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Cada uno tiene su mirada

La mujer no necesita llenar lugares por “cupos” porque los lugares que quiere ocupar los puede conseguir por solvencia personal, sin ayudas ni prebendas.

Por Leticia Oraisón de Turpín

Orientadora Familiar.

Alguna vez leí o escuché decir que “cada uno tiene su mirada” de las cosas, las circunstancias, los hechos y las acciones. Indudablemente que es así, porque cada uno analiza y reflexiona según sus conocimientos y experiencias personales.

Y aquí quiero entrar en el controvertido tema, de la igualdad o desigualdad de la mujer respecto al hombre, en su actuar y desenvolvimiento en la convivencia familiar y social.

Como expresé anteriormente, seguro que cada quién tiene su mirada, basada en su capacidad de pensar y en sus circunstancias especiales de vida.

Entiendo que las mujeres somos radicalmente distintas de los hombres, lo que no significa que sus especiales capacidades tengan que tener inferior valoración.

Las diferencias vienen marcadas desde la concepción, el físico de la mujer es mucho más complicado que el del hombre y también su psicología está más finamente conformada, porque la mujer es más sensible, más emotiva, más afectiva y tiene mayor caudal de comprensión y paciencia que el hombre.

En cambio tiene menos fuerza física y menos valentía que el hombre, que se distingue por su coraje y arrojo.

Pero intelectualmente, las mujeres tienen una capacidad de razonamiento y de reflexión equivalente, existiendo siempre, por supuesto, la diferencia personal,  que está ligada al empeño de desarrollarlas más o menos, según los anhelos, proyectos, e ideales que sostengan, indiferente al sexo que detenten, porque todo está cifrado en el “querer,” o sea en el deseo ardiente de hacerlos realidad.

“Querer” es un determinante que supera las circunstancias personales y sobrevuela a los impedimentos que se hagan presentes. Hay ejemplos abundantes y cotidianos que nos muestran cómo superarse a pesar de los inconvenientes y límites que terminan convertidos en aparentes por la forma de sortearlos y sobrellevarlos. Esto vale y se cumple en la vida de todos los seres humanos independientemente del sexo.

En todas las épocas de la historia de la humanidad hubo mujeres sobresalientes, algunas famosas y escritas en las hojas de los libros y otras anónimas que con grandeza sin igual, se superaron ellas y su entorno gracias a su importante y valiosa intervención.

Ciertamente que la mujer fue discriminada y olvidada muchas veces, pero también es cierto que muchas supieron dejar su impronta en el desarrollo de la humanidad. 

Desde los ejemplos que encontramos en la Biblia, como Rut, Esther, y Judit que miles de años antes de Cristo ya se destacaron en la historia de su pueblo. En adelante hay infinidad de nombres que puntualizan el rol de la mujer a través del tiempo. Juana de Arco, y tantas reinas imborrables de la historia, junto con las artistas de todas las disciplinas, las científicas y también las políticas que sobresalieron en sociedades machistas, nos señalan que  la mujer llega hasta donde se propone llegar.

No existe ley o costumbre instalada que frene sus ideales y sus acciones. La mujer no tiene fuerza física, pero la compensa con su capacidad y dinámica heterogenia que le permite cubrir con precisión, varias acciones y tareas a la vez.

Insisto, no soy partidaria de reacciones virulentas y extremistas con fanatismo irreductible, porque sostengo con convicción y experiencia de vida que la mujer llega hasta dónde quiere llegar. Y si laboralmente se frena o abstiene es porque tiene y opta por otras prioridades más importantes para ella, como la familia, porque es su eje principal de funcionamiento, y entiende que en la familia se forman las almas de quienes un día sobresaldrán por sus virtudes y bonhomía, al margen del sexo que puedan tener. 

La mujer tiene en su esencia la incomparable e inigualable posibilidad de albergar la vida y esa capacidad y desempeño no lo consigue valiéndose del otorgamiento dadivoso de un cupo, es parte de su constitución humana otorgada por Dios y de la que no puede renegar sin desnaturalizarse.

La mujer no necesita llenar lugares por “cupos” porque los lugares que quiere ocupar los puede conseguir por solvencia personal, sin ayudas ni prebendas. Y lo vemos diariamente en el Congreso, donde hay mujeres que llegaron por méritos propios y otras que llenan lugares regalados para cubrir los “cupos”.

“Desde mi mirada”, la mujer llega siempre hasta donde decide llegar y no hay fuerza que se lo pueda impedir.

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