Viernes 26de Abril de 2024CORRIENTES33°Pronóstico Extendido

Dolar Compra:$854,0

Dolar Venta:$894,0

Viernes 26de Abril de 2024CORRIENTES33°Pronóstico Extendido

Dolar Compra:$854,0

Dolar Venta:$894,0

/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Con todo el corazón

Soy profundamente creyente de que ese órgano vital le pone vida, alma y sentido a las cosas. Nada comienzo sin tenerlo en cuenta, porque a partir de ese latido los afectos hacen el resto.

Por Adalberto Balduino

Especial para El Litoral

Soy profundamente creyente de que ese órgano vital le pone vida, alma, y sentido a las cosas. Nada comienzo sin tenerlo en cuenta, porque a partir de ese latido los afectos hacen el resto. Me cuesta prescindirlo porque en la esencia de todo lo que se me ocurre es él que le imprime esa magia imposible de suplantar. Diría como algunos de esos momentos mágicos en que el torrente de inspiración son los afectos; por lo tanto, todo lo dicho tiene eternidad que el recuerdo se encarga de difundirlo.

Esa fue la impresión que tuve cuando en 1994, tuve el regalo de conocer personalmente al gran músico Raúl Barboza, en su primera venida a la Argentina luego de madurar como artista en su domicilio fijo en París. Le pregunté al conserje del entonces Hotel Provincial de Turismo por Raúl Barboza, en cumplimiento de poder concertar un reportaje para Canal 13 de Corrientes. Seriamente me respondió: “El señor Barboza está meditando a orillas del río Paraná, y no lo puedo molestar”. Me resultó una escena bíblica de Hollywood de alguna película de Charlton Heston. Impaciente aguardé y, de pronto, lo veo cruzar la avenida Costanera de regreso al hotel. En realidad la imagen no desdecía todo lo acontecido, parecía un monje de tierras lejanas avanzando en conversación con el espíritu. Era un hombre pequeño, melena canosa al viento, totalmente vestido de blanco e incluso alpargatas al tono, de hablar sereno, totalmente místico. Cuando le pregunté si estaba “meditando” tal como me lo dijeron, se echó a reír. “No, en absoluto. Sucede que vengo de la gran ciudad, con un concierto de bocinas y gritos, y esto, estar junto a este río, es verdaderamente el paraíso”. Contó agradecido que fue Astor Piazzolla quien en París lo conectó con los propietarios argentinos del exitoso “Trottoirs de Buenos Aires”. Todos los argentinos pasaban por allí, merced al esfuerzo del periodista Tomás Barna, Benjamín Kruk y el músico Edgardo Cantón, más un grupo de calificados connacionales que apoyaban económicamente y que sumaban 23. Dicho local que fue habilitado el 19 de mayo de 1981, ocupando un lugar de privilegio junto al río Sena en la calle Lombards 37, en pleno barrio de Lestalle. Sin duda en esa conexión y en esa actitud el corazón unió en amistad a Raúl Barboza con el maestro Astor Piazzolla. Al igual que cuando recalara mucho antes Atahualpa Yupanqui en “la ciudad luz”, la increíble artista Edith Piaf se sintió conmovida con la música del argentino que lo invitó a participar de su recital en el Teatro Olympia de París, para sorpresa de este, lo presentó al público y le obsequió toda la actuación completa a él, al “Gaucho perseguido”. Seguramente, también allí, fue el corazón el que dio un guiño para que don “Ata” sea célebre, residiera en la gran urbe y desde allí emprenda giras por los países más increíbles. Pero Yupanqui, siempre con el corazón en mano, más tarde hizo amistad con un gran argentino que consagró su vivienda para el encuentro y agasajo de todo artista argentino de paso. Ese gran benefactor fue el arquitecto argentino, nacido en San Rafael, Mendoza, José Pons, casado con la hermosa Jacqueline, francesa de Bretaña que, habiendo aprendido el español se sumó a esa “embajada” argentina que se había convertido su hogar de calle Descartes 16, en pleno barrio Latino.

Si bien la música nuestra se hacía presente con cada nueva llegada de “embajadores”, estaban con nosotros para descansar repetían los anfitriones. “La condición para recibirlos en nuestra casa era que no tenían que tocar. Ellos estaban con nosotros para descansar”. Aprovechando sus ricas comidas con sabor a tierra lejana, era la amistad de corazón que lograba ese clima tan especial que pudieron experimentar artistas de todos los calibres. Los Indianos, Mercedes Sosa, Rubén Juárez, Los Quilla Huasi, Horacio Guarany, Cacho Tirao, el pintor Antonio Seguí, Amelita Baltar, Raúl Barboza, Ariel Ramírez, Roberto Goyeneche, El Sexteto Mayor, Eduardo Falú, Susana Rinaldi, María Elena Walsh, Julio Cortázar, Atahualpa Yupanqui, etc. La alegría de compartir y cantar Jairo “Milonga del Trovador” era incontenible, sabiendo que el tema surgió entre Horacio Ferrer y Astor Piazzolla pensando en él; “criollito como el pan”, como lo definía cariñosamente don “Ata”, visto su juventud y talento para interpretar la Patria. Mario González “Jairo”, él mismo que también había recalado hacía un tiempo en la ciudad luz procedente de España, con el suceso temprano de haber sido el artista principal del programa televisivo del cantante, artista y autor, Charles Aznavour, quien lo invitó actuar en su show.

Todo es cuestión del corazón. Personas afines que en la ciudad de París donde alguna vez Gardel hizo conocer el tango, años después atraídos por esa grandeza repleta de afecto, un argentino de Mendoza, José Pons se hacía las delicias contagiándolas con la misma emoción a su esposa, la francesa Jacqueline, que era la perfecta anfitriona de amigos entrañables que habitaron su casa de “brazos abiertos.”

Tantas historias se tejieron con gente tan afín, muchísimas anécdotas crecieron y tomaron cuerpo marcando la vida de cada uno, pero más que nada haber cimentado un baluarte de las cosas nuestras que reunidas eran arte puro de expresión, amistad y canto.

Como todo se acaba alguna vez, murió el gran hacedor, el arquitecto argentino José Pons. No hace mucho en un trabajo excepcional del periodismo filmado del ciclo televisivo “Reencuentro”, pudimos ver y escuchar a su viuda, la hermosa relatora aún con vida, su esposa, la francesa Jacqueline, recordando cada cosa con calor de abrazo que selló una amistad para siempre. 

El arquitecto José Pons dejó como elocuente testimonio un libro editado por Corregidor, “Aventuras y triunfos de argentinos en París” -Memoria y Anecdotario-

No creo en las cosas vanas, sino en las que se adentran por “peso” propio, con la sonrisa y el afecto que es más que un entrechocar de manos. Es en el abrazo que se da espontáneamente, sintiendo de cerca el latir de corazones, sellando una amistad anticipadamente. Son las cosas que no se olvidan. Las que se llevan y se ostentan, revalidando el concepto verdadero del afecto intenso, la fuerza que no afloja porque fue moldeada con actitudes verdaderas. Con todo el corazón en entrega real, asisto y fortalezco cada texto. Es el sello de un compromiso que no se borra ni se olvida.

“Soy de una tierra hermosa/de América del Sur,/en mezcla gaucha de indio con español”.

¿Te gustó la nota?

Ocurrió un error

Comentarios