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/Ellitoral.com.ar/ Cultura

El buzón

Existen personajes que pintaron el paisaje porteño, como el buzón postal. Bastión singular como lo fueran Juan Mondiola o Purapinta, símbolos de una vida sin prisas. 

Cuántos sueños contenidos en las cartas que abarrotaban, el clásico tubo metálico rojo que imponía su resplandeciente presencia, en clásicas esquinas céntricas de la creciente República Argentina.

Todo empezó cuando en 1826, se crea la Dirección General de Correos, Postas y Caminos, procediendo a instalar los primeros buzones en 1858. 

No solo representaban un punto neurálgico, sino la posibilidad de hacer realidad un viejo sueño, comunicarnos con quienes amamos y queremos. Comerciales, protocolares, de publicidad de comercios lejanos para poder comprar a distancia, total se lo pagaba por contra reembolso.

También recordemos que por allí pasaban correspondencias de diversos cursos de enseñanzas por Correo, como era el aprendizaje de dibujo con escuelas que siendo niños llamaban nuestra atención: “Escuela Panamericana de Arte”, “12 Famosos Artistas”, “Continental Schools”, “Carlos Clemen”, etc.

Lo importante, que la clásica botella en el mar dejaba de ser una imaginativa posibilidad, con testimonios de algún naufragio allá distante en el mar, o dramatizando la urgencia de pedir socorro, el S.O.S dando cuentas que aún vivimos.

Hubo un personaje popular que la leyenda lo “ataba” al viejo buzón, como una imagen congelada de barrio que ambos representaban: Juan Mondiola. 

Porteño y compadrito de esos, pero si bien rante, tenía finura con las pebetas, y respeto por los mayores, y dulzura con los niños. Sin por eso achicarse cuando las papas queman; su hombría de bien lo situaba en seductor empedernido, un bien nacido suelto. Una sorpresa en guapos cvompadritos de ayer.

Juan Mondiola era el seudónimo del escritor, periodista y cronista deportivo, Miguel Angel Bavio Esquiú, que escribía corporizándolo en las revistas “Rico Tipo”, “Avivato” y “Campeones”. Lo construyó más allá de los textos, el dibujante Pedro Seguí, en “Avivato” tomó la posta el dibujante Héctor Torino.

Su figura fue tan popular porque representaba al anti ídolo, gentil, servicial, no el mañero, peligroso, belicoso, por el contrario Juan Mondiola era el hombre noble, derecho, bien macho, que toda mujer soñaba con ser amada y respetada.

Su popularidad lo llevó a ser interpretado en el cine nacional, dirigido por Manuel Romero, con un elenco de lujo en el año 1950: Juan José Miguez, en el rol de Juan Mondiola tal cual, Elina Colomer, y Laura Hidalgo.

Es como los buenos deseos que se amontonaban en cartas, que el buzón, el rojo, querido buzón postal, tenía la entereza de contenerlas, protegiendo sueños, abrigando letra por letra.

A Juan José Miguez, se lo recuerda también por “Mercado de Abasto” con Tita Merello en el año 1955, poseyendo una biografía cinematográfica de excelentes producciones y abultados títulos que fueron sucesos.

Hasta el tango tomó carta en el asunto, Antonio Oscar Arona, su autor escribió y compuso “A Juan Mondiola”, que lo grabó entonces Juan DÁrienzo con la voz de Alberto Echagüe.

Tal es así, lo compara al personaje con un chabón, destacando la calidad de Juan Mondiola como ejemplo de varón, diferenciándolo lo que es serlo, como digno conocedor de la calle, la vida, la decencia, y la hombría de bien.

Por eso el tango apela en sus estrofas: “Vos que tenés experiencia, y haces arte de esa ciencia, que se llama seducción”, exaltándolo en su empatía compradora, bien varonil, ganador en todas las carreras de la popularidad.  

Volviendo al móvil del motivo que nos convoca, el buzón, aún recuerdo al clásico que ostentaba la esquina de las calles San Juan y Junín, muy próximos a los puestos de revistas de Mikey, “El Pibe” original, y al popular “Tinta” con el turf en la mano, palpitando a grito pelado, cada revista de pedigree, tiempos y chances.  

El ámbito, también, era acompañado por Tienda “Casa Colombo”, luego “Hidalgo Solá”, “Casa Mafei”, “Las 3 B”, “El frigorífico Chaco”, el querido y añorado “Mercado Municipal” con sus miles de ofertas alimenticias, y el buen sabor de “Empanadas La Criollita”. Casi, casi, rodeando al buzón como fiel testigo de una ciudad repleta de anécdotas, hechos y circunstancias que fueron conformando el enclave de la Capital correntina.

Salvando la distancia, pero igualmente comparable, por la bondad contradictoria que su físico impresionante arrojaba, “Purapinta” fue un personaje del dibujante Abel Ianiro, que publicó para las revistas “Rico Tipo” y “Lupin”. Si bien era de temer físicamente, su inocencia lo develaba como un bondadoso inofensivo, que de alguna manera lo parangona con “Juan Mondiola,” porque sabía vivir en comunidad; personaje que alguna vez también asumió el buzón como símbolo varonil de esa ciudad, donde cada cual hace la suya respetando al otro.

No siempre resulta así la equidad, sino la delincuencia con todo su repertorio lo arrebata permanentemente, demostrando que la lucha es ardua y es mucha.

Pero estos personajes contradictorios pero iguales entre sí, nos demostraron que la convivencia es posible si cada cual respeta el orden, claro que es un deseo como “tirar margarita a los chanchos”. Dependen dónde caigan y por quién caigan en esta Argentina feroz y desbordada.

Una sociedad como la nuestra, es como los buenos deseos que se amontonaban en cartas, que el buzón, el rojo, el querido buzón postal, tenía la entereza de contenerlas, protegiendo sueños, abrigando letra por letra.

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