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Tarifas justas o retorno al populismo

La mentira es la esencia del populismo. Sin respeto por sus conciudadanos, a los que considera intelectualmente inferiores, el gobernante populista les miente en la cara sin el menor escrúpulo. 

Por Jorge Enríquez 

El autor es diputado nacional (Cambiemos-PRO), Caba. Nota publicada en infobae.com

Insólitamente, los bloques opositores de la Cámara de Diputados se abroquelaron apoyando una serie de proyectos que podrían reunirse bajo el nombre de “estatuto del populismo argentino”. Que los causantes del desastre que el gobierno de Cambiemos heredó en materia de servicios públicos e infraestructura pretendan ahora que los servicios se paguen a precios irrisorios señala una continuidad que merece ser destacada: mentían cuando gobernaban y mienten cuando son oposición.

La mentira es la esencia del populismo. Sin respeto por sus conciudadanos, a los que considera intelectualmente inferiores, el gobernante populista les miente en la cara sin el menor escrúpulo.

La historia de nuestros fracasos económicos como país está infestada de nefastos controles de precios y congelamientos tarifarios inconducentes que lo único que hacen es crear inflación reprimida. Esta siempre ha buscado la manera de exteriorizarse, algunas veces con profundas devaluaciones y otras, con catastróficos episodios de hiperinflación.

Quieren hacernos creer que es posible no pagar o pagar sumas completamente alejadas de los costos y que, al mismo tiempo, esa gracia de los gobernantes demagógicos no tendrá consecuencia alguna.

¿Cómo se financiaron los servicios durante los años kirchneristas? A través de subsidios estatales, dado que las tarifas sólo cubrían una mínima parte de los costos. Ahora bien, los subsidios implicaban un enorme aumento del gasto, que era sufragado con emisión monetaria excesiva, lo que generaba inflación. Por lo demás, ese esquema ahuyentaba las inversiones genuinas, lo que dio lugar a pésimos servicios y a infraestructuras obsoletas y deficientes. El gobierno de Mauricio Macri está restableciendo la racionalidad en este como en todos los asuntos públicos. Hay un incremento gradual de las tarifas, pero los sectores más vulnerables se ven beneficiados por la tarifa social.

Ojalá pudiéramos evitarles a otros sectores sociales ese esfuerzo. Ojalá los bienes y los servicios no costaran nada. Pero cuestan, y entonces los gobiernos serios procuran atender a criterios de equidad social, para que los que menos tienen paguen poco o nada. Lo que no se puede hacer es mentir, porque lo que no paguemos por el gas o la luz en forma directa, lo pagaremos con más inflación o más endeudamiento para el país.

La cuantía, la progresión de los aumentos, la gradualidad, las excepciones son por cierto debatibles. Y el Gobierno no hay rehuido jamás el debate. Pero nadie que no sea un cínico, que no tenga por sus compatriotas el más mínimo respeto, puede creer que es viable volver a los valores de hace un año o dos.

Los que han presentado esas iniciativas son demagogos de la peor calaña. La misma señora de Kirchner, en su segundo mandato, hablaba de “sintonía fina”, eufemismo para los ajustes tarifarios. Recordarán los spots publicitarios en los que actores kirchneristas decían que era injusto que pagáramos tan poco y casi que nos retaban por decisiones que habían tomado los gobiernos que defendían.

Después, no quisieron pagar los costos políticos y recularon. Pues bien, Macri paga los costos que haya que pagar para que los argentinos vivamos mejor. Y, sobre todo, no nos miente.

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