Viernes 26de Abril de 2024CORRIENTES37°Pronóstico Extendido

Dolar Compra:$854,0

Dolar Venta:$894,0

Viernes 26de Abril de 2024CORRIENTES37°Pronóstico Extendido

Dolar Compra:$854,0

Dolar Venta:$894,0

/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Tiempo al tiempo

Tenemos la capacidad de ser mejores. La República es nuestra madre y nuestra casa.
Poeta. Armando Tejada Gómez.

Por Adalberto Balduino

Especial para El Litoral

Soy el hombre, esa chispa/ de sangre en la ceniza/ que calcinó a la muerte/ cuando empezó la vida”. Son apenas unas líneas de una de las tantas poesías del prolífico Armando Tejada Gómez, siempre tan cerca del hombre, muy cerca de la vida real y verdadera.

Me mueve esa inquietud de idealista incorregible porque he comprendido que en las luchas no está solamente el peso cantante y sonante, sino la necesidad, la urgencia por tiempos mejores. Ese inconformismo que a los argentinos como buenos hijos de europeos, pero descendientes de ese hilo que supo defender el dueño de la tierra, el propietario cabal de Latinoamérica, el indio, siempre nos ha separado por un montón de cosas, pero más que nada por tratar de encerrar al futuro y hacerlo habitable para que convivan todos.

Es tan difícil ser idealista, sin embargo, es mucho más respetable que la lucha despiadada del vil metal, como único objetivo. Persigo por rescatar esa otra forma de reconocernos en el respeto que produce la unión. En la paz armónica que revela un gran concierto, donde las notas no son simplemente lanzadas al aire. Sino que cada una guarda la sutileza del sonido único, como verdadera fuerza capaz de rescatar los sueños descabellados de las cotizaciones, de las transacciones, del riesgo país, cuando no defendemos ni luchamos por lo esencial como los afectos, el respeto, la armonía que libera el reencuentro para que juntos y no detrás de colores, tranzas, vilezas que son vivezas muy nuestras que siempre provocan la hecatombe del ya no ser. Es que cada uno arrima agua a su molino sin importarnos el todo, en que se aprovechan y nos aprovechan; sueños pisoteados, mal heridos.

Los que nos reúne tiene que ser la República, nuestra madre y casa, dejando de lado toda identificación porque existe algo superior que es el todo, donde a pesar de, debemos ser iguales, con idénticas oportunidades. Recuerdo un país que se asemejaba mucho más a una familia sentada a la mesa a la hora de comer, con el padre al frente, una madre presta a sumar la calidez que un día cuando el nacimiento de todos los hijos, de cada uno de ellos, el amor se prendió presto y dispuesto a velar y sumar. Era tal la seguridad del paciente entramado familiar, que las cosas se iban dando presurosas, dispuestas a ejercer su rol, cada uno en su desvelo personal, pero cada uno alimentado con todas las virtudes que hacen un país desde abajo. La escuela, la universidad, el trabajo, los amores, y nuevamente los hijos repitiendo el milagro original de establecer “raíces de gente buena”. Hubo crisis a montones en nuestra apabullada historia nacional, de todas las layas, discursos fáciles, aprendices de dictadores, brillantes, revoluciones, idealistas, tecnócratas, “doctorcillos”, gremialistas apresurados, luchas internas, aunque siempre después que decreció el pánico, la búsqueda primó porque el ser humano necesita ser feliz que es bienestar y paz interior. Dura prueba, pero el argentino, y no lo digo por fácil consuelo, es un buscador incansable del estado de merecer.

Siempre me preguntan por qué acerco letras de tangos o poesías, simplemente porque encierran frases maestras con una certeza que hace mucho más creíble toda argumentación. Las hacen cotidianas, vecinas y mudos testigos de estas involuciones que marcan, atenazan, desquician. Dice el mismo poeta mendocino, preciso, duro y frontal: “Estoy en acción directa/ contra el moho,/ y contra la incertidumbre/ y el desánimo. Hay que tomar la luz/ donde se encuentre/ y cortar por lo claro”./ Cortar por lo claro, no siempre es solución, pero es una puerta que se abre para bien o para mal. No deja de ser una alternativa más.

Con esto que digo no me estoy enmendando, simplemente quiero decir que a lo largo del camino de un país tan diverso como el nuestro, una mano podría ahorrarnos kilómetros, o bien la incertidumbre de haber abordado el equivocado.

Por ello, debemos tener cuidado. Sucede casi siempre que muchas veces deseamos superar legítimamente el horizonte, transponerlo, dejarlo atrás, sin embargo, jamás llegamos a él por un sinfín de motivos: la posición del sol, la vista y el mal cálculo, o creíamos acaso que el tiempo y la distancia nos marcan límites. El asunto está en la certeza del objetivo, en la sinceridad de la promesa no en la costumbre argentina de decir las cosas sin haberlas experimentado. Estamos en nuestro derecho demandante de instaurar una verdadera República, partiendo desde la democracia, habilitando las libertades que premian a los honestos y castigan a los “vivos” que a través de la política “se hicieron”, no nos hicieron porque no estamos hechos como ellos que, sin vergüenza alguna siempre retornan por si las dudas.

“No hay historia sin hombres./ La vida es la historia de la libertad./ Nadie pasa sin sombra y a veces/ es la sombra la que sabe más”.

Quiero imaginar que la sombra frondosa se debe pues a la grandeza de erigirse derechito y buscando el cielo, como lo hacen las personas que no viven de los otros, por eso el orgullo que lo empina como el árbol con merecida sombra por lo robusto y tan lleno de virtudes. En esta metáfora que tiene de ganas de ser mejores, se puede aplicar ese tema maravilloso de Hamlet Lima Quintana que sitúa al árbol como la raíz que da heredad en “Zamba para no morir” : “Veo el campo, el fruto, la miel/ y estas ganas de amar./ No me puede el olvido vencer/ hoy como ayer, siempre llegar/ en el hijo se puede volver, nuevo”. Porque es a través de ellos que los proyectos cobran formas, para que así el presente y la herencia tengan un sólido motivo de ser. Es el futuro que pretende asegurar lo que no sabemos que irá a pasar, pero confiamos en aquellos como en todo orden de la vida demuestran que, pensando en los demás, despojándonos del nosotros, mío, la solidaridad puede ser amorosa, querible porque tiene la capacidad de proteger, resguardarnos como debe hacernos la Madre Patria.

Sé que expresarme idealista en un país repleto de intereses, es palabra de emborrachados por la vida. Pero es que el prójimo es nuestro hermano ¿dónde está entonces nuestro cuidado de protegerlos? ¿En qué quedan esos amigos de lo ajeno cuando el pobre sufre una sentencia inmerecida, repletos de angustia y soledad? El privilegio debemos ganarnos por derecha, no tomando por nuestra cuenta ya que se cae en el robo, que es el arrojo de llegar primeros acortando distancias por un camino auxiliar. Haciendo trampas.

Armando Tejada Gómez ha sido un buen profeta: “¿Qué dice mi canción?/ De todo en su momento:/ asuntos de casados,/ asuntos de solteros,/ dolores, alegrías:/ juglaría del viento./ Y si a veces estalla/ en un grito violento/ es porque al pueblo acallan/ ¡y duele ese silencio!”. Tiempo al tiempo, sentencia el poeta.

¿Te gustó la nota?

Ocurrió un error