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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

La ambición de Evo Morales

Hace apenas dos años, el controvertido presidente boliviano Evo Morales convocó a un referendo para tratar de dejar de lado el artículo 168 de la Constitución de Bolivia, en virtud del cual en ese país se limita expresamente la posibilidad de reelección presidencial a un solo período, de manera continua.

Calculó mal y -ante su sorpresa- lo perdió. El “no” se impuso con el 51,3% de los votos, pese a la maquinaria oficial que, desde la cima misma del poder, impulsara fuertemente el “sí”.

En seis de los nueve departamentos en los que está dividida Bolivia, el “no” prevaleció. Morales sólo triunfó en otros tres: los de La Paz, Oruro y Cochabamba. En los departamentos de Tarija y del Beni, donde Evo Morales es y ha sido siempre resistido, el líder aimara no logró alcanzar un 40% de votos en su favor.

Pero a Evo Morales le importa realmente poco la voluntad de su pueblo y mucho la posibilidad de permanecer aferrado al poder sin límites temporales de ninguna especie. Acompañado de su poco democrático vicepresidente, el marxista comunal Alvaro García Linera, la eminencia gris de su gobierno. La cabeza pensante, entonces.

Por eso, el “no” de las urnas, a las que concurrieron a votar más de cinco millones doscientos mil bolivianos, no ha detenido las ambiciones de poder de ambos personajes. Pese a que Evo Morales había afirmado que respetaría el “no”, en al menos seis diferentes oportunidades públicas. Lo que, está claro, lo tiene sin mayor cuidado.

Curiosamente, hasta algunos políticos españoles de izquierda respaldan ahora abiertamente, pese a todo, a Evo Morales. Entre ellos aparece el ex presidente español José Luis Rodríguez Zapatero. Lo que es toda una inexplicable realidad, que no cabe silenciar.

¿Por qué podría Evo Morales, de pronto, salirse con la suya?

Emilio Cárdenas, en una nota en el diario La Nación, lo explica: sencillo, porque el Tribunal Constitucional Plurinacional de su país, ante la presentación de una “acción abstracta” por parte del partido de gobierno: el “Movimiento al Socialismo” (MAS), le dio sorpresivamente “vía libre” a una nueva candidatura. Lo hizo sobre la base de que, de lo contrario, se estarían “violando sus derechos políticos bajo el Pacto de San José de Costa Rica”.

Concretamente, se invoca el presunto derecho de Evo Morales “a la participación política irrestricta”. Protegido teóricamente por el artículo 23 de la Convención Interamericana de Derechos Humanos. El Pacto de San José de Costa Rica tendría para el mencionado alto tribunal boliviano, en la llamada “pirámide jurídica”, una “jerarquía normativa superior” a la de la Carta Magna boliviana y, por ello, no podría ser contradicho, ni directa ni indirectamente.

Con ese argumento, obviamente debatible, por clara que sea, ninguna restricción constitucional de cualquier país que haya sido firmante del Pacto de San José de Costa Rica que no esté expresamente incluida en el referido Pacto tendría validez. Lo que es aberrante, toda vez que pretende transformar a algunas importantes restricciones constitucionales de los países de la región en apenas párrafos de “letra muerta”, sin valor alguno.

Como consecuencia, se ha desatado en el país vecino una ola de marchas cívicas de protesta. No creemos que ellas tengan efecto político mayor alguno, más allá de confirmar que Evo Morales ya no tiene el sustento de la mayoría de sus propios conciudadanos, que alguna vez lo respaldaran.

Desde la OEA, el secretario general de esa organización, el ex canciller uruguayo Luis Almagro, instó a Evo Morales a respetar la decisión popular que dijo “no” a sus ambiciones. Ese pedido encontrará oídos sordos, seguramente. 

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