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/Ellitoral.com.ar/ Cultura

Rodrigo Galarza presentó Urubamba en Madrid

“Urubamba”, de Editorial Polibea, se presentó en sociedad desde la capital española. Fue el jueves 29 de noviembre en el marco de un acto en el que los amigos y los libros rodearon al hombre y sus versos. 

n El pasado jueves 29 de noviembre, en el anochecer del Viejo Mundo, la librería Los Editores del barrio de Salamanca del centro de Madrid, España, abrió sus puertas de par en par para la presentación de “Urubamba”, libro del poeta latinoamericano, argentino, correntino y caácateño Rodrigo Galarza.

La presentación inició con las palabras de uno de los editores del sello madrileño Polibea, Juan José Martín Ramos, que habló del libro y de su proceso de hechura, y siguió con las del poeta alcalaíno Francisco Martínez Morán, que se refirió a la parte épica de la obra, que está atravesada, según dijo, de diferentes  tradiciones poéticas.

“Fue una presentación amena, sencilla, donde estuve rodeado de amigos”, expresó a El Litoral Rodrigo Galarza, quien luego de la introducción dijo unas palabras sobre el ejemplar y más tarde se dedicó a leer algunos versos contenidos en él.

Pero ¿qué es el libro? ¿De qué trata Urubamba?

Para responder estas preguntas nos apoyaremos en el poeta argentino Jorge Boccanera, autor del prólogo del libro.

¿Qué escribió?

Esto: “Una voz propia siempre va de la mano de una búsqueda afiebrada. Así, se me ocurre la poética de Rodrigo Galarza, quien corrobora con Urubamba (...) una propuesta de aperturas: del poema que roza el haiku (en Desierto de la sed), pasando por el verso de amplio período y la oralidad desbordante del desplante “beat” (en Parque de destrucciones), al apunte sucinto de bitácora de quien se hace uno con el entorno visto como una intemperie que abriga (podría ser esa una de las tantas lecturas de Dietario del sur, uno de sus puntos altos). 

Las cuerdas de esta guitarra parlante poseen también tonos disímiles -la descripción del paisaje, el reclamo frente a una justicia borrosa, la invocación mística, el dato conceptual, los harapos del sueño, el fragor del coloquio y siempre el lenguaje moviendo sus piezas con el deseo de coronar su reina, vale decir, la imagen. Ese impulso de crear descubriendo, asentándose y renovándose a la vez está presente en Urubamba, libro en el que Galarza despliega sus claves expresivas; núcleos que verso a verso amplían su campo semántico en una red de círculos concéntricos. 

Menciono algunos: la madre Tierra, la sangre, el silencio, la luz, el pájaro, el caballo, el fuego; símbolos todos ellos que se resignifican en una danza entre la amalgama y el desmembramiento, y que van configurando un estilo, como se observa sin esfuerzo en el arrastre de sus títulos anteriores. 

(...) Se filtra en este nuevo libro una especie de salmodia, como si el aguacero, la ventolera o aún el sosiego de la selva guardaran las murmuraciones del rezo. La naturaleza, de este modo, queda de nuevo en el ámbito de lo sacro. Y en sus adyacencias se yergue la fe del renacido, lo restituido (restituir sí, pero no un orden en las cosas, sino el soplo de libertad que carga cada ser, cada cosa). 

(...) El poeta señala que nada de lo perdido está perdido (“el temblor de las raíces agita una estrella”) y da cuenta de esos muertos insurrectos, indóciles, “los siempre rebeldes en favor del sol”, dice Galarza, que defienden desde sus huesos y sus llagas el furor del anhelo: “todo eso que se alza y expande dejó de ser bandera/ sin embargo como una anunciación/ arde en los pechos de los que vendrán”.  (...) En Urubamba resuena ese clamor: “Si sólo hemos venido de adorar al sol… sólo hemos venido de dar testimonio”.

También está Corrientes, (...) a medida que nombra sus ríos, esteros y bañados, sus bosques y palmeras, garzas, colibríes y, sobre todo, caballos. Arrimado siempre a este testigo de la infancia, Galarza parece decirnos que nadie se baña dos veces en un mismo galope.   

(...) Si cada poeta es un archipiélago de voces, a Galarza podríamos ubicarlo en un cruce de coordenadas entre Francisco Madariaga y San Juan de la Cruz; César Vallejo y Federico García Lorca. De todos ellos es obvio que está más avecindado con el autor de El tren casi fluvial. Ya en libros anteriores habían trotado juntas ambas voces, reunidas en el fogón de un cielo ensangrentado y en lo fraterno que reúne los gestos humanos y el mundo vegetal (esa “coronación de la hermandad” que celebraba Madariaga). 

 Debo confesar que ante este nuevo libro de Rodrigo Galarza, Urubamba, experimenté la sensación de estar contemplando una de esas obras pictóricas, vastas y coloridas. Aclaro que para nada estoy igualando parámetros ni comparando trabajos artísticos, simplemente apelo a la metáfora -la de un libro con una impronta visual- para intentar un recorrido por sus claves, su atmósfera, su aventura.

Urubamba me instaló frente a una composición visual dinámica con un eje central, rodeado de una multiplicidad de escenas en las que se mueven diversos personajes históricos y anónimos en sus haceres, épocas disímiles, dioses, ritos, elementos de la naturaleza y otras propuestas alegóricas que aluden a mitos cosmogónicos...

(...) ¿Dónde “el brillo de Dios”, la verdad, la belleza? Quizá esas sea la pregunta que encierra Urubamba, la misma que formulan esos muertos alzados como un costal de huesos, esos que empuñan girones de humanidad para recordarnos una y otra vez que cada astilla del universo habita en el fondo (en el fundamento) de cada astilla del universo. Y que el deseo apunta a la sabiduría y al despojo, porque, como escribe Galarza, “la intemperie nombra las cosas”.

En tiempos de individualismo y autismo social, de poesía anodina, de tono raso, descafeinada, surge un poeta como Rodrigo Galarza que vuelve a instalar un “yo” trágico donde lo humano (“los húmeros” dice el poeta junto a Vallejo) se aleja de la miseria especulativa para habitar el inmenso nido de los sueños. 

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