisión soberana y la alegría de la población.

La expresión, a favor o en contra, siempre tiene luz verde, en tanto y en cuanto la grosería, el agravio, la ofensa, etc., no transgredan los límites no sólo de la convivencia, sino también de la buena educación.

En varios lugares del país -por suerte, aquí no- se está investigando el origen de campañas organizativas contra la figura presidencial a través de pintadas, carteles, panfletos, agresiones a pedradas a los coches oficiales, amenazas de muerte al Presidente y sus familiares, edificios, intentonas de disturbios en actos públicos, etc.

Todo ¿por qué, para qué y orquestado por quién?

Las disputas que se libran en la cima gremial con derivaciones personales de algunos caciques hacia el poder central, pueden ser el germen del resquemor confundido en estado de confrontación sin sentido, donde los malos de ayer son los buenos hoy, sin perjuicio de los cambios que vayan a registrarse mañana, a cambio de una civilizada y pacifista invocación de la siempre complaciente Hebe de Bonafini, capaz de convencer con sus lágrimas hasta a un atribulado Papa firmando camisetas de fútbol de los diablitos rojos de Hugo Moyano…

Sigue teniendo razón Jorge Pablo Hemadi: suenan los tambores de la jungla y nosotros nos empecinamos en escuchar apenas el suave caminar de las cucarachas que en estos momentos andan disparando por todos lados, corridas por la humedad.

Hay que preparar la artillería

Por eso no tenemos que perder tiempo discutiendo pavadas sobre la importancia o no de las visitas presidenciales, si Macri debe usar corbata o si debe continuar con sus prácticas de baile. Tenemos que ir al fondo de la cuestión y ante la posibilidad de una próxima visita (de él o de algún alto funcionario), abandonemos la frivolidad para obligarlos a que ellos hagan lo mismo y entablemos un diálogo en serio, sólido, con fundamento: ¿es la primera vez que viene a Corrientes? ¿Le gusta el chipá? ¿Y baila chamamé? ¿Le gustó el Superclásico? Y otras originalidades…

Y si les pedimos que nos concreten de una vez por todas qué es eso del Plan Belgrano, empezando por el segundo puente (¿o será tercero, o cuarto, o XX… como el Paraná Medio?). Y la autovía. Y nuestra zona portuaria de la que tanto se habla en abstracto. Y el Gran Capitán, un tren experto en descarrilamientos que se quedó inmóvil sobre la costa del Uruguay.

¿Y si se termina de definir a quién pertenece Yacyretá, y Apipé también? ¿Y si el Iberá se correntiniza y ahora que se está hablando de un segundo lanzamiento, se aprovecha para que el próximo viaje de Macri tenga ese destino, como ya lo tuvo en el primer lanzamiento?

Menos quejas y más acción

No nos quejemos más sin antes hacer nuestra propia a autocrítica. Los actuales funcionarios, con Macri a la cabeza, han demostrado lo que pregonaron desde un comienzo: son un equipo, y como tal actúan. Con errores y aciertos, eso es otra cuestión.

Pero jamás eluden al periodismo y siempre se desenvuelven con soltura liberando a la prensa de ataduras de cualquier circunstancia.

Sin alfombras ni solemnes protocolos. Mano a mano. Respetuosamente. Es la única manera de que le saquemos provecho a estas visitas, pese a los cuestionamientos de algunos, entre ellos yo.

 

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