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/Ellitoral.com.ar/ Cultura

Las aves y el chamamé: la torcaza

Iniciamos un andar de pájaros que cantan al sol y a nosotros. Este mes estará dedicado a las aves y el chamamé. Habrá tópicos diferentes, pero siempre en referencia a esta especie, una excusa para hablar de la naturaleza, la literatura, la música y la historia. 

Por Paulo Ferreyra, Abel Fleitas

Colaboración especial para El Litoral

La torcaza se pasea por árboles y postes. Al sol su canto hiende los diferentes espacios de la naturaleza. Mide de 12 a 15 centímetros, tiene pico corto, colores claros. Hurgando en distintos manuales, descubrimos que esta ave es propia de Sudamérica. 

Quien se inspiró en ella, Adolfo Barboza, nació en Curuzú Cuatiá en la primera década del siglo XX y desde muy joven comenzó su andar musical y mostró dotes en la guitarra. De Curuzú pasó a Rosario donde conoció a Atahualpa Yupanqui y compartió escenarios y montajes teatrales interpretando música criolla, cuenta el sitio web “Memoria del Chamamé”. Tiempo después llegará a la gran ciudad, Buenos Aires, donde compartirá actuaciones con Emilio Chamorro, Pedro de Ciervi, Luis Acosta, entre tantos otros. 

La torcaza es muy sociable. Suelen aparecer en enormes bandadas y todas vuelan ruidosamente, aunque se las ve muy cómodas. Se alimentan de semillas, granos y frutos. Beben succionando sin llevar la cabeza hacia atrás como el resto de las aves. Y para desmitificarlas hay que decir, también, que son bastante peleadoras. 

Barboza llegó a formar un conjunto con Ramón Estigarribia, Tránsito Cocomarola y Pedro de Ciervi. Luego, junto con el poeta Luis Acosta conformó Los Kunumi, así realiza su primera grabación con el recordado sello RCA Víctor. Tiempo después, integrará el conjunto Melodías Guaraníes con Tarragó Ros y Adolfo Bargas. Adolfo Barboza es autor de muchas obras, entre ellas: “Vagabundo”, “Por tu ausencia”, “El puestero”, “Edén guaraní”, “Imposible che cambá”, “La carreta”, “Lágrimas de Curuzú”, “El último cachapé”, “Rosa de amor”, entre otras. 

Además, compuso la melodía de “La torcaza”. 

Esta ave se pasea entre árboles, postes de luz, vaga por los caminos y las calles de la ciudad. Se la ve más asiduamente al sol, en el campo, en zonas rurales o poblados. Emite pocos arrullos melódicos. Los nidos traslucen la pastura con un mínimo de ramitas y pastos. Por lo general, hacen los nidos en forma solitaria, aunque pueden formar colonias. La torcaza pone de dos a tres huevos. Los pichones nacen con los ojos cerrados, piel rosada, plumas amarillentas. Pueden estar hasta unos 15 días en el nido. 

En la década del 50, Adolfo Barboza conformó un trío junto con su hijo Raúl y Juan José Mancuello. Tocaban y hacían presentaciones en bailes, “ese era el ámbito para la música chamamecera. El baile y la música iban juntas. Desde chico, sin embargo, soñaba con que se creará o hubiera un espacio para escuchar al artista, al músico chamamecero”, declarará tiempo después su hijo. Raúl ya nació en Buenos Aires, pero bebió las costumbres de la tierra guaraní en el seno de su familia. Adolfo falleció a principios de los años 90. 

Volviendo a ese costado bélico de la torcaza, hay que señalar que hay varias especies. Cabe recordar que a la paloma los suplementos dedicados al campo y los grandes diarios le han dedicado páginas adversas. Según se informaba, la misma era el gran flagelo en la cosecha de girasol. 

En un registro audiovisual que ya tiene varias visitas en YouTube a Raúl Barboza, apodado “el Mago”, hijo de Adolfo, inició su camino formal en la música en un estudio de grabación. Tocaba desde chiquito el acordeón de dos hileras, comúnmente llamado “la verdulera”. 

“Decías que tenías 12 años cuando grabaste por primera vez. ¿Te acordás de qué tema grabaste?”, le pregunta y él responde primero con una sonrisa, después declara: “Claro, cómo no voy acordarme. Había un conjunto que se llamaba Irupé. No sé por qué razón me dijeron para hacer una grabación en su disco. Ellos se comunicaron con mi papá y le pidieron permiso. Yo tocaba el acordeón de dos hileras. Así que aparecí en un estudio de grabación, esperé sentadito con mi acordeón. Luego pasé a tocar canciones de mi papá. El tema era “La torcaza”.

En esa formación de Irupé, entre los músicos estaba como guitarrista Ramón Ayala, “el Mensú”. Esa fue mi primera intervención como músico: tendría 12 años. Yo venía desde antes, desde los 9 años, tocando en la radio, pero esta fue mi primera grabación”. 

Con los años, Raúl Barboza la grabó en otros discos. El tema nació de su padre instrumental, es diferente a “El tero”, otro chamamé muy popularizado en el ambiente. Aquí, entre la guitarra y el acordeón, casi hacen un diálogo repiqueteando notas y saltos. Por momentos lento y por otros más rápido. 

De la melodía de Barboza este tema pasó a tener letra del puño de “Polito” Castillo, un gran letrista que ha regado infinitamente y por siempre el cancionero popular. En su poeta, hoy algunos interpretan este tema rezando así: “Al volver a casa me detuve a contemplar, la humilde torcaza que entonaba su cantar. Mientras yo observaba nació en mí la inspiración. Ella me dictaba esa canción. Su canto es arrullador, me llevó a mi dulce hogar donde reina la torcaza de mi amor. Me siento un ser feliz porque encontré la torcaza que me arrulla con fervor”.

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Antes de comenzar nos fijamos algunas metas, algunos tópicos para trabajar y ordenar la sección de cara al presente año. Este mes de marzo hablaremos de las aves y el chamamé. Después abordaremos otros tópicos como, por ejemplo, aves en la poesía, las mensajeras y las nocturnas.