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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Sosa Cordero: el domador de los ritmos

Nació en Concepción en 1906 y falleció en Buenos Aires en 1986. Creador multifacético: compositor, escritor, periodista, dramaturgo y dibujante. Vivió la mayor parte de su vida en Buenos Aires. Es considerado uno los precursores de la música folclórica argentina y en especial de la música litoraleña. Por su aporte al folclore recibió en 1985 el premio Konex. Publicó dos poemarios: Anclas: estampas del bajo (1943) y Romancero guaraní (1962). Algunas de sus letras más conocidas son Anahí, Juan Payé, Naranjerita, Boquita de miel, Alma guaraní, entre otras.

Por Rodrigo Galarza

Especial para El Litoral

Desde los primeros años de su infancia Sosa Cordero estuvo marcado por una circunstancia que sería fundamental en el desarrollo de su personalidad creativa: dejar la pequeña a la vez que inmensa patria de los esteros rodeados de “lujosos palmares” (como diría un insigne compoblano suyo) y trasladarse a la gran urbe donde viviría hasta su muerte. Este viaje interior y exterior que acaso duraría toda su vida lo llevó a afirmarse en una identidad netamente correntina en la que se exaltan valores históricos, legendarios y paisajísticos que enmarcan el carácter de “lo correntino”.

El poeta de Concepción se suma al grupo de creadores correntinos  que David Martínez llama “nativistas” y que “manifiestan un diestro manejo de las formas tradicionales del verso clásico: el endecasílabo, en algunos, aunque con marcada prevalencia del octosílabo (del romance), por la mayoría de ellos”. Más allá de las características que le asigna, Martínez debemos señalar que algunas de sus composiciones poéticas (letras de chamamé y poemas propiamente dichos) se ven impregnados por momentos de cierto lirismo que sitúan a Sosa Cordero como un poeta de corte folclórico con acento diferente. El conocimiento profundo del hombre correntino en relación con su entorno agreste, su historia y sus mitos sumado al hábil manejo de los tropos le llevan a sutiles hallazgos expresivos que dotan de vivacidad al pulso narrativo de sus poemas:

“La tarde filtra zafiros/sobre el sueño de los pastos/Un abanico de teros/se agita sobre el pantano” (…) “Caballitos invisibles van galopando en los bajos/y un son dulce y primitivo/sale volando hacia el campo”. No faltan en sus creaciones el amor idealizado y la sensualidad de los actos cotidianos que traspasan el tiempo lineal para volverse míticos como sucede en su célebre Naranjerita que el vate de Yaguareté Corá no sólo compuso la letra sino también la música: (…) “Naranjas vendo,/vendo dulzura./La naranjera pasa dejando/como una estela/la gracia pura de su candor”... 

A la manera del romancero español aparecen en la voz de Sosa Cordero algunos oficios rurales (muchos de ellos ya desaparecidos) un tanto idealizados; así troperos, domadores, músicos, lavanderas, naranjeras, etc., están dotados todos de una alegría de vivir constante y sin máculas. Aunque también aparecen referencias a la marginación social y a la pobreza.

Su espíritu inquieto jamás cesó en su afán creativo. Continuó escribiendo y componiendo música hasta sus últimos días en Buenos Aires, la ciudad que lo albergó gran parte de su vida, aunque bien sabemos por lo legado en obra que nunca dejó del todo su Yaguareté Corá.

Muestrario mÍnimo

Mapa

Corrientes estira el cuero

de su novillo mestizo

estaqueado bajo un sol

de furores incisivos.

Huele a tibio vegetal,

a limón recién partido.

Las llagas de sus lagunas

ostentan flores de alivio

y bulle su sangre fuerte

por la arteria de sus ríos.

Sobre su tierra de potros

florecen los alaridos

y en su selva merodean

los viejos duendes del mito.

Con mieles de sus cordionas

endulza un cantar antiguo

que desata en taconeos

en su baile campesino,

mudo rito que se rompe

con risotadas y tiros

cuando Añá clava en las venas

los aguijones del vino

y están las rudas paisanas

curvando sus desafíos

y va la noche encendiendo

relámpagos de cuchillos.

Que la tierra de Corrientes

ostenta por atavismo

blasón de cuatro cuarteles:

valor, celo, reto y filo...

Chamamé (poema)

La tarde filtra zafiros

sobre el sueño de los pastos.

Un abanico de teros

se agita sobre el pantano.

Se mezclan grises y añiles

bajo el alero del rancho

donde un paisano que puso

su jornada sobre el campo

pulsa una vieja cordiona

y con ella sigue arando.

Los hondos ojos se beben

en silencio aquel ocaso;

la agreste polifonía

le penetra hasta las manos

y van los dedos entonces

apretando y apretando

como requiriendo el zumo

de algún motivo increado.

Y allí el estero y el monte

con su prodigio de pájaros

y el mugido y el relincho

y el palmar y los naranjos.

Caballitos invisibles

van galopando en los bajos

y un son dulce y primitivo

sale volando hacia el campo.

Hombre, paisaje, sosiego,

todo es uno amalgamado

para dar en chamamé

lo que callan mis paisanos...

Corrientes tiene payé

Sí señor, doy fe de ello,

Corrientes tiene payé.

Por mucho que usted sonría

pensando ¡vaya sandez!

son simplezas agoreras

de quien siempre quiso bien

a su cuna… yo repito:

¡Corrientes tiene payé!

Y si no, que nos lo digan

las flores de su vergel,

sus lapachos y azahares

mburucuyás e irupés,

sus estrellas federales,

su jazmín magno y también

aquella blanca sultana

que hace febrero al nacer

exclamar a quien la huela…

¡Corrientes tiene payé!

Que lo digan los milagros

de nuestra Cruz de urunday

y los de aquella señora

de Itatí de oscura tez.

Que lo diga su paisaje,

su Paraná, su Batel,

su Iberá, su Río Corriente,

su Miriñay, su Aguapey…

sus campiñas encendidas

con los cromos de un edén:

sus palmeras dormitando

bajo el asayé pité.

(Campos, que un día jugando

en la historia su papel

vieron luchar a su pueblo

con espartana altivez)

Que lo digan los fantasmas

que el paisano llama infiel,

el mboitatá y el pombero,

y aquel Yasí Yateré

cuyo silbo legendario

pareciéramos traer

en eco añejo que dice:

¡Corrientes tiene payé!

¡Sí señor, sí que lo tiene,

cómo no lo va a tener!

lo pregonan los sabores

del tibio chipá heité

los de sus dulces de almíbar

su mandioca y su miel.

Lo replican sus cordionas

con alma de chamamé,

nos lo dicen sus guitarras

cuando en el anochecer

remedan en su cordaje

trinos del corochiré.

Nos lo gritan sus varones

con viril yurupeté

en las jornadas fecundas

del surco, el potro y la res.

Lo rubrican sus mujeres

lindas morenas de ley,

en el milagro de un beso

de un hondo jurú pité.

Lo está repitiendo todo,

el campo... el cielo … y también

vuelve a afirmarlo mi verso:

¡Corrientes… tiene payé!

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Boquita de miel

Luego de gustar en tu boca en flor
de un beso de amor la divina miel,
yo logré olvidar todo el amargor
que volcará en mí otra boca cruel.
  
He´ê ete demá pe nde juru mi,
capullo de amor que sabe brindar
toda la emoción, todo el frenesí,
a quien su dulzor se acerque a libar.
  
Desde que pude posar mi boca sobre tu boca,
raras visiones alucinadas mi mente ve.
y enamorado como un demente con ansias locas,
busco tus labios para morirme besándote.
  
Tu boca es coral sangriento de amor
ñangapiri mi que invita a morder;
llama de pasión, fuego abrasador,
que ha de calcinar todo mi querer.
  
Es fuente de amor que incita a besar,
infierno y edén color carmesí;
tu boca es panal que me hace exclamar:
He´ê ete demá pe nde juru mi.

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