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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Radiomanía

Ya son 120 años de radio sin callar. Buena medida. Buen tiempo para hacerla cada vez mucho mejor. Seria. Educada. Informada. Inteligente. 
Guillermo Marconi

Por Adalberto Balduino

Especial para El Litoral

En el año 2012, un 13 de febrero, fue instituido el Día Mundial de la Radio, 120 años después de que el italiano Guillermo Marconi irrumpiera con la radio.

Se hizo cotidiana. Común a nuestras cosas por acompañar sin abultar ni congestionar. Es más, sin necesidad de tener que dejar nuestras cosas para dedicarnos a ella. Es la más ejemplar de las voces que se permite a full acompañarnos más allá de todos los impedimentos. Se adapta a formatos, sitios o lugares posibles para alojarse sin interrumpir su programación, ni dejarnos de entretener e informarnos.

La radio argentina ha sido una muestra cabal de inteligencia, creación y originalidad, para llevar toda la esencia argentina a través de sus hábitos y costumbres, lo que le daba una familiaridad de gran frescura. Una radio de origen netamente argentina, donde su personalidad habitaba el aire de todo el país sin menoscabar ni ignorar la historia y las voces del mundo.

Esa radio de raigambre argentina, creativa e inteligente, se dejó por el advenimiento de un segmento híbrido e interesado como lo es la política en su grado sumo. Surgieron los periodistas que con sólo invitados en una mesa ya resuelven, omitiendo la gran producción de entonces con programas diferentes unos de otros, estelares en vivo, radioteatro universal, concursos de conocimientos, en permanente búsqueda de todo aquello posible de desarrollar, y a veces hasta arriesgándose con lo inverosímil como cuando Carlos Gardel cantó el 5 de mayo de 1934 en los Estudios centrales de la NBC en Nueva York, mientras que sus guitarristas Julio Vivas, Angel Domingo Riverol y Guillermo Barbieri lo acompañaron desde Buenos Aires, con un enlace especial producido por la radio norteamericana y la argentina LS5 Radio Rivadavia. Nada ha sido imposible para ella, todo era un desafío por corporizar ciclos de gran atracción, donde la diversidad permitía disponer de un menú de opciones para los oyentes.

Para ello, trabajando profesionalmente, existía un equipo de grandes creadores y libretistas que hacían realidad todos los sueños posibles con la impronta argentina, de la rapidez para la comprensión, con ganchos y frases brillantes, con la tensión por el ritmo conferido, la cadencia, y las grandes voces tanto de artistas como de grandes locutores y presentadores.

Uno de esos llamados a ser exitosos y prolíferos, ha sido sin ninguna duda, Manuel Meaños, letrista, escritor y periodista, quien creó un estilo de escritura directa, emotiva y brillante. Se inicia escribiendo con el poeta correntino Osvaldo Sosa Cordero la obra teatral “La rival de Greta Garbo” con Olinda Bozán en el año 1932. Posteriormente en vías de desarrollo, Meaños estrena diversas obras que se representan en Buenos Aires, el interior del país, como así en Montevideo, Uruguay. Algunos títulos de gran popularidad: “San Agustín”, “Quien malandra, mal acaba”, “Mendocino y mártir”, “Los vecinos son los peores”, “La dama púrpura”, “Fútbol, cach y radio”, entre otros.

Trabajó para el cine nacional, con obras como “Cándida la mujer del año”, “Amor último modelo”, “Fantasmas en Buenos Aires” y “El sonámbulo que quería dormir”. Supo crear grandes éxitos en radio Belgrano, Splendid, El Mundo. Acompañó con libretos a Tomás Simari en “El agente Medina”, a Mario Fortuna, Pepe Iglesias, Fidel Pintos, Tincho Zavala, Hilda Viñas, Nelly Láines.

Algunos ciclos radiales suyos que podemos recordar: “Mangacha y Farolito”, “El ñato Desiderio”, “Créase o no”, “La juventud de Filomeno”, “Padre viudo y mártir” y “Monsier Canesú”. Escribió para las revistas Radiolandia “Rico Tipo” y “Patoruzú”. No estuvo ajeno al tango, también se dio el tiempo y gusto para escribir algunos: “La reja”, “Mi dolor”, “Por qué soy reo”, “Un día fue mía”, “Gringo”, “De puro guapo”, “Duda”, “Guitarra mía”, “Mentiras de amor”, “Indiferencia”, “Lejos de ti” y “Desengaños”, entre tantos, componiendo la música con grandes maestros como Carlos Marcucci, Herminia Velich, Pedro Laurenz, Francisco de Caro, Roberto Zerrillo, Alberto Gómez, Ciriaco Ortíz, Joaquín Mauricio Mora, Julio de Caro, Luis Petrucelli, Rodolfo Biagi, Kepler Lais, etc.

Manuel Meaños, nacido en el barrio de Avellaneda, le imprimió a sus libretos el potente tono argentino con que los programas radiales se distinguían e identificaban, imponiendo la creación por búsqueda constante. No se trataba simplemente de cubrir espacios, sino de otorgarle todo lo mejor a cada producción, llegada masiva, puesta profesional en que artistas, locutores y músicos lograban obras irrepetibles.

Al cabo de 120 años de vida de la radio en el mundo, alguien se expidió en España diciendo sobre ella: “Hay decenas de motivos para querer a la radio. Enumeraré sólo unos pocos: es pequeña, siempre está donde tiene que estar, mientras la escuchas puedes seguir con tu vida, no mira la edad ni la talla de las mujeres que hablamos con ella, emociona y permite llorar sin hacer espectáculo con las lágrimas, en ella no puedes fingir y, si lo haces, te descubren, nunca te das cuenta de que está encendida, pero la echas de menos cuando está apagada, y es el único medio en el que siente respirar a los oyentes.”

Que buena síntesis. La radio es así, compañera infalible que no concibe separaciones, por lo tanto, juicios ni divorcios existen. Pero remarco, es importante volver a la radio con mayúsculas, donde la elaboran profesionales con ganas de hacerlo, libretistas en eterna búsqueda de trabajar en pos de la creación, locutores con buena dicción tonos y pausas, música generosa amplia e informada, conocimientos. Que entretenga siendo inteligente, donde el ocio no tenga lugar para quienes la hacen. Pero algo importante, debe leerse un poco más, ejercitar la autocrítica para mejorarla, trabajar sin ocio donde nada se piensa.

El oyente y la radio argentina se merecen algo mejor, por ética y estética.

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