Sosa Cordero: el domador de los ritmos
Por Rodrigo Galarza
Especial para El Litoral
Desde los primeros años de su infancia Sosa Cordero estuvo marcado por una circunstancia que sería fundamental en el desarrollo de su personalidad creativa: dejar la pequeña a la vez que inmensa patria de los esteros rodeados de “lujosos palmares” (como diría un insigne compoblano suyo) y trasladarse a la gran urbe donde viviría hasta su muerte. Este viaje interior y exterior que acaso duraría toda su vida lo llevó a afirmarse en una identidad netamente correntina en la que se exaltan valores históricos, legendarios y paisajísticos que enmarcan el carácter de “lo correntino”.
El poeta de Concepción se suma al grupo de creadores correntinos que David Martínez llama “nativistas” y que “manifiestan un diestro manejo de las formas tradicionales del verso clásico: el endecasílabo, en algunos, aunque con marcada prevalencia del octosílabo (del romance), por la mayoría de ellos”. Más allá de las características que le asigna, Martínez debemos señalar que algunas de sus composiciones poéticas (letras de chamamé y poemas propiamente dichos) se ven impregnados por momentos de cierto lirismo que sitúan a Sosa Cordero como un poeta de corte folclórico con acento diferente. El conocimiento profundo del hombre correntino en relación con su entorno agreste, su historia y sus mitos sumado al hábil manejo de los tropos le llevan a sutiles hallazgos expresivos que dotan de vivacidad al pulso narrativo de sus poemas:
“La tarde filtra zafiros/sobre el sueño de los pastos/Un abanico de teros/se agita sobre el pantano” (…) “Caballitos invisibles van galopando en los bajos/y un son dulce y primitivo/sale volando hacia el campo”. No faltan en sus creaciones el amor idealizado y la sensualidad de los actos cotidianos que traspasan el tiempo lineal para volverse míticos como sucede en su célebre Naranjerita que el vate de Yaguareté Corá no sólo compuso la letra sino también la música: (…) “Naranjas vendo,/vendo dulzura./La naranjera pasa dejando/como una estela/la gracia pura de su candor”...
A la manera del romancero español aparecen en la voz de Sosa Cordero algunos oficios rurales (muchos de ellos ya desaparecidos) un tanto idealizados; así troperos, domadores, músicos, lavanderas, naranjeras, etc., están dotados todos de una alegría de vivir constante y sin máculas. Aunque también aparecen referencias a la marginación social y a la pobreza.
Su espíritu inquieto jamás cesó en su afán creativo. Continuó escribiendo y componiendo música hasta sus últimos días en Buenos Aires, la ciudad que lo albergó gran parte de su vida, aunque bien sabemos por lo legado en obra que nunca dejó del todo su Yaguareté Corá.
Muestrario mÍnimo
Mapa
Corrientes estira el cuero
de su novillo mestizo
estaqueado bajo un sol
de furores incisivos.
Huele a tibio vegetal,
a limón recién partido.
Las llagas de sus lagunas
ostentan flores de alivio
y bulle su sangre fuerte
por la arteria de sus ríos.
Sobre su tierra de potros
florecen los alaridos
y en su selva merodean
los viejos duendes del mito.
Con mieles de sus cordionas
endulza un cantar antiguo
que desata en taconeos
en su baile campesino,
mudo rito que se rompe
con risotadas y tiros
cuando Añá clava en las venas
los aguijones del vino
y están las rudas paisanas
curvando sus desafíos
y va la noche encendiendo
relámpagos de cuchillos.
Que la tierra de Corrientes
ostenta por atavismo
blasón de cuatro cuarteles:
valor, celo, reto y filo...
Chamamé (poema)
La tarde filtra zafiros
sobre el sueño de los pastos.
Un abanico de teros
se agita sobre el pantano.
Se mezclan grises y añiles
bajo el alero del rancho
donde un paisano que puso
su jornada sobre el campo
pulsa una vieja cordiona
y con ella sigue arando.
Los hondos ojos se beben
en silencio aquel ocaso;
la agreste polifonía
le penetra hasta las manos
y van los dedos entonces
apretando y apretando
como requiriendo el zumo
de algún motivo increado.
Y allí el estero y el monte
con su prodigio de pájaros
y el mugido y el relincho
y el palmar y los naranjos.
Caballitos invisibles
van galopando en los bajos
y un son dulce y primitivo
sale volando hacia el campo.
Hombre, paisaje, sosiego,
todo es uno amalgamado
para dar en chamamé
lo que callan mis paisanos...
Corrientes tiene payé
Sí señor, doy fe de ello,
Corrientes tiene payé.
Por mucho que usted sonría
pensando ¡vaya sandez!
son simplezas agoreras
de quien siempre quiso bien
a su cuna… yo repito:
¡Corrientes tiene payé!
Y si no, que nos lo digan
las flores de su vergel,
sus lapachos y azahares
mburucuyás e irupés,
sus estrellas federales,
su jazmín magno y también
aquella blanca sultana
que hace febrero al nacer
exclamar a quien la huela…
¡Corrientes tiene payé!
Que lo digan los milagros
de nuestra Cruz de urunday
y los de aquella señora
de Itatí de oscura tez.
Que lo diga su paisaje,
su Paraná, su Batel,
su Iberá, su Río Corriente,
su Miriñay, su Aguapey…
sus campiñas encendidas
con los cromos de un edén:
sus palmeras dormitando
bajo el asayé pité.
(Campos, que un día jugando
en la historia su papel
vieron luchar a su pueblo
con espartana altivez)
Que lo digan los fantasmas
que el paisano llama infiel,
el mboitatá y el pombero,
y aquel Yasí Yateré
cuyo silbo legendario
pareciéramos traer
en eco añejo que dice:
¡Corrientes tiene payé!
¡Sí señor, sí que lo tiene,
cómo no lo va a tener!
lo pregonan los sabores
del tibio chipá heité
los de sus dulces de almíbar
su mandioca y su miel.
Lo replican sus cordionas
con alma de chamamé,
nos lo dicen sus guitarras
cuando en el anochecer
remedan en su cordaje
trinos del corochiré.
Nos lo gritan sus varones
con viril yurupeté
en las jornadas fecundas
del surco, el potro y la res.
Lo rubrican sus mujeres
lindas morenas de ley,
en el milagro de un beso
de un hondo jurú pité.
Lo está repitiendo todo,
el campo... el cielo … y también
vuelve a afirmarlo mi verso:
¡Corrientes… tiene payé!
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Boquita de miel
Luego de gustar en tu boca en flor
de un beso de amor la divina miel,
yo logré olvidar todo el amargor
que volcará en mí otra boca cruel.
He´ê ete demá pe nde juru mi,
capullo de amor que sabe brindar
toda la emoción, todo el frenesí,
a quien su dulzor se acerque a libar.
Desde que pude posar mi boca sobre tu boca,
raras visiones alucinadas mi mente ve.
y enamorado como un demente con ansias locas,
busco tus labios para morirme besándote.
Tu boca es coral sangriento de amor
ñangapiri mi que invita a morder;
llama de pasión, fuego abrasador,
que ha de calcinar todo mi querer.
Es fuente de amor que incita a besar,
infierno y edén color carmesí;
tu boca es panal que me hace exclamar:
He´ê ete demá pe nde juru mi.
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