» Sebastián Bravo

“Qué milicos hijos de puta, mirá a la hora que van a dar el golpe, justo para enterrarnos a nosotros. Sólo piensan en La Razón, que es vespertina y es de ellos”. 

Queja en la Redacción de Clarín en la noche del 23 de marzo de 1976. Del libro “La Noble Ernestina”, de Pablo Llonto.

“En la mediatización de la política, es esta última quien ha perdido: buscando a toda costa controlar los medios de comunicación, los políticos han perdido lugar en el campo propio”. El análisis semiótico de Eliseo Verón describe la actualidad del periodismo nacional, incluido, por mérito propio, el correntino.

Hay cosas que no cambian. No bastante, al menos. Pintando la realidad francesa de hace un tiempo atrás, Bourdieu relataba que “la fotografía de las grandes ceremonias es posible porque -y sólo porque- fija conductas socialmente aprobadas y regaladas, es decir, solemnizadas. Nada puede ser fotografiado fuera de lo que debe ser fotografiado”.

Mientras tanto (¡como si fuera poco!) Internet crece y come como puede, con turbulenta digestión. Siempre le lleva tiempo acostumbrarse al estómago a cualquier nuevo alimento. Las producciones periodísticas ya no sólo se leen, se miran o se escuchan. Ahora, como dice Pablo Mancini, se usan. Y por si no fuera suficiente, esa utilidad se da en un escenario donde se duda más del periodismo tradicional que lo que se viraliza en las redes sociales. El sentido de la lectura crece en su pluralidad, en la dispersión de los mensajeros y la redefinición en proceso de la libertad de prensa.

Será opción interesante, entonces, reorientar una de las labores del periodismo actual entre la abundancia informativa. Ir no sólo detrás de la agenda compartida, sino del trabajo propio en la calle. Allí debe enfocarse nuestra disputa por las primicias. Y por favor, no tiremos la piedra y escondamos la mano. Ninguno de nosotros tendrá la verdad mientras no asumamos que somos parte de ella.