Domingo 05de Mayo de 2024CORRIENTES19°Pronóstico Extendido

Dolar Compra:$857,5

Dolar Venta:$897,5

Domingo 05de Mayo de 2024CORRIENTES19°Pronóstico Extendido

Dolar Compra:$857,5

Dolar Venta:$897,5

/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Somos imprevisibles

La esperanza es una lucecita que crece débil, pero ahora ni el viento la apagará. Porque esperamos un cambio. Porque existen algunos vestigios que nos hacen volver a soñar. 

Cada vez nos entendemos menos. Se avanza dos pasos, se atrasa cuatro. Pronunciamos. Nos desdecimos. Se anuncia nombramientos. Al otro día, renuncian o se los echan. 

Es un paisaje movedizo con mucho mayor efecto destructivo: descreimiento, porque cuando la duda se mete la confianza jamás se recupera.

Alguna vez, un amigo escritor, en son de broma, dijo que mi tono sepia de narrar, me dijo, que mis textos, salvando distancia, se parecían por semejanza extrema a las “aguas fuertes” de Roberto Artl.

Sucede que es demasiado elogio para creérmelo. Es tan solo, la desazón, la pérdida de esperanza, tal vez sí, pero muy al final cuya distancia me ha hecho como a otros, descreídos, y eso es malo. 

Sucede que uno no es negativo, es realista. Y, la realidad hoy, asusta, aterra. Creo que estamos viviendo la última oportunidad que tenemos.

Roberto Artl fue pionero de  “pintar” en tono mate, la realidad circundante. Lo hizo publicando narraciones más bien cortas que eran denuncias solapadas de males endémicos.

Lo hacía desde Diario “El Mundo”, lo que después plasmó dado la demanda del público en un libro que vio la luz en 1933, de la mano de Editorial Victoria, titulado justamente: “Aguafuertes porteñas”.

Ello, tenía reminiscencia muy lejana como pariente porteño de lo pictórico con el expresionismo alemán. Es decir, llevar al papel un hecho concreto, reproduciendo con crudeza el entorno. Breves, cortos, duramente testimoniales. En tonos de brillo atenuado. Marcando a fuego la falta de expectativas.

Estamos refiriéndonos al lúcido autor de los “Los 7 locos” y “El juguete rabioso”, entre otras cosas. Claro, no me lo creí, porque lo que me duele e insta a escribir, son las aberraciones argentinas, la poca memoria, repitiendo una y otra vez sin poder salir del pozo. Que se repiten siempre de la misma manera tosca y desprolija.

Y lo hago reiterativamente, a ver si alguien toma la posta, crece y comenzamos a pensar en serio. Por lo que se está dando, es la última oportunidad de recuperarnos. Hacer el país que soñamos ser y que nunca pudimos.

Por ejemplo haber ganado un balotaje con cantidad abrumadora, no habilita a andar a los “guachazos” como lo dijo acertadamente el Gobernador Váldez, entre pares, de última argentinos buscando una salida a tan asfixiante estado.

De que los números se mueven para abajo que acometen la inflación endémica y pertinaz, no da derecho a “sablazos” compulsivos, que solo logran más bronca, disloque y caos. 

Los precios dicen bajar pero son supuestamente descuentos especiales aseveraron especialistas, destinados a que el público no abandone la costumbre de comprar, ni que se olvide del gasto, porque al estar curados de espanto han cambiado de calle y premura por llenar el changuito, omitiendo productos, solamente sobreviviendo.

El irrespeto sin razón de ser se ganó de forma de actuar, consecuencia de ello todos mezclados adeptos, oposición, manifestantes de todas las layas se han ganado las calles porque las veredas no logran contener, en un desorden que Dios y madre mía, congestionan y ahogan.

Con amenazas de toda índole, con mafias que califican desde lo mínimo pero que seguramente engrosarán cuando el descontento pronuncie grito de guerra, porque el hambre no espera, porque ya resulta incómodo cobrar, no hay espacio libre en la carretilla como lo hacían en la Alemania de Bismark para transportar billetes, cada vez más numerosos con plata que no valía nada.

Está bien que la bronca de cómo estamos lo haya hecho “la casta”, pero no todos somos esa sociedad de corruptos, con engranaje bien engrasado para que no falle el desplazamiento de la maquinaria infernal.

Se putea a diestra y siniestra. Personas, instituciones, países. Si tenemos supuestamente “al toro por sus astas”, no podemos acaso ser severos sin agredir. Auditando, controlando, con el respectivo merecido y todo el peso de la ley.

Como siempre lo hicieron: jamás reconocer que fueron parte de un fracaso “a todas voces”, nunca asumiendo ni haciéndose cargo de nada.

Creo en el cambio drástico, porque para muchos la fiesta continúa a pesar de confirmarnos a diario: “Que el mundo fue y será una porquería”, como lo sentenciaba en su  ”Cambalache”, Enríque Santos Discépolo.

Pero señores, ordenémonos. También es cierto que la calma lejos de llegar, se torna en hambre y bronca porque es una historia de nunca acabar. Rabia a todo y a todos. Unos por delinquir. Otros por callar. Otros por mirar para otro lado.

Enríque Cadícamo, fue certero en su apreciación en los años 30´, cuando su obra tanguera como último grito, permitió denunciar la “mishiadura”, en su tango “Al mundo le falta un tornillo”.

“Hoy no hay guita ni de asalto / y el puchero está tan alto / que hay que usar un trampolín…”

Sin embargo, suceden cosas que hacen hervir la sangre, los precios lanzados a las calles para aniquilar a todo quien se interponga entre la necesidad primaria de vivir y de ganar a costa de su hermano.

Ver abuelos que necesitando remedios, pasan de largo la farmacia, es lo último para un país que se jacta de tantas cosas buenas que hoy han ido desapareciendo, no existen o se omiten porque pensar siempre cuesta para gente que no lo hace.

Entre propios y ajenos, la pelea de fondo sigue haciendo estragos la pasividad que debe cundir ante el desasosiego constante donde se mezcla todo, perdiéndose la claridad de un objetivo común, remontar como país, como sociedad  sin hacerse estragos entre sí.

Comprendemos que hace muy poco accedió el nuevo Presidente, pero la locura desatada lleva a que la estabilidad es pasto de grandes intereses, donde algunos agitan las aguas interesadamente, cuando sus yerros pensados no movieron a los propios cuando debieron.

Como siempre lo hicieron: jamás reconocer que fueron parte de un fracaso a “todas voces”, nunca asumiendo ni haciéndose cargo de nada.

¿Te gustó la nota?

Ocurrió un error
Más Info

Después de la tempestad viene la calma. Así lo esperamos. Así, lo ansiamos.